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HISTORIA DE LA CORRESPONDENCIA

El gobierno mexicano inició la intercepción esporádica de la correspondencia de los redactores de Regeneración, aún antes de que éstos optaran por el exilio en diciembre de 1903.  Pero el primer paso para sistematizar es práctica sólo se dio en los primeros días de septiembre de 1905, cuando la Administración General de Correos de México emitió una circular en la que pedía a sus oficinas de Correspondencia Foránea retener, tanto los envíos a la ciudad de Saint Louis dirigidos al presidente de la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano, Ricardo Flores Magón, como los ejemplares del periódico provenientes de aquella población.

Con esta medida el gobierno mexicano buscó alcanzar tres objetivos: impedir que los redactores de Regeneración recibieran noticias del interior del país y, por tanto, disminuir la cantidad y calidad de las denuncias publicadas por ellos; evitar la llegada de fondos a las oficinas de la Junta, e impedir que el semanario liberal mantuviera los privilegios que había alcanzado al ser considerado por las autoridades norteamericanas como correspondencia de segunda clase, ya que uno de los requisitos para obtener ese registro era demostrar qué al menos la mitad de los suscritos al periódico cumplían con el pago de sus cuotas.

Tanto la retención de la correspondencia como la del periódico constituía una flagrante violación, por parte de la oficina postal de México, de los tratados internacionales vigentes. En una carta enviada a Ricardo Flores Magón por su hermano Jesús, éste le informaba que, después de haber realizado un estudio jurídico sobre el caso, consideraba inútil cualquier protesta al respecto pues, decía, “ambos presidentes [Roosevelt y Díaz] se cubren con la misma manta” (Colección Silvestre Terrazas (CST) Universidad de Berkeley, Calif., caja 26).

Al ver bloqueado su acceso al servicio postal al interior del país, los liberales recurrieron a varios mecanismos para eludir esta censura, tales como el envío de comunicaciones, oficiales y privadas, interpósita persona; la remisión en sobre cerrado del periódico y el contrabando del mismo a territorio mexicano, para una vez en éste, usar los canales postales normales, etcétera. Haciendo uso de esos medios, la Junta de Saint Louis terminó los preparativos para el primer intento insurreccional que promovió en el verano de 1906.

Dado que la mayoría de los grupos comprometidos en los planes del PLM tenían su sede en territorio norteamericano, los cónsules mexicanos de las ciudades fronterizas no tardaron en verse involucrados en las tareas que el gobierno mexicano llevaba al cabo con el fin de suprimir las actividades de los liberales.

Así el 3 de septiembre de 1906, el cónsul de México en Douglas, Arizona, participó al lado de algunos los rangers, que tres meses antes habían incursionado en territorio sonorense para reprimir la huelga en el mineral de Cananea, en la aprehensión de los miembros del club liberal de aquella población, Bruno Treviño, Carlos Humbert y Abraham Salcido. En el arresto de los tres liberales comprometidos en la organización de un grupo guerrillero que operaría en la zona de Cananea, el cónsul Antonio Maza logró apropiarse de algunas cartas suscritas por Flores Magón y dirigidas a aquéllos.

Tres días después, agentes de inmigración norteamericanos capturaron a Tomás Espinosa y Gabriel Rubio, también involucrados en ese intento insurreccional. Ambos, al saber de la prisión de sus compañeros, le habían escrito a Flores Magón pidiendo autorización para adelantar la fecha del levantamiento.

Como toda la correspondencia—escribía el cónsul Maza— que llegaba para los individuos que se arrestaban la recibían los oficiales de inmigración, la autorización para levantarse en armas no llegó a manos de los solicitantes. (LE-1241, 113).

Las copias de esas cartas, que Antonio Maza envió a la Secretaría de Relaciones Exteriores, como anexo a su oficio del 18 de septiembre de 1906, fueron las primeras que, provenientes de la pluma de Flores Magón obtuvo el gobierno mexicano por vía consular.

La participación del cónsul Maza en lo sucesos en Arizona prefigura apenas el papel protagónico que los cónsules mexicanos en Estados Unidos, y por ende la SRE, llegarían a jugar en la persecución sistemática de los liberales exilados en los Estados Unidos.

A principios de 1906, el entonces gobernador de Chihuahua, Enrique Clay Creel, fue informado por el jefe político de Ciudad Juárez que en casa del periodista Lauro .Aguirre, exilado en El Paso, Texas, se realizaban reuniones donde alguno liberales—entre los que se encontraban los directivos de la JOPLM, Ricardo Flores Magón, Juan Sarabia y Antonio I. Villarreal—ultimaban detalles para un próximo ataque a esa ciudad chihuahuense. El gobernador escribió inmediatamente al secretario de gobernación y vicepresidente de la república, Ramón Corral, sobre los hechos. En su respuesta, Corral le sugería, recordándole los entonces recientes acontecimientos en Arizona ya mencionados, el camino a seguir: […] me encargó el Presidente que llame a usted la atención sobre lo ocurrido en Arizona [donde] el general Luis E. Torres, que está en Cananea, descubrió esos trabajos, se hizo amigo de las autoridades americanas en el Tucsón y Douglas y del jefe de las fuerzas rurales (rangers) y consiguió que esas mismas autoridades establecieran una vigilancia secreta sobre los revoltosos, cuando se cercioraron bien de que, efectivamente había un club revolucionario que estaba fraguando una invasión a México, los dichos bandoleros fueron aprehendidos por la policía americana y consignados unos a la autoridad judicial y otros al agente federal de inmigración. Los consignados a la autoridad judicial fueron puestos en libertad por falta de méritos y otros sentenciados a prisión por el delito de violación de las leyes de neutralidad. Los consignados al agente de inmigración, después de estar al otro lado algún tiempo en la cárcel, fueron deportados, dando aviso al general Torres del día hora y lugar en que se hizo la deportación. Pues eso que se ha hecho en Arizona, debe procurarse que se haga en Texas, moviendo por debajo de cuerda a las autoridades del otro lado, para mantenerlas propicias, estimulándolas de alguna manera eficaz, aun cuando resulte costosa, para que ayuden con buena voluntad. (Ramón Corral a Enrique C. Creel, 9 de octu bre de 1906. CST, caja 26).

A la postre Creel logró desbaratar el “complot de los revoltosos”, apresando en suelo mexicano al vicepresidente de la Junta de Saint Louis, Juan Sarabia y a los encargados militares de la operación, César Canales y Vicente de la Torre y obteniendo de las autoridades estadounidenses el arresto de Lauro Aguirre y Antonio I. Villarreal en El Paso, Texas. Pero las dificultades encontradas en el camino pusieron de manifiesto al gobernador el hecho de que la estrategia sugerida por Díaz, para suprimir los trabajos de la Junta, era insuficiente. Ello, no sólo porque hacía depender el éxito de las operaciones de la voluntad e interés de las autoridades locales americanas que en Texas no resultaron tan solícitas como en Arizona—, sino porque detrás de ella había un menosprecio a la capacidad y fuerza del enemigo.

Con la documentación requisada a los arrestados en ambos lados de la frontera con Texas, Creel elaboró una lista de los implicados, tanto en Arizona y Texas como en el interior del país, en la intentona insurreccional de ese verano. Con base en esa lista se desató una represión selectiva que condujo a las cárceles de Chihuahua, Veracruz, Puebla y la ciudad de México a varias decenas de liberales. Las cartas que implicaban a personas residentes en otros estados del interior de la república fueron turnadas a la secretaría de gobernación.
Sin embargo, y no sin razón, Creel consideró el operativo orquestado por él como un fracaso: la cabeza de los “revoltosos’, Magón, había escapado.  El 25 de octubre de ese mismo año, Creel delineó, en otra carta dirigida a Corral—aunque todavía con una perspectiva local—las características del aparato diplomático-policiaco que más tarde se encargó de formar:

A mí me parece indispensable —escribió— que vaya a Ciudad Juárez con alguna comisión fiscal de obras del Río [Bravo] u otra cualquiera, persona suficientemente caracterizada o de carácter serio y apropiado para la comisión que ha de desempeñar y que tenga a su servicio en las dos riveras a varios detectives americanos y alguna policía secreta mexicana y que aproveche todas las oportunidades que se le presenten para recoger a diario información que pueda ser de utilidad y para buscar los medios de ir aprehendiendo a esos criminales. (lbidem).

Dos días después de escrita esta carta, el gobernador chihuahuense, por su cuenta y riesgo, tomó la iniciativa en la persecución de los “criminales” aún en libertad, al comisionar a Thomas Furlong, gerente de la agencia de detectives que llevaba su nombre, para “seguir la pista a los Magón por mar y tierra”. De hecho, Creel había utilizado con anterioridad los servicios de la agencia Furlong, ya que uno de sus detectives, convertido en agente comercial, rondó por las oficinas de Regeneración en Saint Louis en agosto de ese mismo año de 1906.

