CORRESPONDENCIA
[Los Ángeles California,] enero 31 de 1909
María:
Como lo supones he sufrido por falta de tus letritas. Qué horrible sufrimiento. Te ruego, que aunque no seques al sol mi ropa, me la mandes cada sábado entre 12 y media y una y media. De ese modo me la entregarán los carceleros los sábados y tu Ricardo estará contento. ¿Lo harás así, María mía, mujercita adorada? ¿Por qué no recoges mi ropa los lunes? Varias veces me la piden los martes. No tengan desconfianza de Lázaro [Gutiérrez de Lara]. Yo creo que no es prudente el paso que quieren dar de separarse de los americanos. No importa que ustedes hayan organizado a los mexicanos. ustedes los organizaron para ser miembros del Partido Socialista y no para ser miembros de una organización particular de mexicanos. Como miembros del Partido Socialista tienen ustedes la obligación de contribuir para los gastos de todo el Partido y por eso les quedan solamente diez centavos por cada iniciación como me dices. No veo justicia en la separación de ustedes. Te ruego, adorada mía, que pienses con serenidad. ustedes solos no valen mucho, porque son pocos; no busques, pues, la desunión. ¿Por qué no le escribes otra vez a Violeta [Elizabeth Trowbridge] pidiéndole para tu pasaje? Ahora sí ya no tardan en llevarnos. Imagínate cuánto sufriremos si no te vas inmediatamente. Si pasa el día que recibas esta carta y no ha venido a verme [Job] Harriman, dile que me urge muchísimo verlo. Recibí el Border. Necesito ver el Appeal to Reason de los días 16, 23 y 30 de enero. Consíguemelos pronto, bien mío. Dile a alguien amigo que me mande palos para los dientes. ¿No se te olvidará todo esto, encanto mío? También quiero ver el Border correspondiente a febrero. Ángel mío. María de mi vida: ¿por qué te amaré tanto? ¿Por qué por no sentir tu caricia siento morirme? Ven para que te vea. A las cinco y cuarto de la tarde te veré muy bien porque a esa hora ya no están los trabajadores. Ven lo más que puedas. Dice [Oscar] Lawler que va a dar permiso de vernos antes de irnos. Te ruego que estés pendiente porque si vienen todos menos tú, me sentiré morirme y creeré que no me amas. Ya ves, vida mía, que siempre nos llevan a Arizona. No te fijes en tus presentimientos. ¿Cuánto tiempo tendremos que estar separados todavía? Criatura amada: ¿qué tienes o quién eres que te amo tanto? Nada me disgusta de ti. Te amo, te adoro y me gustas toda entera; me encanta tu boquita y me muero por tu alma con mis labios en ella. Toda, toda tú me gustas y me entusiasmas. ¿Por qué no te tendré? ¿Por qué se me priva de mi María? Tú me perteneces y no puedo tocarte. Eres mía, me perteneces con toda la fuerza de mi amor para la satisfacción de mi grande cariño. Y no te tengo. A mi vez soy tuyo y no me tienes. Si aquella pareja es feliz, nosotros formamos la pareja más infortunada del mundo. Escríbeme mucho, mucho diciéndome que me amas. Haz eso, María, te lo ruego. Escribeme como te digo. ¿Por qué no lo haces? Si me amas, no debe costarte ninguna pena decirme tu amor. Voy a escribir a mi hijita. Qué linda está nuestra niñita y con cuánta ternura la adoro. Adiós, María mía. En medio de tus penas piensa que el hombre que te pertenece ve en ti su dicha, ve todo en su María tan bonita y tan adorable. Piensa en las caricias de que te haré objeto y en tu satisfacción y tu dicha al sentirte tan amada, tan querida por tu Ricardo. Vas a estar muy contenta cuando estés conmigo ¿verdad? Todo el día y todo el tiempo con mi María. Después de tanto sufrir no nos van a parecer suficientes los goces que nos produzca nuestra mútua adoración. Ya no he de querer separar mi boca de tu boquita, y hasta te quitaré de tu linda boquita lo que estés comiendo. No te dejaré en paz ni un momento hasta que desfallezcas al peso de mis caricias y de mi amor. Adíos, amor mío. No me hagas desesperar con tus letritas por no venir cuando las espero. Dame tu boquita para dejar en ella toda mi alma con mis besos más dulces y más tiernas. Te ama hasta la locura tu Ricardo.
