12 de enero de 1923. Una vez terminado el mitin frente al consulado americano, el cortejo se trasladó a la escuela “Alfonzo Rodríguez,” uno de cuyos salones se improvisó como capilla ardiente. La crónica del reportero de El Siglo de Torreón nos dice: “La caja que encierra los restos fue cubierta por los estandartes de las asociaciones obreras, y todo el día estuvieron desfilando por la capilla ardiente hombres y mujeres que reverentes se echaban a contemplar el rostro del desaparecido a través de un cristal, colocado en la caja mortuoria. Los familiares del extinto recibieron las condolencias de los jefes de las organizaciones obreras, siendo esto un lenitivo en medio de su dolor, según lo manifestaron. A las 21 se procedió a regresar el féretro al tren especial, organizándose nuevamente un numeroso cortejo que fue hasta la estación.»