El papel de Creel en los esfuerzos gubernamentales por suprimir a la Junta se vio reforzado cuando el vicepresidente Corral envió al abogado Norton Chase, brazo derecho del coronel William C. Greene (dueño de la Cananea Coper Consoliated Company), a la ciudad de El Paso, Texas. Chase llegó a El Paso a principios de noviembre, llevando consigo dos maletas llenas de documentos, copiadores y correspondencia que había recogido él mismo en las oficinas de la Junta en la avenida Laffayette de la ciudad de Saint Louis, el 12 de septiembre anterior, cuando acompañado de detectives de la agencia Pinkerton realizó una requisa ilegal so pretexto de una acusación que el coronel Greene había interpuesto contra los redactores de Regeneración por el artículo aparecido en el número del 15 de junio del mismo año, en el que se afirmaba que el coronel cohechaba al gobernador de Sonora, Rafael Izábal, a fin de que éste ocultase su participación en la matanza de Cananea.

Chase entregó las maletas al cónsul en El Paso, Francisco Mallén, y éste, a su vez, remitió los copiadores de las cartas de Flores Magón dirigidas a sus correligionarios en Chihuahua y Durango, al gobernador Creel. Aunque Mallén envió dos remesas de copiadores a Creel, la segunda no fue remitida a la SRE.

En el oficio que acompañaba al primer envío, firmado el 20 de noviembre, el cónsul indicaba lo siguiente:
Esta correspondencia no consta firmada en el copiador de cartas que me fue proporcionada por el depositario judicial de ciertos bienes del relacionado Magón, y en tal virtud, como usted comprender no ha de ser fácil poder hacer de ella uso [. . .] sin exponernos a contraer alguna responsabilidad en este país sobre todo, lo que sería peligroso.

Las copias que en copia remito a usted con la presente son 59 y entre ellas hay dos que llaman la atención por tratarse de empleados públicos que manifiestan abiertamente su adhesión a los planes subversivos de la Junta revolucionaria. Una es de Francisco S. Lagarde (que entiendo es telegrafista en Chinipas) y el otro de Teodoro Márquez García, maestro de escuela en esa capital (de Chihuahua) . (Ibidem ) .

En lo que respecta al segundo copiador, permaneció en poder Creel y fue depositado en el archivo del gobierno del estado de Chihuahua. De ese lugar fue extraído, junto con muchos otros materiales hacia diciembre de 1915, al final del gobierno villista en esa entidad y junto con el resto del archivo de Silvestre Terrazas, terminó en la biblioteca californiana ya citada.

Después de revisar todos los materiales que sobre el caso de los “revoltosos” había recopilado, Creel llegó, hacia los últimos días de noviembre, a la conclusión de que, para obtener la captura de Magón y el cese de las actividades “sediciosas” en la frontera era necesario desarrollar un trabajo sistemático a largo plazo:

El sistema que están siguiendo para su correspondencia, los nombres supuestos de que hacen uso y las notas de atención unas veces de El Paso, Texas, otras de Saint Louis Missouri, otras de Los Ángeles, otras de San Francisco, otras del Canadá, nos rebelan la táctica estratégica [sic] que están siguiendo estas gentes para desorientarnos y para despistar a nuestros agentes. Como quiera que sea, debemos perseverar por meses y años, si fuera necesario, y hacer también los gastos que la campaña requiera, hasta aprehender a Ricardo Flores Magón y demás cabecillas, porque así lo exige la salud pública y así lo demanda nuestro patriotismo. (Enrique C. Creel a Ramón Corral, 1 de diciembre de 1906);  (Ibidem).
Mientras tanto, en la ciudad de Saint Louis y en Washington D.C., sucedían algunos hechos que permitirían que la obtención de la correspondencia de los miembros del PLM dentro de los Estados Unidos fuese, además de sistemática, cubierta por un manto oficioso.

El 2 de noviembre, el recién nombrado cónsul mexicano en Saint Louis, Miguel S. Diebold, informó a la SRE de un acontecimiento que había tenido lugar en sus oficinas un día antes:

…en la tarde me mandó llamar el señor Fulton, inspector de correos, y me enseñó unas cartas recién llegadas, una de las cuales venía dirigida a Ricardo Flores Magón, y encerrada en un sobre de ferrocarril, de Santa Fe, cuyo nombre era ininteligible [. . .] pedí permiso al señor Fulton de abrir esas cartas para enterarme de su contenido, así como de las cartas que pudiese recibir en lo sucesivo. Me contestó que estando muy dispuesto a ayudarme en todo lo que está a su alcance, sin embargo no podía obsequiar mi deseo por no encontrar en el caso presente ningún motivo para disculparse ante la ley; pero al mismo tiempo me dio a entender, siempre en lo reservado, que esta facultad que solicité de él, y que sería para nosotros de suma importancia, podría conseguirse de las autoridades de Washington. (M.S. Diebold a SRE, de noviembre de 1906. LE-920. 78).

Una semana después, el encargado de negocios de la embajada de México en Washington, Balbino Dávalos, platicó con el administrador de correos, Mr. Crtelyou. A decir de Dávalos:

EI señor [Crtelyou] me oyó con toda complacencia y sin ningún reparo me manifestó que estaba enteramente dispuesto a ayudarme en todo lo posible, pero tratándose de cosa tan opuesta a las prescripciones constitucionales, deseaba que me pusiera de acuerdo con el inspector en jefe Mr. William J. Vickery, a quien desde luego hizo llamar, para que sugiriera los medios más adecuados de llegar a un fin práctico […]. (Balbino Dávalos a SRE, 9 de noviembre de 1906; LE-920. 143 ) .

Vickery sugirió a Dávalos los siguientes caminos:[. . .] hacer aprehender, de acuerdo con la policía y los empleados postales, a la persona o personas que se presentasen a recibir la indicada correspondencia como si fuera de él para salvar la responsabilidad del correo; o que indique al señor Fulton que, una vez transcurridos 30 días sin que se hayan recogido, los remita a Washington, al departamento de rezago, pero no por la vía usual, sino por conducto del inspector en jefe, y él entonces las abrirá y nos dará cuenta privadamente de lo que tenga lugar. (Ibidem).

Los consejos de Vickery fueron seguidos por el cónsul mexicano en Saint Louis. Aarón López Manzano, quien recibía la correspondencia de los liberales en esa ciudad fue arrestado y en cuanto a las cartas, Diebold pudo escribir, el 26 de noviembre, a sus superiores: el teniente corregidor de esta ciudad señor W.W. Nall me entregará sucesivamente las cartas dirigidas a los miembros de la junta de Saint Louis. (LE-921. 103).

Considerados desde el punto de vista de la obtención de la complicidad de las autoridades norteamericanas en las tareas de espionaje realizadas por el gobierno mexicano en aquel país, los resultados no podían haber sido mejores. Pero los acontecimientos posteriores mostrarían que cómo fuente fundamental de información la correspondencia obtenida por el cónsul de Saint Louis no hizo posible el éxito del operativo orquestado por Creel y la agencia Furlong con el objetivo de arrestar a los líderes liberales aún en libertad.   Los datos recabados de las cartas obtenidas por medio de las oficinas postales de Missouri—entre ellas una de Enrique Flores Mágón, fechada el 1 de noviembre de 1906 en Montreal, Canadá—cambiaron el rumbo de las pesquisas del detective Furlong. Este, que día a día se acercaba al escondite de Ricardo Flores Magón en los pueblos del sur texano, abandonó la zona encaminándose al Canadá. Las medidas precautorias tomadas por los “revoltosos” en su correspondencia, por esa ocasión fueron efectivas.

Cuando el detective se encontraba en su camino hacia el norte, Corral escribió una carta a Creel, en la que le daba cuenta del engaño bajo el cual venían operando:
Nuestro cónsul en Saint Louis, ha logrado que caiga en sus manos correspondencia de varios amigos de los Flores Magón, dirigida a Ricardo, el jefe de todos, […] Esta correspondencia está dirigida con muchas precauciones ocultando las direcciones  dirigida a terceras personas que sirven de intermediarios, así que no se ha podido coger un hilo todavía seguro para dar con los Flores Magón; pero lo que sí se ve es que todos ellos están muy escasos de recursos y que-no tienen para andar viajando de los Estados Unidos al Canadá, y del Canadá a los Estados Unidos como nosotros suponemos […] figúrese usted la situación del que quiere cambiar la faz de la República. (Ramón Corral a Enrique C. Creel, 28 de noviembre de 1906. CST; caja 26).

Sin embargo Furlong, en su trayecto hacia Montreal, encontró en San Antonio, Texas la punta de la madeja que, seis meses después, lo conduciría al arresto de la plana mayor del PLM. Furlong descubrió allí que:
Un tal Emilio Lozano es quien sirve de intermediario entre Ricardo Flores Magón y las gentes de Saint Louis y que ese Lozano enviaba las cartas a Mario A. Bassant —seudónimo de Tomás Labrada Sarabia— al número 309 de la calle de San Saba de esa ciudad texana, quien las pone en sobre y las manda a Saint Louis.
El viejo detective conjeturaba que las cartas de Magón provenían del poblado de Ruge, Texas y aunque por órdenes superiores de Creel su destino momentáneo estaba en Canadá, hizo arreglos para tener agentes que sigan el curso de las misivas y así aprehender a dos o tres de los buscados. (Thomas Furlong a M.S. Diebold, 20 de noviembre de 1906. (LE-921. 29 ) .