Hijita de mi adoración: Voy a estar pendiente todos los días entre cuatro y cinco y media para ver si pasan ustedes. Esta muy bueno el Border. A María le hago hoy muchos encargos de periódicos y otras cosas. Si se le olvida algo, dale un besito muy tierno como lo haría tu papacito para que se acuerde. Veo que se está poniendo muy buena la agitación a nuestro favor. Pregunta en el Herald, hijita mía, por qué no me mandaron hoy el periódico. Estoy muy contento de mi hijita Lucía. Háblame de tú porque se me figura que se expresa mejor el cariño de ese modo. No hay ninguna diferencia entre el cariño que te tengo y el que tendría si fuera mi sangre la que circula por tus venas, hijita mía. Te quiere tu papacito con todo su corazón. Mi María y tú son mi tesoro y estoy orgulloso de las dos: de mi mujercita y de mi hijita. Recibe un besito de tu papá, Ricardo.
Fuente: AHSRE
[Los Ángeles, California,] febrero 21 de 1909
María amada y adorada:
Hoy no te escribiré mucho porque he tenido que escribir esa carta para Violeta [Elizabeth Trowbridge]. Lee la carta, amor mío, y mándala a Violeta. Ruégale, por tu parte, que a nadie diga que está escrita en trapo porque adivinarían los enemigos cómo hago para mandar cartas afuera. Escríbeme mucho, mucho, Cristina linda. Me gustó tu cartita y sólo lamento que Santiago esté muy malo. Pobrecita de Teresita. No te vayas, mi vida, a Arizona hasta que nos lleven. A ver cómo aludes el irte. Yo te necesito aquí para verte aunque sea de lejos y esa es una gran razón para que no te vayas. No creas que dejen de llevarnos. Es seguro que nos llevarán a Arizona. Recibí los fósforos y el tabaco, pero no te vi entonces. Qué linda estás. Tu Ricardo está contentísimo pensando en que tu cartita y toda la belleza es para él. Sí, mi vida, tendremos cuando menos una semana, solos tú y yo cuando salga. Nadie nos verá. Nos consagraremos absolutamente a gozar de nuestro amor. No estés triste. Tarde o temprano tendrás a tu Ricardo.
María: te perdonaré con toda mi ternura que seas celosa conmigo. Yo no soy celoso porque mis ideas son muy amplias; pero aunque tú lo seas, te amaré mucho, chulita de mi vida y te castigaré a fuerza de besos. La misma ansia que tú sientes, María, la siento yo. ¡Qué tortura! Está contentita. Tu Ricardo te ama como nadie ama a una mujer. Toda tú me inspiras ternura y devoción. Vamos a ser felices, no lo dudes. Lo que pasa es que hemos sufrido tanto y tanto nos deseamos que se nos figura imposible la felicidad. Me gusta que Violeta sepa que te amo con todo mi ser y que tú me amas con toda tu alma. Sí, voy a ser feliz por los afectos que me esperan: el tuyo y el de mi hijita. ¿Me vas a mimar, ángel mío? Qué contento estaré mimado por mi mujercita. Cómo se inundará de ternura mi alma al sentirme acariciado y mimado por la mujer que adora mi corazón, por mi María tan dulce y tan linda. Cuánto sueño contigo. Ven, ven a verme por la ventana con más frecuencia. Mándame mis dos mudas de ropa, mi vida. Te devuelvo el periódico en español. Gracias por los números del Appeal [to Reason]. Procura mandarme cada sábado el Appeal. Si vez a Larragoitiz dile que si puede hacer que un correligionario marche en el tren gratis hasta el Yuma[, Arizona]. Ese correligionario hará ese viaje por el día 18 de abril o cosa así. Contéstame sobre ese asunto, mi vida. Yo también quiero tener mi boca con tu boquita mucho, mucho. Tú te beberás mis suspiros y yo los tuyos. Adiós, María. Escríbeme mucho, mucho. Piensa en la dicha que se nos espera después de mi salida, piensa en que Ricardo te ama, sí, mi cielo, te ama, te adora, eres todo para él. Recibe en tu boquita mis mejores besos y el amor sin límites de tu
Ricardo
Hijita amada:
Dile a Rómulo [Carmona] que ya no está preso [Martín B.] Fuentes. Qué bueno está el Appeal. Si sigue así la agitación, nos salvamos. Qué dulces me saben los besitos que me envían ustedes que son los delicados y amados seres que componen mi familia. Violeta trabaja sin descanso. Lo mismo hacen Mother Jones y [John] Murray y otros amigos. Adiós mi linda hijita. Recibe el cariñoso corazón de tu padre que te ama
Ricardo
Fuente: AHSRE
Los Ángeles, California, febrero 21 de 1909
Sra. Elizabeth Trowbridge Sarabia
Muy amable amiga mía:
El cónsul mexicano Antonio Lozano ha venido a verme con el fin de que traicione yo a mis hermanos los revolucionarios y defraude las esperanzas de los oprimidos vendiéndome a Porfirio Díaz. Con la baja maña del jesuita, ha venido a tentarme el lacayo. Mi vida de miseria y de sufrimiento, de zozobra y de peligro tendrá una transformación radical, horrible locura. Tan sólo que estrechase yo la mano de Díaz "la mano que ha arrancado la vida de mis hermanos, la mano sangrienta, la infame mano que está estrangulando a mi raza". Lanzando miradas furtivas en todas direcciones, trémulo el canijo cuerpo, colgante el bufo hediondo, comenzó a hablar el representante del tirano. Usted podría estar cerca del señor presidente, dijo, quien con gusto le tendería la mano, y mientras hablaba, sus ojillos se movían inquietos y a las veces se fijaba en mí como para adivinar por un gesto sorprendido en mi rostro o por un movimiento de mi cabeza, la impresión que en mí producían sus insinuaciones. Mi sangre de indio me dio en esos momentos la calma necesaria para escuchar conteniendo las rebeliones de mi otra sangre, la española, que me invitaba a escupir a mi extraño visitante. Sus palabras chorreaban de sus labios espesas, lentas, amorfas, casi sin ruido como un chorro de melaza. El señor presidente es muy bueno, continuó balbuciendo el lacayo sin dejar de hablar, y lo protegería a usted porque reconoce su talento, considera justa la causa que usted defiende y sabe que usted es digno. Yo escuchaba. Mi sangre hervía; pero mi rostro no dejaba sospechar que la cólera rugía dentro de mi pecho. Y el chorro de melaza caía, caía espeso, odioso, sin forma, sin ruido casi. Los ojillos veían para todos lados y el canijo cuerpo temblaba. Al verlo diríase que se trataba de un criminal en el momento de cometer un delito. Era un delito ciertamente el que estaba cometiendo el representante del gobierno mexicano; un delito que condena toda honrada conciencia; un delito de lesa humanidad, de lesa justicia, de lesa civilización, como que de ser aceptado por las dos partes tendría por efecto el remache de las cadenas de un pueblo infortunado, las lágrimas, el hambre, la tristeza de millones de criaturas humanas. Los caloríferos caldeaban el aire de la oficina de la cárcel. El vapor, condensado en las vidrieras de las ventanas, formaba hilos de agua que se deslizaban hacia abajo. Veía yo discurrir a los transeúntes como a través de un velo de lágrimas. Pensé en los peones encorvados en su trabajo, en las mujeres del pueblo prostituidas por los amos; pensé en la desnudez de los que trabajan, en el desamparo de las familias humildes, en la desesperación de las mujeres violadas por la soldadezca del César. Mi memoria me trajo los árboles cargados de frutos humanos. Creí oír los sollozos de los huérfanos, el estertor de los fusilados y el ruido del puñal desgarrando las carnes de los hombres altivos. Y al lado de todo esto, vi los ricos automóviles de los amos y sus palacios y su lujo y sus orgías como un insulto cobarde a los esclavos que sudan, que se desloman y que revientan como bestias espoleadas. ¡No, no, no —grité— no quiero! Un oficial me tomó de la oficina y me volvió a mi celda. Hace como diez días que ocurrió esto. Como no quiero venderme, se me perseguirá más. No importa.
