ARTÍCULOS PERIODÍSTICOS
Nos estaba reservado a los mexicanos que alentamos en pleno desquiciamiento democrático, ver surgir ese desquiciamiento, en medio de un hacinamiento de leyes mutiladas y de principios destrozados, un remedo de civismo medroso como un emasculado que trata de ocupar en la pugna civil el puesto que sólo a los paladines de empuje les está reservado.
En nuestro viril colega veracruzano La Opinión1, que con verdadero talento dirige el experto periodista Sr. José P. Rivera2, hemos visto insertado, a modo de información, un proyecto para establecer en México un diario político.
Simpatizantes como somos de todo esfuerzo, de toda iniciativa que tienda a romper la monótona inactividad de nuestros conciudadanos, leímos atentamente el "Proyecto" y honradamente lo declaramos, sufrimos la más cruel de las decepciones.
El "Proyecto" se contrae a la creación de un periódico político que trabaje por la "unidad nacional" dentro de la Constitución y de la Reforma.
Dice el "Proyecto" que esa creación se justifica si se considera que México ha aceptado la nueva reelección del Sr. General Díaz, como un medio para conservar la paz y como el lapso de tiempo indispensable para la organización de los elementos políticos que deben en lo futuro sustituir el régimen personalista por un régimen constitucional.
Efectivamente, México quiere la paz y no ha aceptado la reelección, como quieren los autores del "Proyecto", sino que la ha tolerado no porque el actual presidente sea garantía de paz y de orden, sino porque comprende México, que ejercitar el derecho de sufragio en estos tiempos, es interrumpir la paz, no porque los ciudadanos se lancen al campo electoral con las armas en la mano, sino porque las fuerzas del poder caerán sobre los que se atrevan a depositar en las urnas boletas que no llevaran escritos los nombres de los candidatos oficiales. Por lo demás, suponer que México ha tolerado la última reelección, como un medio para que puedan organizarse grupos políticos, al amparo de la paz, constituye una suposición lamentablemente errónea, que puede ser tachada como tal aún por los niños de las escuelas primarias. México ha tolerado la última reelección para evitar un mal mayor que originaría la oposición del poder al ejercicio electoral. No tiene México ninguna ilusión sobre organización de elementos políticos mientras el General Díaz esté en el Poder. Él sólo piensa y él sólo obra, sin permitir que nadie piense ni obre después de él. Estas son verdades sumarias que ya nadie pone en duda.
El periódico al que se contrae el "Proyecto" no haría, por lo mismo, labor sana alguna y sí vendría a aumentar el ya inmenso número de periódicos que como una patente de vida esgrimen el disimulo y la hipocresía para que la verdad no disipe el humo de los turíbulos.
A medida que uno avanza en la lectura del "Proyecto" la decepción aumenta por el convencimiento de que la intelectualidad mexicana ha sufrido una castración vergonzosa y de que las ideas que sobre la política aventuran algunos hombres de estudios, parecen extraídas de los cerebros de los eunucos del Sultán de Turquía.
Dicen los autores del "Proyecto" que sólo el periódico cuya creación se proyecta, puede trabajar por la organización de los elementos políticos porque la prensa actual no puede llevar la nueva y noble misión, estas son sus palabras y los motivos en que se fundan los que enseguida extractamos.
1º. Porque la Prensa oficial sólo está encargada de hacer conocer las leyes y demás disposiciones administrativas.
2º. Porque la Prensa oficiosa, por el hecho de estar sostenida por el gobierno, está desprestigiada. En cuanto a la Prensa extranjera, aun cuando trate asuntos políticos de México, no son los órganos naturales de la política nacional, y por lo que respecta a la clerical, no hay que tomarla en consideración.
3º. Porque –aquí copiamos textualmente—
… podría, en rigor, corresponder esta labor a la Prensa de oposición, si, por fatales circunstancias no estuviera inspirada en idealismos, sin duda grandiosos, pero fuera del medio político en que vivimos, y si, por desgracia, no anduviese extraviada por las obscuras sendas de innobles pasiones y de intereses ruines.
Estamos de acuerdo en lo que atañe a los dos primeros motivos. Pero por lo que respecta al tercero no podremos menos que rechazar enérgicamente la ofensa gratuita que infligen los autores del "Proyecto" a la prensa independiente a cuyas filas nos honramos de pertenecer.