A fines de ese mismo mes, una vez abandonada la pista canadiense, el cónsul Diebold informó a la SRE de la única conclusión a la que Furlong y sus agentes habían llegado: Que la ciudad de San Antonio, Texas es el punto céntrico en donde se transan todos los asuntos de la “junta” y de cuyo punto se comunican entre ellos los jefes de más partidarios de la referida parte. [Y añadía:] Este asunto de la junta revolucionaria ha tomado proporciones muy peligrosas, no se trata de unos cuantos revoltosos y se ve que han perfeccionado una organización que tiene sus ramificaciones en casi todas las ciudades y pueblos del Sur y Sudoeste de los Estados Unidos. (M.S. Diebold a SRE, 30 de noviembre de 1906. LE-91. 142).

Existía otra razón por la que San Antonio, Texas se había convertido en esos momentos en el centro de la actividad liberal. Allí se encontraban recluidos, para ser enjuiciados por una demanda de extradición interpuesta por el gobierno mexicano, los “revoltosos” que habían incursionado sobre el poblado de Jiménez, Coahuila bajo la dirección de Juan José Arredondo el 29 de septiembre de 1906.

La primera audiencia del juicio, que se llevó a cabo el 18 de septiembre, ante el juez del distrito Oeste de Texas, Robert T. Neill, permitió al entonces cónsul mexicano en esa ciudad, Enrique Ornelas, participar en la recopilación de la correspondencia firmada por Magón.

[…] después de haber presentado el fiscal los testigos de cargo—relata el cónsul—, comenzó el descargo, compareciendo primero Crescencio Villarreal Márquez (acusado de ser el autor intelectual del asalto), el aseguró y creo que era una posibilidad que quería establecer, que una revolución estaba a punto de estallar en México, dentro de un año o más y los abogado presentaron 64 cartas, documentos y proclamas firmadas por los Magón, tratando de establecer el hecho de que una revolución era esperada en México el mismo día que se llevó al cabo el asalto a Jiménez, y que la misma no era un asalto de bandidos como sostenía la parte acusadora sino pura  simplemente una revolución contra el gobierno de México. (Enrique Ornelas a SRE. s.f.: LE-870. 173).

Ornelas consiguió una copia de los documentos presentados por los abogados de Arredondo y Márquez Villarreal y la envió a la SRE, siendo éste el segundo paquete de magnitud considerable de cartas de Magón que llegó a manos de la sección de Norteamérica de dicha secretaría.

Mientras tanto seguían llegando al escritorio del cónsul Diebold las cartas facilitadas por el teniente corregidor de la ciudad de Saint Louis. En un oficio que acompañaba a algunas de ellas, Diebold mostraba hasta qué punto estaban estancadas las investigaciones realizadas por él y Furlong sobre el paradero de Magón; repitiendo antiguas conjeturas, pero llamando la atención sobre algunas constantes que permitían identificar la correspondencia de éste último: del minucioso estudio que hago de las referidas cartas, se deduce, que los alias tomados por Ricardo Flores Magón, cambian con la localidad en que se encuentra.

El plan seguido por Ricardo Flores Magón, consiste en hacer uso de los nombres de los amigos o partidarios de su causa, residentes en el lugar en que se halla; usa raras veces nombres supuestos, siendo todos los que toma, desde hace algún tiempo, nombres de personas conocidas residentes en algún punto en el sur de Texas, en donde está radicado hace algún tiempo, trasladándose de una población a otra, dentro de un radio relativamente corto, según lo requiere la necesidad del momento. Las cartas de Ricardo Flores Magón se pueden identificar fácilmente, teniendo en cuenta la manera en que acaban: casi todas terminan con “salud”.   Mario A. Bassant y Sam Moret (Manuel Sarabia) son los únicos que siempre conocen el paradero de Ricardo Flores Magón; ellos son los que le hacen llegar hasta él la correspondencia que se le dirige con los varios nombres que suele usar, según la localidad en la que se encuentra. (M.S. Diebold a SRE:, 12 de diciembre de 1906; LE-922. 21-2) .

Correctas o no las conjeturas del cónsul Diebold, lo que es cierto es que en él estuvo decidir cuáles misivas, de las que pasaron por sus manos, provenían de la pluma de Magón.

Visto en su conjunto, lo alcanzado por el gobierno mexicano hasta mediados de diciembre de 1906, en su intento por suprimir a la Junta de Saint Louis, no garantizaba su victoria final. Aunque militarmente sólo tenía enfrente a un pequeño foco guerrillero que, en retirada, intentaba sobrevivir en la sierra del Sotavento veracruzano; y la política de represión selectiva que desarrolló después del fracasado intento insurreccional había paralizado la iniciativa de los miembros más decididos del PLM en territorio nacional. Los golpes asestados a los santuarios del movimiento liberal en Texas y Arizona, donde los liberales encontraban condiciones favorables para su repliegue y reorganización, no habían sido igualmente contundentes. Los intentos por capturar a los cabecillas seguían siendo infructuosos. Magón continuaba libre.

Las expectativas de Díaz y Corral, en el sentido de que las autoridades locales estadounidenses actuarían con la misma severidad, sobre los restos de la organización liberal subsistente en su territorio, como lo hicieran las de Arizona en septiembre, no se habían cumplido. Tal era el caso respecto a los grupos revolucionarios que tenían su asiento en Texas, sobre los cuales las autoridades locales ejercieron acciones punitivas, tan sólo bajo pedido directo del gobierno de Díaz y sobre aquellos liberales comprometidos directamente en hechos de armas.

Dado que, finalmente y para esas fechas, los pedidos de extradición de liberales (como el caso de “Arredondo y socios”) comenzaban a verse como perdidos, el pesimismo empezó a rondar las cabezas de Corral, Díaz y Creel. En el intercambio epistolar que mantenían Corral y Creel por esos días, puede leerse: [… así pues, verá usted que mis impresiones no son tan favorables como yo quisiera, respecto de la posibilidad de castigar a los que están del otro lado de la línea. Ojalá los hechos modifiquen mi modo de ver las cosas. No nos cansaremos de decir que es verdaderamente un misterio el fundamento de la facilidad con que personas tan desprovistas de prestigio han logrado embaucar a tanta gente en empresa tan descabellada y tan antipatriótica […] cuando usted venga por aquí platicaremos sobre este raro caso de psicología de las multitudes. (Ramón Corral a Enrique C. Creel, 1 de diciembre de 1906, CST). (lbidem).

Fue para mi muy desconsoladora la noticia de la libertad concedida por las autoridades de Saint Louis a Librado Rivera, tanto porque queda sin castigo una persona, cuanto por el fatal antecedente que se establece; calificando a estos individuos como reos políticos, a quienes no comprende el tratado de extradición. El asunto es bastante grave […] también los asuntos de Villarreal, Arredondo y cómplices, los estoy viendo por mal camino, pues la falta de pronta resolución revela que se han emprendido trabajos por las autoridades americanas de la frontera, que están ayudando empeñosamente a estas gentes y en esa actitud hostil de los texanos debemos ver otro peligro. (Enrique C. Creel a Ramón Corral, 5 de diciembre de 1906). (Ibidem).

Si en retrospectiva vemos los medios utilizados por el gobierno mexicano para terminar con la actividad del PLM dentro de los Estados Unidos, de enero de 1907 a septiembre del año siguiente, no es difícil reconstruir, a grandes rasgos, el proyecto orquestado al respecto por Creel, Corral y el general Díaz durante las reuniones que mantuvieron en la Ciudad de México del 1o al 15 de diciembre de 1906: La creación y puesta en funcionamiento de un aparato diplomático-policiaco, aprovechando los servicios de los cónsules mexicanos en las ciudades fronterizas, reforzado por agentes secretos de agencias como la del señor Furlong y policías secretos mexicanos contratados para la realización de trabajos específicos, así como por autoridades norteamericanas, locales y federales, dispuestas a prestar sus servicios al gobierno mexicano a cambio de regalos sustanciosos.

Este aparato se encargaría no sólo de recopilar la información necesaria sobre todo lo relacionado con los “revoltosos”, sino que ejercería acciones punitivas, por medios legales e ilegales (secuestros, cateos, violación de correspondencia, etcétera), en contra de los mismos. Finalmente, esas acciones gozarían de la cobertura que les proporcionaría una intensa campaña diplomática al más alto nivel en Washington, con vistas a que las autoridades de la Casa Blanca sancionaran los golpes dados por los agentes al servicio del gobierno mexicano en ese país, con el objetivo final de obligarlas, por esa vía, a asumir como propia la tarea de desmembrar la organización liberal; además de romper la resistencia ofrecida por algunas autoridades locales, como algunas texanas, que a veces mostraban abierta simpatía para con los “revoltosos”.

Los primeros pasos para echar a andar el proyecto fueron tomados el 16 de diciembre. En las oficinas del secretario de Gobernación se reunieron éste, Enrique C. Creel, el cónsul de Saint Louis M. S. Diebold y el detective Furlong para coordinar sus trabajos. Dos días después Creel fue nombrado embajador extraordinario y plenipotenciario de México en los Estados Unidos de América, aunque continuaba al frente de la gubernatura de Chihuahua.