Ruego a usted mande esta noticia al simpático Appeal para que la publique si le parece conveniente y al mismo tiempo que me despido doy a todos las gracias por la defensa tan inteligente como valerosa que llevan a cabo en favor de nuestra libertad.
Ruego a usted muy especialmente no diga a nadie que esta carta está escrita en trapo.
Con votos para su felicidad, quedo su amigo que la ama como a una madre.
Ricardo Flores Magón
Fuente: AHSRE
[Los Ángeles, California,] febrero 28 de 1909
María: Estoy muy contento porque apruebas mi conducta de luchador, conducta que nos hará sufrir mucho a ti y a mí, porque encoleriza a los verdugos del pueblo al ver que no pueden corromperme; pero en cambio, yo viviré con mi conciencia tranquila, y tú, mi dulce mujercita, cuando por fin un día me tengas en tus brazos no te sentirás humillada bajo mis besos y mis caricias, sino que te sentirás contenta de proporcionarle dicha a un hombre firme que te adora. Se equivocan, mi vida, los que creen que puedo venderme. Soy viejo rebelde; no comencé a luchar ayer. [Porfirio] Díaz puede hacerme millonario en un abrir y cerrar de ojos. Pero no es riqueza lo que quiero, ni poder, ni gloria vana. Quiero que mi conciencia esté tranquila, y sólo puede estar tranquila sirviendo a los que sufren. Y si tengo la aprobación de la mujer que amo ¿qué otra cosa puedo desear? No necesito más que tu aprobación, no quiero otra cosa sino que mi María no se averguence de amarme. María, tus deseos son los míos. Yo también quiero poner mi boca en la tuya y estar así horas enteras bebiendo cada quien el aliento del otro hasta quedar satisfechos. Sí criatura amada, si supieras qué consuelo siento cuando te veo, no dejarías de pasar por aquí. Se remueve hasta lo más íntimo el amor que te tengo cuando te veo y más te amo. Mi vida: puede alguna vez ser de importancia la cuestión de fechas y horas. Fíjate en las fechas que pones en tus cartitas. Rara es la vez que pones una fecha correcta, y hablas a veces de que pasarás temprano, pero no sé cuándo es ese mañana ni qué hora es temprano. Fíjate, mi vida en los días, en las fechas, en las direcciones. Todo eso es importante para gentes como nosotros los revolucionarios. Ahora sí, creo que nos llevarán la semana que comienza mañana. María, amada mía, no me compres nada tú; te lo suplico criaturita mía. Me duele el corazón de pensar que te quitas de la boca un bocado para dármelo. No, mi vida, no, mujercita mía, no hagas eso. Tu Ricardo sufre pensando en la miseria en que te encuentras. No me mandes nada más que tus besos y tus sonrisas. Con eso estoy conforme y te mando todo mi amor. Quedo enterado de que vas a vivir con Tachita. Salúdala cariñosamente. La quiero como a una buena hermanita. No escribo lo que me pides por que estoy malo. Ayer pasé un día terrible; muy malo me vi. Es imposible que pueda yo aliviarme en la cárcel. No me abato por mis enfermedades y además soy de constitución fuerte, pero a la larga no sé cómo me vaya. Necesito ponerme formalmente en cura, pero en la cárcel no me aliviaré porque me falta toda comodidad. Hoy amanecí un poco mejor, pero con la cabeza adolorida y el cuerpo hecho pedazos. Sólo porque es para ti, escribo esta carta. Solamente para ti no me siento fatigado por que te amo. ¿A qué hora pasarás hoy? En las tardes, pasa entre cinco y cinco y cuarto porque a esa hora todavía te veo bien. Más tarde ya no te veo bien y ya sabes el encanto que para