Es indudable que los ideales de la Prensa independiente están fuera del medio político en que vivimos, pero hay que tener en cuenta que si los ideales sanos de la Prensa independiente no están de acuerdo con el medio político ambiente, es porque ese medio es malsano, es el medio de la ergástula, el medio de las intrigas y las delaciones, del gendarme y del cepo. La Prensa independiente al conservar puros sus ideales en ese medio, es honrada, es valerosa y digna de todo respeto.
¿Qué nombre merecerá el periódico que pasivamente, resignadamente se amolde al medio político malsano para vegetar de un modo penoso bajo la escrutadora mirada del censor oficial, sin sentir humillada su dignidad por la intervención del gendarme, ni herido su honor por la gracia de los poderosos?
Luchar por el ideal republicano, no es una excluyente de la honorabilidad de la Prensa independiente, es por el contrario, su más legítimo timbre de gloria hoy que el republicanismo es ajeno al medio en que por desgracia nos ha tocado vivir.
Si el periódico a que se refiere el "Proyecto" va a amoldarse al medio político actual, pobre labor hará, por no decir inmoral.
Amoldarse al medio, equivale a pasar por alto las cuestiones que más interesa tratar porque el medio no permite la manifestación franca de las ideas, y las ideas más interesantes son tenidas por subversivas. Amoldarse al medio es renunciar a pensar, es renunciar a ser ciudadano, es renunciar a ser hombre. Para ser todo eso ya hay de sobra con los periódicos que sostiene el gobierno.
En cuanto a la afirmación de que la Prensa independiente anda extraviada por las obscuras sendas de innobles pasiones y de intereses ruines, ese ha sido siempre el grito que el despecho arranca siempre a los eunucos o la acusación procaz de los que adulan por su salario. La cobardía política siempre ha tratado de morder los talones de los que tienen el valor de sostener una convicción desagradable a los próceres. Esa afirmación es la capucha que la rabia pone en las fauces de los protervos cuando se encuentran en presencia de la energía y del valor.
Pero sigamos con el "Proyecto"
Véase, por lo que copiamos del "Proyecto", cómo va a ser ese periódico:
El programa que por otra parte, debe circunscribir el proyectado diario, encuadra oficialmente dentro de la política hacia la cual debe encaminarse por forzosa manera el señor General Díaz
…es necesario… ya que no existe una ley de imprenta que deslinde con claridad los derechos y obligaciones de los periodistas, encontrar por convención leal y patriótica, cierta esfera de libertad compatible con los intereses que el gobierno tenga absoluta necesidad de defender
¿Si ese periódico encuadra lógicamente dentro de la política del General Díaz, viene a llenar un vacío? ¿Viene a satisfacer una necesidad? Claro está que no. El Imparcial y con él todos los periódicos sostenidos por el gobierno, cumplen ampliamente su embrutecedora tarea. El periódico del "Proyecto" no vendría más que a engrosar las filas del servilismo.
Además, aunque no hay ley de imprenta, con sólo que se aplicase exactamente la Constitución y el Código Penal en su parte relativa, estaríamos conformes los periodistas, sin necesidad de "encontrar por convención leal y patriótica, cierta esfera de libertad" como huecamente declaman los autores del "Proyecto".
El gobierno tiene necesidad de defender todo lo que se relacione con el actual orden de cosas, y esa es la razón por la que no concede ni la mermada libertad que otorga la Constitución. De modo que la convención leal y patriótica de que hablan los autores del "Proyecto", no es otra cosa que la palabrería imbécil de los que tratan de engañar al pueblo haciéndolo creer que lo defienden cuando en realidad no hacen otra cosa que remacharle las cadenas.
Los autores del "Proyecto" se tornan candorosos, cuando al hablar de la acción política del periódico proyectado, dicen que será muy útil al General Díaz, por que concertará los elementos más vigorosos y destacados de la intelectualidad del país, con la mira de que dándose a conocer mejor puedan ir siendo aprovechados por el gobierno en los puestos de la Administración pública.
¿Cuándo ha hecho aprecio el gobierno de las indicaciones de la Prensa sana?
Si los autores del "Proyecto" creen que podrán hacer indicaciones al gobierno, son en verdad unos candorosos. Pero en realidad no hay tal candor. Hay superabundancia de malicia.