Días después Creel regresó a la ciudad de Chihuahua y de ahí partió al vecino país del Norte. En un memorándum, con fecha 1 de febrero de 1907, describió así el inicio de su viaje: Salí de Chihuahua el 23 de enero pasado, en un tren especial que arreglaron varios amigos de la capital del Estado de mi nacimiento, que quisieron acompañarme hasta El Paso, Texas. El tren especial arrastró un carro del Ferrocarril Río Grande, Sierra Madre y Pacífico, destinado para que yo y mis acompañantes viniéramos hasta Washington. El grupo de amigos de Chihuahua que me acompañó hasta El Paso, Texas, fue de sesenta personas y venía presidido por el señor Gobernador Interino, don José María Sánchez.   Al llegar a Ciudad Juárez fui recibido por el Jefe Político, señor J. Montemayor y por todas las autoridades y empleados del Estado y federales, así como un crecido número de habitantes del lugar que quisieron saludarme con entusiasmo y efusión antes de pasar al territorio americano. (AHSRE Enrique C. Creel, su expediente personal).

El día siguiente a su llegada a Washington, el 30 de enero, Creel se entrevistó con el secretario norteamericano de Estado, Elihu Root. A decir de Creel, la plática versó sobre la política norteamericana hacia los pueblos de Hispanoamérica y el papel que jugaba la amistad y el apoyo moral de México hacia ella, sin las cuales, aseveró Root, “pudiera creerse que la política desarrollada por el gobierno de los Estados Unidos fuese netamente americana, con fines egoístas y guiada exclusivamente por los intereses Anglo-Sajones”.

Finalmente la conversación desembocó en la situación nacional: Le manifesté en seguida escribe Creel—lo grato que me era informarle de las condiciones bonancibles en que se encontraba la República Mexicana.

El señor Root me felicitó, por ese buen estado de cosas e hizo elogios del señor Presidente, General Díaz, concluyendo con el siguiente comentario: “La única duda que acerca del porvenir de México tienen algunas personas, es la misma que abrigan acerca de la estabilidad de Austria-Hungría”.

A esta delicada insinuación, le contesté que el gobierno de los Estados Unidos podía estar absolutamente tranquilo, porque la gran obra del señor general Díaz consistía no solamente en conservar la paz en México por la gran influencia personal, la popularidad y prestigio de que disfruta el actual jefe de estado, sino que éste había tenido en cuenta principalmente, durante su administración, el adelanto y progreso del país  la acumulación de factores y elementos de paz y de tranquilidad públicas para el porvenir: que las bases de ese sistema estaban firmemente establecidas, que en el espíritu del pueblo mexicano existía la profunda convicción de los beneficios de la paz, que todas las clases sociales habían recibido ya la educación del trabajo y que en México nadie pensaba en revoluciones. (Memorándum, 2 de febrero de 107; Ibidem).

Una vez presentadas sus cartas credenciales, Creel comenzó la tarea que lo había llevado a esa embajada. Con fecha del 14 de febrero envió una circular “a los cónsules mexicanos a lo largo de la frontera y en San Francisco, San Diego, Los Ángeles, San Antonio, Galveston, Saint Louis y Chicago, a fin de estar al tanto de los trabajos que vayan ejecutando dichos funcionarios consulares a ese respecto y de obtener datos exactos sobre los trabajos criminales ya indicados”. La circular comenzaba así: Como usted sabe, existen diseminados en diferentes lugares de los Estados Unidos y sobre todo en la frontera de Texas y en la de nuestro país algunos malos mexicanos que con el pretexto de revolucionar en nuestra patria y de causar mutaciones en su régimen político, tratan en realidad de ejecutar crímenes de los que castiga el derecho común, y de explotar a los incautos que se dejan sorprender con falsas representaciones. Estas tentativas, fomentadas con la publicación de escritos subversivos y con la propaganda de conceptos que pueden dañar en gran manera el espíritu de obediencia al Gobierno legítimo, deben ser reprimidas con mano fuerte, cuando en nuestro país se realicen, y severamente perseguidas cuando éstas se verifiquen en el extranjero.

Hasta aquí creen esos malos mexicanos que pueden contar con impunidad, por estar preparando su labor criminosa en este país, sin recordar las buenas relaciones que existen entre las dos Repúblicas, y la vigencia de leyes y de tratados que castigan los delitos que se cometan ya sea en los Estados Unidos o en México. (LE-954-bis, 1113.)

Por esas fechas, el cónsul Diebold y el detective Furlong, que habían retornado a territorio norteamericano al día siguiente de su entrevista con el secretario de gobernación en la ciudad de México, reanudaron sus trabajos, según lo acordado en esa reunión. Así, y dado que las oficinas de la agencia de Furlong se encontraban en Saint Louis, Diebold recibió una copia de la correspondencia que Furlong obtuvo y, después de descifrarla, cuando era el caso, y transcribirla, la enviaba a la SRE, con copia al secretario de gobernación. Por su parte Furlong, informaba directamente a la embajada en Washington.

En un informe que Diebold rindiera a la SRE, el 17 de febrero de 1909, cuando su intervención en el caso era ya marginal, reseñó de la siguiente manera su participación: Cuando la señorita Andrea Villarreal y un ex-cajista de Regeneración, Aarón López Manzano, quedaron encargados de la correspondencia de la Junta y, por conducto de ellos, Ricardo Flores Magón se comunicaba con los demás revoltosos […] obtuve de algunos oficiales del Departamento de Correos de este país, ciertos privilegios que me permitieron enviar a esa Secretaría, desde diciembre de 1906, hasta la fecha, transcripción y copia fotográfica de más de 3000 cartas de la correspondencia cambiada entre mexicanos revoltosos, residentes en varias partes de los Estados Unidos”. (LE-942. 30).

En realidad las más de las cartas que pasaron por las manos Diebold le fueron facilitadas por Furlong y, de hecho, ninguna de las misivas de Magón que fueron interceptadas en ese lapso lo fue por medio de los “privilegios” obtenidos por el entonces encargado de negocios de la embajada en Washington, Balbino Dávalos, a favor del cónsul en Saint Louis.

La correspondencia de Ricardo Flores Magón que, en remesas sucesivas, envió Diebold a la SRE:, entre el mes de diciembre de 1906 y el 24 de julio del año siguiente—fecha de la aprehensión de Magón en Los Ángeles, California—, forman el grueso de la correspondencia reunida en esta sección.

El monto total de la correspondencia interceptada a los miembros del PLM por el operativo de Furlong, no corresponde al total de lo enviado por Diebold a sus superiores. El 25 de enero de 1907, éste señalaba al vicepresidente Corral: “se reciben muchas más de las que remito, pero para facilitar la traslación sólo remito las que tienen algún carácter de importancia”. (LE-954-bis. 66). La proporción entre unas y otras, puede imaginarse si tomamos en cuenta el criterio utilizado por Diebold para formar sus envíos: Entre ayer y hoy recibí de la Furlongs Secret Service Company copias de sesenta (60) cartas, la mayor parte de las cuales no valen mucho la pena de distraer la muy respetable atención de usted; dispongo de ellas según su contenido, remitiendo directamente, sin transcribirlas, a la secretaría de gobernación, las de menor importancia aunque de interés general, archivando las que lo merecen y las demás, después de enterarme de su contenido y tomar los datos que convengan, serán destruidas para evitar una trascripción inútil y una acumulación de papeles sin valor alguno. (M. S. Diebold a SRE, I de marzo de 1907. LE-924. 90 ) .

No se sabe con exactitud cuál fue el mecanismo utilizado por Furlong para obtener la correspondencia aludida, aunque todo sugiere que fue en torno a Tomás Sarabia, por esas fechas residente en San Antonio, Texas, donde estaba montado el aparato de intercepción. Cuando Diebold inquirió a la agencia Furlong al respecto, el subgerente de la misma le contestó: Dada la extrema delicadeza de este asunto no podemos, bajo ninguna circunstancia, divulgar nuestros métodos para obtener dicha información. En todo momento hemos actuado para con su gobierno bajo el entendido de que nosotros únicamente ofreceríamos resultados y que no se nos podía pedir explicaciones sobre cómo los obtenemos; de hecho, éste es el único método por el cual podemos obtener resultados. (J.V. Menteer a Diebold, 27 de diciembre de 1907. LE-930. 148) .

El hermetismo de la agencia Furlong respondía, además de a lo indicado por Menteer, a un incidente que se suscitó en el mes de junio de 1907, cuando Thomas Furlong descubrió que Aarón López Manzano, por entonces preso en la cárcel de Belem, por medio de una carta alertaba a sus compañeros sobre el hecho de que cuanta correspondencia caía en manos del gobierno era copiada y luego dirigida a su destino. Furlong envió una reprimenda a Diebold, la que terminaba así: Repetidas veces hemos participado a usted verbalmente, así como a vuestro gobierno, que era necesario que nos proteja en el caso, teniendo en el mayor secreto la información. No necesitamos decir que no creemos que exista un caso que se pueda mencionar, en el cual una información de esta clase haya sido proporcionada durante tanto tiempo; y repetidas veces les hemos informado que nuestros arreglos pueden cesar en cualquier momento y tardaríamos mucho en reiniciarlos en tales condiciones. (T. Furlong a M.S. Diebold, 20 de junio de 1907. LE. 925. 172) .