mí tiene verte bien tu carita tan linda que quisiera comer a besos. No me dijiste nada de Larragoitiz. Dame también su dirección exacta. Te ruego que estés lista para venir a verme en visita. [Oscar] Lawler dice que va a dejar entrar una vez a los amigos antes de irnos. Temo que no lo sepas a tiempo si estás esperanzada en que te lo avisen los abogados porque ellos no se fijan en cosas pequeñas. Por eso, te suplico que estés lista. Me moriría de pena si todos vinieran menos tú, y creo que no se pasa la semana sin que nos lleven a Arizona. Necesito más fósforos, pero no me los compres tú. Dile a algún amigo que me los mande pronto. Se me acaban porque hay muchos más pobres que yo, que nunca reciben nada de afuera. Te voy a mandar con esta ropa tus libritos. El otro libro lo tiene Manuel [Sarabia]. Acaba de pasar Amadita, pero pasa tan pronto que no me da tiempo de encender el fósforo. Hace cuatro o cinco días que pasó también, pero se detiene unos segundos nada más. Espero verte hoy y saborear el besito que me envíes ¡qué dulces me saben tus besitos! ¡Qué gusto siento cuando veo tu carita que me sonríe! Te amo, dulce bien mío, y por eso todo lo que haces me simpatiza, todos tus movimientos y tus actitudes me caen en gracia. Está contentita, pues tu Ricardo te adora. ¿Cuándo nos uniremos? Me voy a morir de desesperación. ¿Estás delgadita? Pobrecita te hace falta tu Ricardo ¿verdad? Pero ya satisfarás todo lo que deseas; saborearás todas las ternuras de tu Ricardo y todas sus caricias. Ten calma María, que después, por el hecho mismo de haber estado privados tanto tiempo el uno del otro, será más intenso nuestro goce cuando por fin nos pertenezcamos. No estés tristecita. Piensa que tu Ricardo es tuyo porque lo has comprado con tus sufrimientos y él sabrá pagarte haciéndote sentir una dicha que tal vez nunca has conocido. Piensa en mí y si alguno se expresa bien de Magón, piensa que ese hombre es tuyo y que sufre por tu amor. Adiós, ángel mío. Recibe en tu boquita mis besos y está satisfecha con el grande amor de tuRicardo
Hijita amada: Ya salió el Border de febrero, yo lo tengo. Recibí el Appeal que ustedes me mandan con la ropa. No dejen de enviármelo. Eustolia regresó a su casa pronto. Sé de ella porque la esposa de Librado [Rivera] le comunica a este hermano noticias de esa doña. Recibí tu simpática postal. Muchas gracias por ella y unos besitos también. Ya vi que sentenciaron a [Antonio de P.] Araujo.1 Eustolia no se comunica conmigo. Si sabe algo será por conducto de la esposa de Librado. Yo estimo a esa niña; pero a ninguna niña amo como a mi hijita Lucía. Tú eres mi hijita consentida. Estoy seguro de que te amo tanto como si llevaras mi sangre y eso es debido a que adoro a tu mamá. Así es que no te enceles de otras niñas. Ninguna de ellas es como mi hijita Lucía tan buena, tan inteligente y tan linda. Te digo esto porque sé que eres muy celosita y no quiero que sufras por causa de tu padre que tanto te ama. Va bien la agitación. Recibe un besito y el cariño muy grande de tu papáRicardo
1 Antonio de P. Araujo, fue arrestado en Waco, Texas el 14 de septiembre de 1908, por Thomas Furlong y acusado de violación de las leyes de neutralidad por su participación en los preparativos de la toma del poblado de Las Vacas, Coah, el 24 de junio de 1908. En enero de 1909 fue sentenciado a dos años y medio de prisión los que purgó en la penitenciaria de Leavenworth, Kan.
Fuente: AHSRE