Los autores del "Proyecto" engañan al pueblo haciéndole creer que el Gral. Díaz prestará atención a las indicaciones del periódico proyectado, cuando en realidad no hará otra cosa ese periódico, que atender servilmente las indicaciones de los próceres. Los individuos que fingirá dar a conocer, no serán más que individuos a quienes el gobierno ya ha pensado de antemano elevar. Desempeñará ese periódico las funciones que desempeñan El Imparcial y demás periódicos asalariados cuando reciben, antes de alguna elección o de algún acto gubernamental, la consigna de hacer buena atmósfera al candidato oficial o indicar que sería magnífica la realización de tal o cual obra en la que estén interesados los hombres del Poder.
Engaño burdo y falsía cínica entrañan las consideraciones expresadas en el "Proyecto".
Continúan diciendo los autores del "Proyecto" que el periódico proyectado procurará la educación cívica del pueblo. Tal sarcasmo sólo es perdonable en esta época de servilismo. ¡Educación cívica por los que carecen de civismo! ¡Desdichado país aquel en que la cobardía política abriese cátedras de civismo!
La parte del "Proyecto" que da la medida de la abyección en que ha caído una buena porción de la sociedad y de la ausencia de escrúpulos por parte de algunos intelectuales, es la que se refiere a la idealización del proyecto. He aquí cómo se expresan los autores:
Los medios que pueden emplearse para realizar el pensamiento en que venimos ocupándonos son:
I. Recabar la aprobación del señor presidente mediante el compromiso de seguir sus indicaciones y secundar sus altas miras políticas.
Este solo punto basta para que cualquiera conciencia honrada se sienta vibrar de indignación, contra los que tratan de profanar, sometiéndola a extraña censura, la libertad que tiene todo hombre, de pensar y emitir sus pensamientos. Un gobernante que se preocupase por la dignidad de los ciudadanos, arrojaría a puntapiés, colmaría de ultrajes a todo aquel que se despojase voluntariamente de su honor para calarse por inclinación la librea del lacayo.
Recabar la aprobación del General Díaz para hacer un periódico, esto es, para ejercitar un derecho, sólo teníamos que verlo hoy en que la falta de libertad ha afeminado a los hombres, en que el hermafroditismo ha sustituido a la virilidad.
Y todavía se atreven a decir en otro lugar los autores del "Proyecto" que la formación del mismo presupone un conocimiento exacto del medio político, un trabajo preparatorio difícil, alto y patriótico, y una buena dosis de valor civil… ¡Como la mujerzuela que se ensoberbece y reclama respeto por su "abnegado trabajo!"
Tenemos muchos eunucos. ¡Es preciso que haya hombres!
– – – – NOTAS – – – –
1 La Opinión (Veracruz, Ver.). 1904-¿? Dir. Francisco S. Arias. Ed. Col. José Primitivo Rivera. Protegido del gobernador Teodoro A. Dehesa, potsriormente identificado con el maderismo. Tanto Victoriano Huerta como Venustiano Carranza suspendieron su circulación.
2 José Primitivo Rivera. (1869-1916). Periodista veracruzano. Colaboró con La Voz de Lerdo, El Monitor Republicano, El Diario del Hogar y El Hijo del Ahuizote. En 1901 formó parte de la Asociación Liberal Reformista. Durante la ocupación norteamericana de 1914, se quedó al frente del Colegio Preparatorio. Autor de: Cuentos de mi tierra, y colaboró en Liberales ilustres mexicanos (1890), entre otras.
Cuando el doctor Mendizábal comunicó en el seno la llamada Convención Nacional1 que el candidato oficial para la Vicepresidencia de la república era don Ramón Corral, los expectantes de las galerías de la Cámara de diputados sufrieron una desagradable sensación y el doctor Mendizábal tuvo que abandonar la tribuna en medio de una silba espantosa y ruidosa.
Fue que el obscuro nombre de Ramón Corral no provocó un solo entusiasmo, no levantó un solo aplauso, ni tuvo el poder de arrancarle a garganta alguna la aclamación con que el entusiasmo acaricia a los hombres que viven en el corazón de sus conciudadanos.
Fue también que el pueblo, que es vidente y cuyo buen sentido es innegable, vio esbozarse detrás del maravilloso encumbramiento de don Ramón Corral un porvenir cargado de amenazas.
Recién llegado a las esferas de la alta política, sin un pasado glorioso, sin haber agigantado su nombre en las pugnas cívicas ni ostentar en las sienes los laureles que la victoria concede al púgil, don Ramón Corral nunca podrá tener prestigio suficiente que le dé poder y que le otorgue autoridad entre los millones de mexicanos que pueblan la república, dignos muchos de ellos de los más altos puestos.