El propio Diebold había escrito a la SRE, desde otro punto de vista, sobre la necesidad de mantener bajo reserva no sólo los operativos secretos sino también la información obtenida gracias a ellos: Existe en la correspondencia interceptada a los mexicanos revoltosos que obra en el archivo de ese consulado, suficientes datos demostrando el verdadero carácter del bandidaje que está fomentado por ciertos malos mexicanos en diversos puntos de la frontera de nuestro país. Pero en mi humilde concepto, es muy peligroso hacer uso de estos datos por la razón de que los periódicos escandalosos desde luego los calificarían como hechos revolucionarios, los tomarían como base para artículos venales; además, no se debe perder de vista el perjuicio que resultaría en contra de México si saliera a la luz la violación de las leyes de correo de los Estados Unidos. (M.S. Diebold a SRE, 20 de febrero de 1907. LE-924. 43).

Gracias a la correspondencia interceptada por su operativo en San Antonio, Texas, Thomas Furlong pudo reconstruir el periplo seguido por Magón desde que éste abandonara los poblados del sur de Texas, hacia fines de diciembre de 1906 hasta su establecimiento permanente en Los Ángeles, California, en marzo de 1907.

Para los primeros días de julio, Furlong consiguió ubicar el escondite de Magón en esa ciudad y viajó, en compañía del cónsul Diebold a Los Ángeles para afinar los preparativos de su arresto.

Por su parte, el embajador Creel, que había solicitado un permiso para vacacionar durante un mes, a partir del 3 de julio, solicitó, repentinamente, el día 6 del mismo mes, una “licencia por tres meses, sin sueldo, para el arreglo de asuntos políticos en el Estado de Chihuahua”. Pero Creel no se dirigió a territorio nacional, como podría pensarse; viajó a Ottawa y a Montreal, Canadá, donde “obtuvo valiosa información respecto a la inmigración y el comercio con México”. Del Canadá pasó a la costa oeste de los Estados Unidos. En la mañana del 21 de agosto llegó a San Francisco, California, y allí: el distinguido funcionario se ocupó incesantemente de estudiar, con todo detalle, el estado actual de esta ciudad y sus recursos de presente y porvenir con todo lo que, inmediata o remotamente, puede interesar nuestras relaciones comerciales e industriales con especial referencia a la agricultura y horticultura. Hizo una visita a las haciendas de experimentación del naturalista Burbank por quien fue tratado, usando su propia expresión, con esplendidez. ( Enrique C. Creel. Su expediente personal ) .

Un telegrama de Furlong, recibido por Creel la tarde del día 23 de ese mismo mes, que le informaba sobre el inminente arresto de “Magón y socios”, puso fin al viaje de estudios del señor embajador, y tomó el primer tren rumbo a Los Ángeles, lugar de los, por él, tan esperados acontecimientos.

Cuando los detectives y policías asaltaron el escondite de los liberales, en la mañana del 24 de agosto, cargaron con los tres “revoltosos” que ahí se encontraban, Ricardo Flores Magón, Antonio I. Villarreal y Librado Rivera, y con los documentos que hallaron a su paso. Antonio Lozano, cónsul en Los Ángeles informó después sobre el destino de estos últimos: En la mañana del mismo día 24, fueron puestos a mi disposición los papeles y documentos recogidos tanto en la casa donde estaban escondidos Flores Magón, Villarreal y Rivera, como los que tenía [Modesto Díaz, en las oficinas del periódico Revolución], desde luego los llevé ayudado del canciller de este consulado al señor Creel para que los examinara y dijera qué debía hacerse con ellos. Dispuso que todo fuera traído a esta oficina consular para su examen minucioso y selección de lo más importante, a fin de utilizarlo, de ser posible, para fundar los procedimientos que debían seguirse contra los detenidos […] En el examen y selección de los documentos aludidos que son muy numerosos, nos hemos ocupado no sólo durante el día, sino hasta altas horas de la noche, pues dicha operación se ha hecho con toda escrupulosidad; pero la tarea ha sido dilatada, laboriosa y difícil tanto por la cantidad de papeles y su naturaleza, como porque muchos de ellos están escritos en clave, y según hemos podido ver, lo revoltosos usaban distintas para comunicarse, siendo preciso descifrar primero al español y traducir después al inglés. (Antonio Lozano a SRE, 1 de septiembre de 1907. LE-928. 10).

De estos documentos no existe copia en el archivo histórico de la SRE. Probablemente fueron entregados a las autoridades americanas para fundar la acusación en contra de los redactores de Revolución.

Dado que la aprehensión fue realizada sin orden jurídica (los reos sostendrían que el verdadero objetivo del operativo era su traslado clandestino a suelo mexicano, el cual fue impedido por el escándalo producido por los mismos en el momento de su captura), el golpe dado a la ya para entonces llamada “Junta Revolucionaria de Los Ángeles”, pendió de un hilo durante mucho tiempo. Creel, liberado de los demás quehaceres ligados a su investidura, trabajó en el caso hasta el momento en que obtuvo la seguridad, por parte de las autoridades judiciales estadounidenses de que Magón, Villarreal y Rivera, serían enviados a Arizona para ser enjuiciados por violación a los estatutos de neutralidad del Código Penal de los Estados Unidos, por lo cual les esperaba una condena mínima de dos años en una penitenciaría federal. Una semana después de que el gran jurado reunido en Tombstone, Arizona, diera el visto bueno para el encausamiento de los “sediciosos mexicanos”, el 28 de diciembre de 1907, Creel prorrogó su licencia, y esta vez sí regresó a la ciudad de Chihuahua, para organizar su reelección como gobernador.

Con el encarcelamiento de “Magón y socios”, el aparato montado por Creel comenzó a relajarse. A los ojos de éste, si bien algunos “revoltosos” perseveraban en sus actividades dentro de territorio estadounidense (entre ellos el hermano de Ricardo Flores Magón, Enrique), el último golpe asestado a la junta era, prácticamente, definitivo; por lo que no sólo regresó a la capital del estado que gobernaba, sino decidió recortar el dinero destinado a las tareas de espionaje y persecución.
Al respecto Furlong, escribió a Diebold, el 17 de marzo de 1908: Desde mi regreso a Saint Louis de Los Ángeles, siento decirle que debido al hecho de que estoy obligado a recortar los gastos en todas las formas posibles, para mantener nuestros gastos dentro de la cantidad convenida 500 dólares mensuales, dejaré de mandarle copias de los documentos obtenidos a su oficina, dado que sólo enviaremos los obtenidos directamente al gobernador Creel a Chihuahua. Debido al recorte de nuestros gastos, me veo obligado también a suprimir los operativos en dos puntos lo que necesariamente reducirá el volumen de la información que hemos estado recibiendo. ( LE-954-bis. 59 ).

Los efectos de estas medidas no se hicieron esperar. Diebold informó a la SRE, hacia mayo de ese año, que: Desde el mes de febrero último, en cuya época se limitaron por orden superior, los servicios de la agencia Furlong, de esta ciudad, que ahora sólo se ocupa de interceptar el correo de referencia y por consiguiente desde el referido mes de febrero, la correspondencia de los revoltosos ha sido la única fuente de donde he podido conseguir los pocos datos de las movimientos revolucionarios en la frontera. (M. S. Diebold a SRE s/f LE-938. 84).

La baja en la intensidad de la persecución que venían padeciendo los liberales, fue aprovechada por éstos y, para ese mismo mes de mayo, Enrique Flores Magón y Praxedis Guerrero, quienes habían tomado el relevo en los asuntos del PLM, ultimaron los detalles de una segunda ofensiva insurreccional.

Pero el gobierno mexícano capturó el 17 de junio en Casas Grandes, Chihuahua, documentos donde se relacionaba a los liberales Lauro Aguirre y Prisciliano G. Silva, de El Paso, Texas, con los preparativos de esa segunda intentona, y logró la detención de ambos el día 25 con […] mucha correspondencia de carácter revolucionario que ponía de manifiesto un plan encaminado a trastornar la paz pública en la frontera mexicana, Entre ellas, muchas cartas en cifra que requieren tiempo para su revisión. (A. I. Lomelí a SRE, 26 de junio de 1907. LE-821.18)

Esta vez, la obtención de información por parte del gobierno no impidió el inicio del levantamiento: grupos de liberales, incursionaron en territorio nacional y atacaron los poblado de Viesca, Coahuila; Las Vacas y Palomas, Chihuahua, los días 25, 26 y 30 de junio respectivamente.

Cuando el cónsul Lomelí comenzó a descifrar las cartas requisadas en casa de Prisciliano G. Silva, encontró algo que hizo que telegrafiara violentamente al secretario de Relaciones Exteriores, Ignacio Mariscal, el 27 de junio: Papeles capturados indican que plan de ataque general frontera fue organizado en cárcel Los Ángeles. Tengo carta íntima escrita allí y nombramiento delegado fechado y firmado allí mismo por Magón y Villarreal, los que van hoy por correo. (LE-821.22.) .

