RUTA MAGÓN

Penitenciaria Federal
McNeil Island, Washington​

Penitenciaria Federal

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Ricardo y Enrique Flores Magón, junto con Librado Rivera y Anselmo L. Figueroa llegaron a la penitenciaría de la isla de McNeil, Washington, el 7 de julio de 1912. Ahí el clima y las condiciones de vida y trabajo resultarán penosos, Ricardo escribirá: “Se nos hacía trabajar bajo la lluvia y la nieve, a una temperatura glacial en aquel lugar del extremo norte de este país. Nuestras ropas, destilando agua, se secaban al calor de nuestros cuerpos por la noche mientras dormíamos en nuestros calabozos. La alimentación que se nos proporcionaba no bastaba para que nuestros cuerpos recobrasen las fuerzas perdidas en las duras faenas del presidio […]”.

A lo largo de su encierro la salud de los cuatro liberales se deterioró notablemente. El contacto de los detenidos con el grupo que seguía publicando Regeneración en Los Ángeles, se dificultaba porque toda comunicación con el exterior debía ser en inglés y pasaba por las manos de las autoridades. Sin embargo se les había autorizado a recibir el periódico siempre y cuando un ejemplar llegara previamente al alcaide de la prisión.

Al final de su encierro, para fines de enero de 1914, los cuatro liberales están enfermos. El más grave era Figueroa, a quien el médico le recomendará trasladarse al clima cálido de Yuma para recuperar la salud, Anselmo siguió la recomendación pero inútilmente pues cinco meses después el 14 de junio muere. Librado Rivera salió enfermo del sistema digestivo y afectado de la columna; Enrique había perdido los dientes y en menos de dos años había encanecido por completo. Ricardo “extenuado físicamente, enfermo también del estómago, tenía los nervios despedazados”.

Junto con Librado Rivera, Ricardo Flores Magón, llegó de nueva cuenta a la penitenciaría de McNeil, el 18 de agosto de 1918. Días antes escribió: “Yo marcho contento a sufrir el castigo, porque mi martirio es una parte de la fuerza que ha de derribar el edificio que nos oprime a todos. En mi calabozo, con las manos atadas y reducido al parecer a la impotencia, mi sola presencia dentro de las cuatro duras paredes de mi encierro, constituye una fuerza que día a día trabaja en las mentes de los que me aman y simpatizan con mi larga y penosa labor. Y lo mismo que ocurre en mi caso particular, ocurre con los miles de casos de los miles de presos políticos que como yo viven en las penumbras de los calabozos de este país”.

Según diagnóstico de los médicos del presidio, Magón padece de diabetes la que, además, agudiza sus problemas de la vista. Ricardo tenía una pérdida de visión de entre 10 y 20 por ciento, a causa de cataratas y posiblemente padecía también de retinitis.

Gilbert O’Day, escritor encarcelado en McNeil, recordará: “Frente a una casucha separada de los edificios estaba un viejo pelando papas, sentado en un banco, que ni levantaba la cabeza ni se enderezaba para descansar, cogía una papa tras otra de un pequeño tonel y se le pasaba monda que monda, monda que monda, dejando caer las cáscaras con movimiento rítmico y lento. Era el verdulero de aquella prisión: Ricardo Flores Magón […]. “Los viernes, a la hora del juego de Beis ball, Ricardo hablaba de las cosas que más íntimamente le interesaban –de Tolstoi, Ibsen, Wilde, Shaw, Gorky. Discutía acaloradamente la técnica del drama… alguna de sus obras teatrales se estaban representando en el sur de California. Preguntaba sobre los nuevos valores que iban apareciendo en el horizonte mexicano, en el mundo de la literatura y en el movimiento obrero. Hablaba de sus amigos, de los que trabajaron con él en los primeros días de la lucha y que ahora eran gobernadores, ministros y aunque al hablar de ellos se notaba su emoción, nunca dijo ni una sola palabra discordante […]”.