He ahí por qué la oscura personalidad de don Ramón, al saberse su encumbramiento, produjo en las galerías de la Cámara de diputados una sensación desagradable y en la república el presentimiento de un porvenir pavoroso.
Hay más. Para nadie es un misterio que el personal político de la administración actual está compuesto de dos elementos que constituyen otras tantas camarillas que, aunque fingen adhesión al jefe del Ejecutivo, intrigan cada una por su lado para apropiarse el poder cuando el general Díaz desaparezca del escenario político. Esas dos camarillas e denominan públicamente "científicos" y "reyistas".
"Científicos" y "reyistas" fingen, como se ha dicho, adhesión al jefe del Ejecutivo, como éste buscan y obtienen apoyo del clero, pues sabido es que el clero es incondicional aliado de los gobiernos militares, pero ambas camarillas se han jurado una guerra a muerte y sólo la ausencia de valor político ha impedido que llegaran a las vías de hecho.
Ambas camarillas se disputan la vicepresidencia de la república, como el puesto más aprobado para ejercer, llegado el caso el dominio de la nación, sueño dorado de esas dos banderas reconocidas públicamente como incapaces de asumir una actitud resuelta, pero no por eso menos peligrosas por la labor de intriga y de sombra que con actividad practican para hacerse dueñas del poder.
Recayó la designación, que no la elección, en don Ramón Corral, el golpe asestado a las dos camarillas fue rudo. Poco o nada escrupulosos los "científicos" abandonaron a su Jefe (Limantour) y hoy imploran la protección de don Ramón Corral.
Quedan por lo tanto los "científicos" en la posición que deseaban, adhiriéndose al vicepresidente después de dar la espalda a su antiguo Jefe. Pero desde luego cabe preguntar: ¿el General Reyes permanecerá inactivo ante el triunfo de los que le disputan el mando?
Evidentemente, Bernardo Reyes ha acariciado bastante tiempo la idea de ser presidente de la república para que se le pudiera considerar conforme con el nombramiento de don Ramón Corral. La aparatosa caída del ex-ministro de la Guerra no debe haber pasado sin dejar huella de hiel en el corazón del que por unos instantes se soñó el más grande de los mexicanos para despertar atado a la modesta silla de Nuevo León.
Y así ha sido en efecto. Además, Bernardo Reyes está demasiado viejo; su ambición política no decae; por el contrario, cada vez se manifiesta más vehemente como que ve horrorizado, que el tiempo avanza, que sus canas aumentan, que sus músculos se debilitan y que quizá no está lejano el día en que lo abandone la vida y que con ella se desmoronen las ambiciones no satisfechas.
Bernardo Reyes es impopular, pero trata ahora de recomendarse, ya que no por buenas obras, al menos protegiendo periódicos tan faltos de honorabilidad como los periódicos "científicos".
El gobernador de Nuevo León trabaja sin descanso. Cada arruga nueva que sorprende en su rostro, cada nueva cana que aparece en su cabeza son aguijones que le torturan y le recuerdan que debe estar en el poder antes que don Ramón Corral a riesgo de llevarse a la tumba sus deseos jamás cumplidos.
Esa pasión de mando de que adolece el general Reyes y que lo ha conducido a desaciertos mil que lo han hundido en el desprestigio, indudablemente que no quedará ociosa.
¿Qué hará don Ramón Corral ante la ambición de don Bernardo Reyes?
Don Ramón Corral sin prestigio, sin simpatías, rodeado del grupo "científico" que repugna a las personas serias, sin apoyo en el pueblo, sin merecimientos que den autoridad a su voz, será impotente para contrarrestar la vigorosa labor de su senil adversario.
Afortunadamente el Partido Liberal Puro, hoy alejado del poder, no pierde de vista las maquinaciones de los "científicos" y de los "reyistas" y en caso de que estas dos funestas camarillas traten de encender la discordia, se hará respetar.
– – – – NOTAS – – – –
1 Refiérese a la Convención del Partido Nacionalista efectuada los días 6 y 7 de junio de 1904, presidida por Antonio Tovar y Gregorio Mendizábal. Éste, por orden de Porfirio Díaz, pronunció un discurso lanzando la candidatura oficial. Ramón Corral salió electo con 119 votos, seguido de Ignacio Mariscal con 72, Limantour con 6 y Bernardo Reyes con 1.