De hecho, la actividad desarrollada por Magón, Villarreal y Rivera, desde la cárcel de Los Ángeles, mientras sus abogados buscaban aplazar su extradición a Arizona, había sido intensa e incluso pública (Magón escribió artículos para Revolución hasta su clausura en mayo de 1908, hizo lo mismo para el periódico publicado por Antonio de Pío Araujo en San Antonio, Texas, Reforma, Libertad y Justicia a partir de junio de ese año; suscribió el Manifiesto al Pueblo Americano, junto con Villarreal y Rivera, en febrero, etcétera), al punto de que The Examiner de Los Ángeles, publicó, el 28 de junio, cuando la suerte del segundo intento insurreccional del PLM no estaba todavía echada, las siguientes declaraciones de Magón desde la cárcel: Si esta revuelta contra las autoridades mexicanas dura tres meses, hasta que el pueblo de México pueda saber qué sucede, podrá desembocar en el total derrocamiento del gobierno mexicano. El 15 de mayo los revolucionarios en México lanzaron un manifiesto, el cual fue distribuido en todo México y a todos los mexicanos políticamente favorables en los estados del suroeste de los Estados Unidos. Este manifiesto llama a todos los patriotas a tomar las armas contra el gobierno y daba como fecha para el inicio de la revolución el 25 de junio.

Creo que la presente explosión debe ser seguida por una fuerte oleada en favor de las reformas. Lo que queremos ahora es tiempo. Los medios de comunicación en México son muy pobres. Si la explosión dura tres meses nada podrá detenerla. El pueblo quiere nuevo gobierno y nuevas leyes, pero no todos saben que la oportunidad para obtener esto está ya dada.

Las declaraciones de Magón remitían directamente a las otorgadas a la Associated Press por Ramón Corral en la ciudad de México y publicadas el 27 de junio por el San Francisco Chronicle: Todo este problema ha sido causado por tres irresponsables agitadores anarquistas, quienes actualmente residen en los Estados Unidos. Estos hombres recientemente apelaron a los elementos criminales e ignorantes en los estados fronterizos de México, invitándolos a atacar ciertos pueblos con el propósito de robar los bancos y las oficinas gubernamentales con el argumento de que podrían recabar fondos para la supuesta revolución.

El 5 de julio el cónsul en Los Ángeles se encontró con que The Examiner publicaba la siguiente nota: Hoy es martes, día de visita en la cárcel del condado. Flores Magón y socios, recibirán información completa de sus amigos, darán a estos instrucciones para la continuación del movimiento revolucionario.

Aunque lo dicho por The Examiner era parcialmente cierto, ya que para esa fecha el tiempo anhelado por Magón no se le había concedido y la chispa revolucionaria se había desvanecido, el cónsul Lozano se dirigió a las oficinas del fiscal del distrito sur de California, Oscar Lawler donde obtuvo una carta en la que éste ordenaba a Leo Youngworth, marshall de Los Ángeles, la suspensión de las visitas a los reos y la retención de su correspondencia. El oficio estaba redactado de la siguiente manera: El deber que este gobierno tiene hacia la República Mexicana, y que nosotros como oficiales de los Estados Unidos estamos obligados a cumplir, me obliga a notificarle que el carcelero encargado de la prisión del condado de Los Ángeles no debe perrnitir que ninguna persona se entreviste con las personas referidas, y que usted debe exigirle que se retenga la correspondencia tanto recibida como enviada por las individualidades mencionadas. (LE 937.g ) .

Esta carta diluyó las reticencias de Youngworth, quien había respondido a lo pedido por Lozano que si prohibía absolutamente que los prisioneros fueran visitados los martes y viernes, como tienen derecho según el reglamento de la cárcel, causarán escándalo los periódicos y se daría margen a que lo atacaran, insinuando que ya estaba demasiado influenciado por el gobierno (A. Lozano a SRE, 7 de julio de 1908. L-936.163).

A partir de ese día, tanto Magón como Rivera y Villarreal permanecieron incomunicados hasta su salida de la cárcel de Tombstone, Arizona, el 3 de septiembre de 1910.

Hacia el 18 de julio, el gobierno mexicano logró hacerse de una carta más de las redactadas por Magón en la cárcel de Los Ángeles, en los días anteriores al intento insurreccional, cuando Benito Solís fue arrestado, en las oficinas postales de El Paso, al tratar de recoger un paquete que contenía cartas escritas a Magón desde distintas partes de México y una, en clave, que a la postre resultaría ser del propio Magón.

Esta y las otras cartas escritas por Magón en junio de 1908, tienen características diferentes al resto de las que el gobierno había obtenido hasta el momento. Dirigidas a su hermano Enrique y a Praxedis Guerrero, para entonces segundo secretario de la Junta, contienen consideraciones de carácter programático e ideológico y en ellas se menciona tanto la filiación de los Magón a la corriente anarquista, como las contradicciones surgidas al interior del grupo liberal por el viraje ideológico de sus dirigentes más activos.

Tomando en cuenta lo anterior, Ramón Corral decidió, aprovechando la ofensiva desatada por el gobierno americano en contra de los anarquistas en su territorio, darles una salida distinta: eligió la más incendiaria de todas y promovió su publicación tanto nacional como estadounidense, en busca del desprestigio político de la Junta; habiendo aparecido por vez primera en The Mexican Herald de la ciudad de México, el  de agosto de 1906. La autenticidad de esa carta está en entredicho: Magón negó su autoría meses después.

Enrique C. Creel regresó a la ciudad de Washinton, por orden directa del general Díaz, para exponer directamente al gobierno de Roosevelt la posición de México ante la crisis centroamericana y los últimos acontecimientos en la frontera. Creel llegó a la capital de los Estados Unidos el 8 de julio de 1908.

Una semana antes había aparecido en la revista Argus de Los Ángeles la siguiente nota: Los Estados Unidos, según cómputo global, tienen invertido en la vecina república cerca de 900 millones en toda clase de industrias. Mientras Díaz viva y gobierne se encuentra asegurado ese capital. Pero en caso de su muerte ¿quién nos garantizará lo mismo? Ramón Corral es un hombre práctico y honrado; pero en caso de una revuelta ¿sería capaz de dominar la situación? Mister Root, que se interesa vivamente por todo lo que concierne a México, manifestó no hace mucho al presidente Roose velt, que la solución a esa dificultad sería fomentar la candidatura de Enrique C. Creel, para que sucediera a Díaz. Esa idea es luminosa y atinada. Creel es hombre de nuestra raza, sangre de nuestra sangre y su jefatura contaría con el apoyo de los Estados Unidos. Además de inspirar confianza a los capitalistas americanos, inspiraría miedo a los cabecillas revolucionarios, continuando intacta la política de su antecesor.

Al día siguiente de su llegada, Creel conferenció con Robert Bacon, subsecretario de Estado, en ausencia de míster Root; en ella remarcó “la falta de firmeza mostrada por las autoridades de Texas para atacar el problema de los revoltosos”. Los reclamos de Creel fueron escuchados y se hizo llamar al marshall Nolte, encargado de las fuerzas federales del distrito occidental de ese estado, quien, para poner fin a las actividades de los “sediciosos”,  recomendó al Departamento de Guerra la creación de un servicio de policía secreta y el nombramiento de mayor número de auxiliares, opinando que por ahora no se sitúe más fuerza federal en la frontera, porque esto infunde temor a los revoltosos, los ahuyenta, los hace desconfiados y dificulta mucho su persecución y arresto; pero sí opina a favor de que las fuerzas federales americanas se aumenten y distribuyan por la frontera, después de que haya pasado algún tiempo, el que sea indispensable, para aprehender a los culpables, que por orden de la autoridad se estarán persiguiendo. (E. C. Creel a SRE, 5 de agosto de 1908. LE-939.45) .

Ese mismo día Creel envió a la SRE el siguiente telegrama: Anoche tuve otra importante conferencia con Sr. Bacon sobre asuntos de la frontera. Presidente de los Estados Unidos ha repetido órdenes enérgicas y ha acordado establecer servicio policía y aumentar fuerza federal en la frontera. (Ibid. ) .

Con ello Creel dio terminada su tarea en el asunto, pidiendo una nueva licencia para regresar a Chihuahua el día 12 de agosto de 1908. En esa misma fecha envió un pequeño estudio intitulado “Los asuntos de la frontera” a la SRE: en él sostenía que los dos puntos de los que dependía la seguridad de la zona fronteriza eran:
la defensa de nuestro territorio contra los actos de bandolerismo y contra las explosiones de patriotería, aclarar nuestro tratado de extradición con los Estados Unidos, distinguiendo en alguna forma lo que son delitos políticos y los que constituyen actos criminales de anarquistas y bandidos.