Es acción cobarde, es felonía supina ultrajar al indefenso. El libro que Francisco Bulnes acaba de publicar con el nombre de El verdadero Juárez1, esentífico" ha lanzado a la faz de la nación, en los momentos en que el pueblo tiene sobre sus espaldas el látigo del capataz y cuando sufre la tiranía del cacique, cuando es barrido por la mirada oblicua del polizonte y advierte la vecindad de las bayonetas.
El libro de Francisco Bulnes es un reto cínico, cobarde, brutal. Ese libro ha sido lanzado en los momentos en que no se puede exhibir, no se puede examinar la intención perversa que brota del fondo de la obra y la tendencia malsana de Bulnes que salta de página en página como un sapo en las piedras de una charca.
Bulnes, en su libro, injuria a Juárez y ultraja a la patria. Para llegar a esos fines, Bulnes se vacía la sangre mexicana que lleva en las venas y se satura de veneno, se atiborra de lodo y como un cerdo embriagado, pasa el hocico sobre lo que brilla, sobre lo que es cumbre, sobre lo que es gloria: sobre la memoria venerada de Benito Juárez. El libro de Bulnes no es la manifestación sincera de un convencido. Es baladro con que el perro sarnoso quiere ahuyentar a la luna en las noches plácidas. Es la coz con que castiga el mulo al tronco donde está atado. Es la vociferación que el pulque pone en la boca del borracho contra la decencia y la virtud. Es la mirada del libertino que devora las carnes de la doncella a través de los vestidos.
Bulnes mejor que un iconoclasta es un histrión, un desteñido payaso de feria que queda satisfecho cuando al agitar sus arambeles logra arrancar un aplauso al clericalismo imbécil.
Bulnes pretende hacer la historia de Juárez y para ello mutila documentos, inventa hechos, hacina hipótesis estúpidas, tergiversa verdades, aglomera números sacados de su cerebro enfermo y enseguida, con la desfachatez del lépero que descarga el vientre en medio de la multitud asqueada, sale a la vía pública agitando su libelo que es recibido con aplauso en las sacristías, aceptado con fruición por los traidores, aclamado hasta el delirio por esa camarilla tenebrosa que se da a sí misma el desprestigiado título de "Partido Científico", y frailes, traidores y "científicos" en su embriaguez de bestias, llaman valor civil a la temeraria desfachatez de Bulnes.
Juárez, indio insigne; Juárez, el único que en México ha sido, como lo fue Jorge Washington en los Estados Unidos del Norte, el primero en la guerra, el primero en la paz, y, sobre todos los hombres, el primero en el corazón de sus conciudadanos; Juárez, el liberal más grande, el estadista notable, con que se honra la patria; Juárez, el magnánimo que no necesitó del terror para sostenerse en el poder, porque era inmenso; Juárez que tenía la conciencia de su popularidad y por esa circunstancia no amordazaba a la prensa, no dejaba en libertad a sus ministros para no estorbar sus iniciativas y obedecía como demócrata los mandatos del Congreso al que no imponía el silencio; Juárez, el austero ciudadano que no tomaba en alquiler los cerebros de los intelectuales; Juárez, el gobernante paternal ante cuya firmeza se estrellaron las acciones de los revolucionarios, porque su fuerza residía en su popularidad y no en las bayonetas y en los calabozos; Juárez, el autor de la Reforma; Juárez el sostén de la bandera republicana cuando los "científicos" de la época de la Intervención arqueaban el espinazo ante el pirata Maximiliano de Habsburgo; Juárez, el justiciero que en las Campanas hizo que los bandidos Maximiliano, Miramón y Mejía pagaran el crimen de lesa patria; Juárez el virtuoso que no se hizo millonario con el dinero del pueblo y que murió pobre como todo hombre honrado; Juárez que no comprometió el porvenir de la patria con empréstitos ruinosos, que no reconoció la inicua deuda inglesa, que supo preferir al mexicano y no al extranjero, que respetó y observó fielmente las instituciones democráticas; Juárez, símbolo de la honradez pública, símbolo de la libertad, no ha podido ser manchado por la aclamada calumnia de Francisco Bulnes.
La historia no se escribe por salario ni se extrae de su barranca a un payaso vulgar para que entre bufonadas y contorsiones de histérico haga la biografía de los grandes hombres.
El llamado partido "científico" se ha exhibido. Ese partido de aves de rapiña ha lanzado un reto formal a la nación, creyéndola muerta. La nación no está muerta; está maniatada ¡pero las ligaduras no son eternas!
El llamado partido científico ha querido pulsar al pueblo y con terror ha visto que no ha muerto el pueblo, que alienta y que ante la osadía de Bulnes ha lanzado un rugido de león enjaulado. ¿Qué busca Bulnes? Dinero.
¿Qué busca el partido "científico"? Dinero.
El clero está rico y se han echado en brazos del clero.
Pero a pesar de la calumnia, Juárez seguirá ocupando el corazón de los mexicanos. En medio de sus desgracias actuales, el pueblo seguirá soñando con un gobierno puro como el de Juárez.
– – – – NOTAS – – – –
1 Francisco Bulnes, El verdadero Juárez y la verdad sobre la Intervención y el Imperio, México, Librería de la viuda de C. Bouret, 1904
Los verdaderos liberales, los que no somos "científicos", reyistas ni porfiristas; los independientes en fin, que amamos a Juárez porque amamos la obra de ese grande hombre y que somos independientes y vivimos alejados del poder por la razón que si fuésemos "científicos" seríamos traidores, si fuésemos reyistas seríamos partidarios de la ley fuga y si fuéremos porfiristas seríamos partidarios de la demolición de la obra de Juárez; nosotros los liberales puros que expresamos el verdadero modo de sentir del pueblo, hemos presenciado con dolor, con profunda tristeza cómo el espíritu público ha sido torcido y cómo la virilidad ha levantado el vuelo avergonzada de que la república carezca de hombres de energía y de carácter.
El sucio libro que con el título El Verdadero Juárez escribió Francisco Bulnes, constituye un ultraje a Juárez, un ultraje a la labor del estadista insigne y una burla sangrienta, apasionada, loca, frenética, vehemente, como sugerida por la febricitante imaginación de un tuberculoso.
Una avalancha contra el libelo de Bulnes se ha desatado en estos días, formada de protestas más o menos ardorosas, más o menos elocuentes ¡ay! pero cuán pocas dictadas por la sinceridad y la buena fe.
Hilarión Frías y Soto1, Emeterio de la Garza (jr.),2 Juan Dublán,3 Rodolfo Reyes [hijo de Bernardo Reyes], Heriberto Barrón, Ireneo Paz4 y otras personas bastante conocidas por su modo de obrar político en completo desacuerdo con el ejemplo que el Gran Juárez dio, han protestado de palabra y por escrito contra las injurias que Bulnes lanza a la memoria del Benemérito y contra la burla que el propio libelista hace de la obra del grande hombre.
Las protestas formuladas por las anteriores personas, han llamado poderosamente la atención pública, porque los hombres honrados no se explican cómo estos señores que se dicen liberales, que claman contra Bulnes por las injurias asalariadas que escupió sobre Juárez, comen el pan que les obsequia un gobierno que no es liberal y viven tranquilos en un medio político que es el reverso del medio democrático que formó el Benemérito.
Para que las protestas de esos señores fueran sinceras, preciso sería que hubieran demostrado con anterioridad su amor a la memoria del Benemérito por medio de actos políticos significativos, esto es, que los que entre ellos son diputados hubieran comenzado por no aceptar una credencial que no era el producto del sufragio popular, sino del favor del general Díaz.
Frías y Soto, Garza (jr.), Dublán, Reyes (hijo de Bernardo Reyes), Barrón, Paz, y otros liberales circunstancistas han permanecido impasibles ante la demolición lenta, pero segura y firme, de las instituciones republicanas que nos legó Juárez; no han despegado los labios ante los atentados cometidos contra la libertad de pensar que tanto respetó Juárez; han permanecido sordos a los clamores por falta de justicia que se levantan de todos los ámbitos del país, justicia que tanto se afanó Juárez en cimentar; inmutables como las pirámides han presenciado la invasión de los Poderes Federales por cuya independencia luchó Juárez.
¿Por qué protestan, pues, esos señores?
Que los liberales independientes protestemos contra el libro de Bulnes es muy justo y es nuestro deber. Protestamos porque concluida la demolición de la sagrada obra de Juárez, vemos levantarse sobre los escombros de las instituciones libérrimas ese libro infame, como una sanción a la destrucción de la gran obra del patricio. Protestamos, porque ese libro encierra la intención perversa de justificar los actos antidemocráticos de la actual administración. Protestamos porque no sólo la memoria sino la obra de Juárez han sido objeto de una burla, que el libro de Bulnes sólo ha venido a subrayar con contorsiones y gracejadas de payaso.
En el lamentable asunto del libro de Bulnes, hemos sufrido los verdaderos liberales, los que no transigimos, decepciones amarguísimas.