Creel terminó su estudio con las siguientes consideraciones: La verdad es que para que el gobierno arnericano haya asumido la actitud que está desarrollando contra esos bandidos de la frontera, ha habido necesidad de forzar un poco la interpretación que en los Estados Unidos le dan a sus leyes, y que romper con sus tradiciones de muchos años (E. Clay Creel, Los asuntos de 11 frontera, AHSRE)

Ese fue el último documento firmado por Creel como embajador extraordinario y plenipotenciario de México en los Estados Unidos. El 25 de septiembre, firmó su renuncia. Detrás de esa renuncia estaba el hecho de haber cumplido uno de sus cometidos: hacer que el gobierno estadounidense tomara como propia la tarea de reprimir a los ya para entonces conocidos como “magonistas”; pero también la insinuación hecha por la prensa americana en el sentido de que el gobierno de su país consideraba falto de delicadeza, por parte del mexicano, el mantener a un embajador que, al mismo tiempo, ocupaba un cargo ejecutivo estatal. Quizá en su renuncia pesó, también, las declaraciones que, a su paso en La Habana, Cuba, hiciera al diario La Discusión, días, antes a la fecha de su dimisión, en torno a la postulación a la presidencia que lanzara el Argus a su favor: La conducta de dicho periodista —declaró Creel— es tanto más reprobable, cuanto que no solamente me ofende a mi, sino a la par, al pueblo y al gobierno de México y al gobierno de los Estados Unidos. Ofende al pueblo de México, porque lo supone sin principios, sin dignidad y sin patriotismo; ofende al pueblo y al gobierno de los Estados Unidos, porque lo supone capaz de intervenir en la política interior de un país amigo, ultrajando su autonomía, burlando el derecho internacional y los tratados y convenciones entre dos pueblos soberanos.

Con la derrota de los golpes insurreccionales del PLM a fines de junio de 1908, pero sobre todo con el aislamiento al que fueron sometidos sus líderes encarcelados en Los Ángeles, el asunto de la correspondencia de Magón parecía cancelado hacia el verano de ese año.

Sin embargo, el caso volvió a abrirse a raíz de un informe del cónsul Lozano, firrnado el 22 de septiembre de 1908 en la ciudad de Los Ángeles.

Siendo increíble que Flores Magón, Villarreal y Rivera —escribe el cónsul—, cuya incomunicación se ha sostenido, no escribieran a sus correligionarios, como lo pretendía el sheriff, pues me aseguraba que cuanto objeto entraba a la prisión para ellos era minuciosamente registrado, quise cerciorarme de que tal registro se hacía debidamente y, al efecto, supliqué a Mr. Murphy, alcalde, no entregara a las personas presas la ropa limpia que les llevaban cada ocho días, hasta no habérmela enseñado, y el sábado último, día 19, fui a la prisión haciéndome acompañar del agente enviado de la Secretaría de Justicia de este país, Mr. Donahy, para que le constara lo que ocurriera.

Como esperaba encontré, mirando al trasluz, dos pedazos de lienzos ocultos entre la doble tela de los calzoncillos de Flores Magón y dichos pedazos de lienzo contenían dos recados de María Talavera, fechados sucesivamente los días 15 y 17 del actual, cuya copia tengo la honra de remitir a usted. Para no alarmar a los interesados y obtener la contestación de Flores Magón se dio curso a las cartas de la Talavera ocultándolas nuevamente en el calzoncillo. Ayer, a las 8 de la mañana, volví a la prisión… Encontré también oculto en los calzoncillos lo escrito por Flores Magón. Hice fotografiar el recado de Flores Magón para exhibirlo cuando sea necesario y combatir con él la libertad bajo causión aludida en el recado (LE-933.92).

En adelante, el cónsul volvería cada sábado a la cárcel a fotografiar esa peculiar correspondencia, hasta febrero de 1909, cuando Magón, Rivera y Villarreal fueron trasladados a Arizona a proseguir su juicio.

Las dificultades técnicas a las que se enfrentó el cónsul en su tarea de espionaje, fueron del siguiente talante: Notará usted que esta reproducción [se refiere a una de las cartas] quedó tan vaga como las primeras, debido a que no tuve tiempo para repasar con lápiz común y suave lo escrito por Flores Magón con lápiz tinta, operación enojosa y dilatada (no menos de dos horas en cada carta ) que requiere de sumo cuidado para que no se dé cuenta de ella la destinataria, pero indispensable porque el color morado de lo escrito con lápiz tinta, no impresiona suficiente las placas fotográficas, por muy sensibles que sean (A. Lozano a SRE, 15 de diciembre de 1908. LE-945.28) .

Cuando un reportero de The Los Angeles Times, enterado de que para hacer ese trabajo el cónsul utilizaba el cuarto privado del alcalde de la cárcel, le solicitó una de las cartas para su publicación, Lozano le contestó: las únicas cartas que sabía yo hubieran sido sorprendidas en la prisión eran dos o tres que se habían pretendido hacer llegar a los interesados en unos bizcochos o fruta, hacia unos 5 ó 6 meses, los cuales, sin especial interés, se me dijo que habían sido fotografiadas y entregadas con copias al Procurador de los Estados Unidos. (A. Lozano a SRE. 6 de marzo de 1909. L-954.152).

Ante la negativa del cónsul, ese periódico publicó, al día siguiente, un pormenorizado relato de la captura de la correspondencia carcelaria de Magón.

Con el traslado de Magón a Arizona se interrumpió su correspondencia. Allí su incomunicación fue total.

Aunque a su salida de la penitenciaría de Tombstone, el 3 de septiembre de 1910, tanto Magón como sus compañeros Rivera y Villarreal regresaron a la ciudad de Los Ángeles a reemprender sus tareas políticas, el asedio policiaco al que fueron sometidos resultó poco eficaz;  entre otras razones, debido a que los ya experimentados agentes de la agencia Furlong, tenían un nuevo encargo del gobierno mexicano: seguir los pasos al recién refugiado político en los Estados Unidos, Francisco I. Madero.

Las pocas cartas que llegaron a las oficinas de las secretarías de relaciones exteriores y gobernación, suscritas por Magón, entre su salida de la cárcel y el 23 de febrero de 1911, fecha del inicio de la campaña magonista en la Baja California, fueron remitidas por el cónsul en Brownsville, Texas, quien a su vez las obtuvo del “Número 52”, seudónimo de Manuel Leal Escamilla, agente al servicio del general Lauro Villar.

Aunque los esfuerzos del cónsul mexicano en Calexico, California, Enrique de la Sierra, así como los de sus colegas en Los Ángeles y San Diego, por obtener documentación para probar la ingerencia directa de Ricardo Flores Magón en los sucesos de Baja California en el año de 1911, fueron infructuosos hasta el final de esa campaña, el conjunto de las misivas de Magón relativas a esos hechos, a excepción de aquellas dirigidas y,/o provenientes de José María Leyva, que fueron obtenidas por el coronel Celso Vega, jefe político del Partido Norte de la Baja California, durante la campaña son parte de las recogidas por el suscrito cónsul [de la Sierra] entre un hacinamiento de papeles en Mexicali, al ser evacuada por los magonistas; los cuales documentos fueron recogidos para que se usen como convenga en las causas contra los miembros de la Junta del Partido Liberal. ( Memorándum firmado en la ciudad de Calexico, California por el cónsul Enrique de la Sierra el 29 de junio de 1911. LE-934.69).

Las últimas siete cartas cruzadas por Ricardo Flores Magón que contiene el archivo de la SRE, fueron facilitadas al cónsul en Los Ángeles por un antiguo miembro del PLM, quien en busca del perdón oficial ofreció sus servicios al secretario de Gobernación. Su nombre era Julio Mancillas.

En los archivos de las dependencias federales de los Estados Unidos pueden encontrarse copias de buena parte de las cartas mencionadas con anterioridad. Sin embargo, existen al menos una media docena que no fueron turnadas al gobierno mexicano. Todas ellas fueron requisadas a Prisicliano G. Silva en junio de 1911, cuando a pedido de Francisco Madero, el servicio secreto norteamericano le arrestó en compañía de su hijo Rubén. Así mismo existe referencia a una carta de RFM dirigida a Aniceto Pizarra, mejor conocido como uno de los promotores del llamado “Plan de San Diego”, que promovía la reanexión de los territorios perdidos en la Guerra del 47 a México. Dicha carta, que lleva la fecha el 11 de febrero de 1911, formó del informe que el agente R. L. Barnes giró a sus superiores el 6 de diciembre de 1915.

Aunque en proporción menor, algo de la correspondencia de RFM quedó en otros archivos. Entre los formados por familiares destaca la intercambiada entre RFM y su hermano Enrique en dos momentos. Cuando Ricardo Flores Magón residió intermitentemente, entre 1897 y 1900, en el poblado de Amapa, Oaxaca, en el distrito de Mazatlán de las Flores, región de la que provenía su familia paterna y en la que fungió como contador general de la casa comercial en la “Compañía Siordia y Flores Magón, comerciantes, importadores, expotadores y comisionistas”. Y cuando permaneció en la cárcel del condado de Los Ángeles en mayo y junio de 1915, mismas que envió clandestinamente.

A través de Regeneración, RFM hizo pública parte de su correspondencia, la más dirigida a líderes políticos y sindicales de los Estados Unidos. Parte de las respuestas a ella fue publicada en los distintos órganos políticos editados en Estados Unidos.

Integramos a esta sección las cartas de RFM que fueron reproducidas en diversos testimonios y relatos de contemporáneos, así como en escritos y revistas de años posteriores, cuyos originales no son hoy accesibles.