Los estudiantes, la juventud florida que en todo el mundo constituye las fundadas esperanzas de los pueblos, y que entre nosotros debería representar la redención futura de nuestra madre patria, esa hermosa juventud se ha echado por caminos torcidos, de los que, si logra salir será con las alas rotas y el pensamiento cubierto de barro.
Entre la juventud hay inteligencias preclaras que podrían hacerse oír en son de protesta contra el libro de Francisco Bulnes, pero sucede lo que con franqueza acerba afirmó el poeta:
¿Ves esa juventud? Aún de la vida
Se encuentra en el umbral, y sin embargo,
Ya no tiene vigor, ya está perdida…
¡Infortunada patria la nuestra en que la juventud no tiene fuerza para hacerse oír y tiene que pedir auxilio a Salvador Díaz Mirón y a Jesús Urueta… !5
Salvador Díaz Mirón, un tránsfuga del liberalismo independiente.
Jesús Urueta, un clerical que divinizó en una ceremonia en honor de Juárez al Papa León XIII.6
Por fortuna, no todos los estudiantes estuvieron conformes con que sus oradores fuesen Díaz Mirón y Urueta.
De todo ese turbio negocio, han surgido incidentes que serían chuscos si no denunciasen con claridad diurna la existencia de esa úlcera dolorosa que se ha prendido a los espíritus y que se llama cobardía política.
Los verdaderos liberales hemos denunciado la intención perversa del libro de Bulnes que trata de deprimir a Juárez para que, como una consecuencia natural aparezca notablemente agigantada la figura del actual presidente, y hemos protestado contra el libro que ultrajó a Juárez y su grandiosa obra, cuando de esa obra no ha quedado más que el recuerdo que guardamos en el corazón los que anhelamos reconstruirla.
Los liberales de ocasión y de palabra nada más, como Frías y Soto, como Barrón, como Dublán, como Paz, como Garza (jr.), etcétera, se han limitado a hacer aspavientos exagerados que denuncian que su liberalismo es fingido y que hay detrás de esos aspavientos y de esos escrúpulos incomprensibles, no la sinceridad sino el influjo del reyismo histérico que busca una oportunidad para presentarse como liberal, sin recordar el 2 de Abril de 19037, ni los procesos militares contra los periodistas independientes ni el fracasado reyismo armado que se llamó 2ª Reserva.
Esos reyistas se presentan atacando a Bulnes, fingiendo liberalismo, pero en realidad atacan el histrionesco "Partido científico" de que están envidiosos los reyistas, porque los científicos ganan millones de pesos.
Para el reyismo y para los "científicos" el amor a la patria no existe; para ellos lo único que existe es un amor desmedido de riquezas y de comodidades.
El reyismo atacó a Bulnes para herir al corrompido científico. ¿Por qué no ataca directamente a los "científicos" como lo hacemos los verdaderos liberales?
¡Por cobardía política!
Por cobardía política también el reyismo no llega al fondo de la obra de Bulnes ni exhibe esa perversa intención que nosotros hacemos notar.
Hay algo más que mueve a compasión hacia el reyismo.
Garza (jr.) no quiere ser compañero de Bulnes en la Unión Liberal. No le molestó a Garza (jr.) que la Unión Liberal, creada para adular al general Díaz, sea una sociedad donde se practica el servilismo, y aún estaba ufano de pertenecer a ella. Lo que molesta a Garza (jr.) es que Bulnes pertenezca a esa corporación.
Dublán, que es diputado, pide la expulsión de Bulnes de la Cámara de diputados. No le molesta a Dublán que Bulnes, como él, no sea representante del pueblo porque éste no los ha elegido. Esa es una inconsecuencia. Dublán debería pedir, y eso sería aplaudido por toda la nación, que no se reconociera la credencial de ningún diputado, la suya inclusive, por no haber obtenido el sufragio del pueblo.
– – – – NOTAS – – – –
1 Hilarión Frías y Soto. (1831-1905). Médico y periodista queretano liberal. Participó en la Guerra de Reforma y combatió la Intervención Francesa. A la caída del Imperio fue redactor y colaborador de El Siglo XIX y El Monitor Republicano. Sus fervientes defensas al liberalismo provocaron múltiples controversias.