Para finalizar reproducimos parte de la correspondencia que RFM mantuvo desde su última cárcel, la penitenciaría federal de Leavenworth, Kansas, E.U.A., a la que ingresó el 3 de noviembre de 1919 y donde murió el 21 de noviembre de 1922.
Por ser considerado “prisionero de primera”, el reglamento entonces vigente en aquel recinto carcelario norteamericano, le otorgaba a RFM el derecho a escribir tres cartas semanales más un número indeterminado de las mismas, a discreción de la autoridad,  siempre y cuando estas últimas estuvieran dirigidas a autoridades y/o abogados. RFM ejerció ese derecho a plenitud, y sólo la enfermedad y la restricción impuesta por la autoridad le limitaron su ejercicio.

En todas sus misivas, debió constreñirse a escribir en ambos lados de la hoja rayada que le proporcionaba el carcelero, sin posibilidad de utilizar el interlineado y, por razones de censura, escribirlas en idioma inglés.

Según el registro de correo de las autoridades de Leavenworth, (R. Flores Magón, Bureau of Prisons, Leavenworth, Register No. 14596-L, Kansas City Federal Record Center  (KCFRC), Kansas City, Mo., E.U.A.) a lo largo de su cautiverio, RFM recibió 716 cartas y envió 435. De las primeras sólo una ínfima parte (23) han sido localizadas (22 enviadas por el abogado Harry Weinberger y una por Manuel C. Téllez,  entonces encargado de negocios ad interim de la embajada mexicana en Washington); mientras que, de las provenientes de su pluma, se cuenta con un total de 117.

La primera de las cartas de RFM registrada por las autoridades de la prisión está fechada el 6 de noviembre de 1919 y fue dirigida a María Brousse Magón;  las últimas dos, ambas del 20 de noviembre de 1922, tuvieron como destinatarios a su compañera y a Nicolás T. Bernal, respectivamente.

Durante los tres años de confinamiento RFM sostuvo correspondencia con 46 destinatarios ya sean personas o instituciones. A continuación enumeramos dichos destinatarios adjuntándoles, tanto el número de cartas que RFM envió a cada una, como, entre paréntesis, el número de las localizadas.

María Brousse Magón, esposa, 151 (1 y 3 fragmentos); Rose Bernstein, bajo el seudónimo de Erma Barsky 53 (3); Lillie Sarnoff, bajo el seudónimo de Ellen White 48 (45); Nicolás T. Bernal 40 (19); Gus Teltsch 28 (19); Annie Monreal, cuñada 28; Irene W. Benton 18 (6); Alice Stone Blackwell 14 (4 y un fragmento); Harry Weinberger, abogado 11 (9); Winnie Branstetter 8 (1); C. Villanueva 4; Francisco R. Sandoval 4; Lucía Norman, hijastra (2); Raúl Palma 2; Philipp Grosser 2 (1); C. T. Dole 2; Luis G. Salas 2; Grupo Juventud Comunista 2; y una a cada una de las siguientes personas o instituciones: Luis María Villalpando, cónsul mexicano en Kansas City(1); Rubio Palomares; E.D. Nolan; Oficinas Nacionales del Partido Socialista (Nueva York); F. H. Brown; William J. Brown; F. Orbe; Estella J. Huff; Winnie Parkhurst; M. A. de Galindo; Villa Nelson; G. M. Valtierra; Anna Gensberg; Louis Oliverean; Marie Rheim; Dearborn Publication Company; Thos Brothers; Estelle Sedwick; S.S. Hayes; Juan Ruiz; J Washington; Nereta Peterson; Jesús L. Trejo; Santana Mimeale; Carl Brannin; Sara Smith-Hayes; E. M. Mitchell y Pierre Quiroule.

Del conjunto de esa correspondencia; se conservan 138 cartas; 76 originales, 15 transcripciones y 47 bajo la forma de traducciones.

Con las cartas enviadas por RFM directamente a Bernal, hacia junio de 1922 se inició la serie de publicaciones que el Grupo “Regeneración” hizo en apoyo a aquellos reos. El folleto se intituló Por la libertad de Ricardo Flores Magón y compañeros presos en Estados Unidos del Norte,  e incluyó traducciones, a veces parciales, de 13 cartas de RFM.

Al mismo tiempo, el abogado Weinberger buscó la difusión en México de esas cartas en otros medios, para ello tocó, diversas puertas en el gobierno y en las organizaciones obreras de México. Procuró en especial a la Confederación Regional de Trabajadores de México (CROM), que en esos momentos había estrechado lazos con la Federación Americana del Trabajo (AFL, en sus siglas en inglés) y formado la Federación Panamericana del Trabajo. Tras su viaje a la ciudad de México a fines de 1921, durante el cual se entrevistó con el dirigente de la CROM,  Luis N. Morones, Weinberger, comenzó a enviarle a aquél todas las cartas que por sus manos pasaban signadas por RFM.

Tras la muerte de RFM y a guisa de homenaje, el Comité de Defensa y Ayuda a Presos Políticos, sito en Nueva York, publicó un tríptico reproduciendo parcialmente y sin destinatario algunas de sus cartas (We Mourn the Loss of Our Comrade Ricardo Flores Magón Who Died for Freedom, November 21, 1922, in U. S. Prison, at Leavenworth, Kansas, s.p.i.). Asimismo, una revista dedicada a la denuncia de las condiciones penitenciarias en los Estados Unidos, Behind the Bars, reprodujo otra más.

Por su parte, Nicolás T. Bernal, solicitó a  Harry Weinberger las cartas que tuviera a la mano para publicarlas en conjunto. Respecto a ese material Ralph B. García, escribió a Weinberger. “Con el señor Bernal, creo que cometió usted un gran error al enviar sus comunicaciones sobre el caso de Ricardo y Rivera a Luis M. Morones, en lugar de enviárselos a él. Se queja amargamente de la manera que Morones lo ha tratado en relación a esa documentación. Bernal siempre quiso esas cartas para publicarlas en la prensa y en una serie de libros que ha estado publicando sobre el caso y los escritos de Ricardo. Repetidas veces Morones le pidió que fuera a su oficina a recogerlas y Bernal fue todas esas veces. Pero en toda ocasión Morones no pudo o no quiso recibirlo, por lo que le costaba semanas obtener cada una de las cartas, que necesitaba para llamar la atención en el caso. Al obtenerlas, esas cartas fueron traducidas a un horrible español, en el que el sentido de las mismas se perdía en muchos casos y en otros se volvían ininteligibles. Cuando llegué aquí, tuve que esforzarme para poner en forma esas traducciones distorsionantes.” (Ralph García a Harry Weinberger, 13 de marzo de 1923; HWP, caja 23)

Por intermedio de Librado Rivera, Bernal obtuvo, también, parte de la correspondencia enviada por RFM a Lillie Sarnoff (Ellen White), Rose Bernstein (Erma Barsky) e Irene Benton. Al respecto, Rivera escribió “Ya escribí a Ellen dándole completa información sobre la cuestión de cartas y paquetes devueltos. También le digo que vea a Erma … Aunque las cartas de Erma no contendrán mucho interés, unas pocas de ellas sí pueden tenerlo. La traducción que hagan de las cartas de estas dos compañeras convienen que lleven una forma enteramente familiar, lo mismo que a las de los compañeros. A las cartas de las otras compañeras no me parecería conveniente que les den la misma forma, porque, aunque ellas comprenden bien y admiran la belleza y grandeza de nuestros ideales, no aceptan los métodos necesarísimos para llevarlos a la práctica.” (AJCV; Librado Rivera a Nicolás T. Bernal, 15 de octubre de 1923).

Así, siguiendo las indicaciones de Rivera respecto al tono en que debían ser traducidas tales misivas e incluyendo aquellas cartas que había pasado por manos de Luis M. Morones, finalmente en 1925, un total de 81 cartas traducidas aparecieron compiladas en tres pequeños volúmenes bajo el título de Epistolario revolucionario e íntimo. A las insuficiencias en la traducción mencionadas por Ralph García, habría que añadir la decisión de los editores de suprimir las referencias a la familia directa de RFM que aparecían en los originales, así como los nombres de algunos personajes mencionados. Muchos años después Prohudon Carbó, aunque siguiendo las sugerencias de Rivera en cuanto al tono en que debían ser traducidas, restituyó la calidad de una buena parte de ese material, esto es a las cartas dirigidas a Lillie Sarnoff bajo el seudónimo de Ellen White. Ricardo Flores Magón: Su vida, su obra  y 42 cartas escritas en inglés durante los dos últimos años de su prisión y de su vida, México, B. Cano Ruiz, ed., 1976.  Finalmente hay que destacar que Paul Alvrich en 1977, publicó una transcripción literal de una selección de las cartas a Lilie Sarnoff, en la International Social History Review, vol. xxii, parte 3. pp 379 y ss.

La presente sección,  reúne la transcripción de las cartas originales existentes, acompañadas de su traducción correspondiente. Con afán de unificar el criterio de ésta última, se optó por una nueva en todos los casos realizada por Rodolfo Alcaraz. A falta de originales se recurrió a las transcripciones directas de cartas o fragmentos de las mismas y, ante la falta de unas y otras, a las traducciones existentes. Finalmente, se anexan los documentos, que no estando dirigidos a RFM, su abogado le hizo llegar, pues los mismos permiten al lector entender la secuencia y, en buena parte, el sentido de esta correspondencia.

Jacinto Barrera Bassols