2 Emeterio de la Garza h. (1873-1948). Abogado coahuilense. Diputado al Congreso de la Unión de 1898 a 1910. En 1902 fungió como secretario de la delegación mexicana en el Segundo Congreso Panamericano. Abogado consultor de la Secretaría de Fomento en 1911 y de la Secretaría de Instrucción Pública en 1912. Ocupó los consulados de México en Nueva York y Chicago. Autor de La reelección. 1900 a 1904 (1900). Sentencia… en el asunto de Tlahualilo, 1911; España-Inglaterra-Portugal. Los estados latinos de América y los Estados Unidos de América.
3 Juan Dublán Se adhirió al zapatismo en 1913.
4 Ireneo Paz (1836-1924). Abogado, escritor, periodista y político liberal jalisciense. Combatió la Intervención francesa. Al triunfo del Plan de Tuxtepec fue secretario de gobierno de Sinaloa, Jalisco y Colima. Fundador de El Padre Cobos y La Patria (1877-1911). Entre sus trabajos literarios destacan: La bolsa o la vida (drama, 1863), Los héroes del día siguiente (comedia, 1871), Doña Marina (novela histórica, 1883), Datos biográficos del general de división Porfirio Díaz, con acopio de documentos (1884) y Porfirio Díaz (t.I, 1911).
5 Jesús Urueta (1867-1920). Abogado, orador y periodista chihuahuense. Colaboró en El Siglo Diez y Nueve y La Revista Moderna. Diputado reyista. Secretario de Relaciones Exteriores en el gobierno de Venustiano Carranza (1914-1915). Escribió: Fresca (1903), Alma poesía (1904), Pasquinadas y Desenfados políticos y Discursos literarios (1919).
6 León XIII (1810-1903). Joaquín Vicente Pecio, sucesor de Pío IX. Durante su pontificado se publicó la encíclica Rerum Novarum. Abrió los archivos del Vaticano. Fue sucedido por Pío X.
7 Véase supra, n. 164.
Diariamente aparecen en los periódicos que por unas cuantas monedas han vendido su pudor al gobierno, sendos artículos por medio de los cuales se trata de hacer creer que México progresa; que el futuro de la patria está asegurado y que la nación figura ya en el número de las naciones prósperas del mundo.
Para comprobar el notable progreso que se quiere suponer a nuestra patria, la impúdica prensa semioficial se enronquece enumerando las vías férreas que hay en la república, los bancos, las negociaciones industriales y comerciales y el crédito financiero, que se dice gozamos en el extranjero.
Sin embargo, nada hay tan falso como ese progreso. La prosperidad de que habla la prensa semioficial es una bella mentira inventada en las esferas gubernamentales para conformar al pueblo por la pérdida de sus derechos.
Nuestro colega El Demócrata Fronterizo1 trae acerca del progreso de México un interesante artículo, que con gusto reproduciríamos si nos los permitieran las dimensiones de nuestro periódico, conformándonos con extractarlo lo más fielmente posible.
Dice el colega, que la mayor parte de los ferrocarriles han sido construidos con dinero de la nación, creando una inmensa deuda, y que esos ferrocarriles lejos de impulsar la producción de México y de favorecer al comercio y a la industria, ejercen un monopolio irritante no sólo por la mala construcción de las líneas, el pésimo servicio y por estar servido por extranjeros zafios, sino porque hacen una competencia abrumadora a los hombres de negocios, acaparan el metal blanco imposibilitando las transacciones monetarias, se imponen al comercio y al gobierno mismo a quien amenazan constantemente con la intervención de sus gobiernos.
Al hablar de las empresas industriales, dice el colega que la mayor parte son extranjeras y explotan miserablemente a los trabajadores mexicanos con el establecimiento de tiendas de raya y amenazan a las autoridades con reclamaciones internacionales, muchas de las cuales han sido llevadas al terreno diplomático.
Hablando de los bancos, afirma el colega, con sobra de juicio, que sólo son establecimientos de agio con la agravante de que sus existencias en metálico son inferiores a las cantidades que representan los billetes en circulación, circunstancia que más de una vez ha provocado serias crisis.
Respecto del crédito del país, dice textualmente el colega:
¿Podemos aplaudir, como un progreso para México, el crédito de que el país goza en el extranjero, o sea una deuda enorme, que se agiganta más cada día, porque a pesar de haberse quintuplicado los ingresos desde el advenimiento de la administración tuxtepecana, no alcanzan siquiera para pagar los intereses que esa deuda, cada día más grande devenga anualmente? Y el hecho de que cada periodo administrativo del señor general Díaz está señalado por uno o dos nuevos empréstitos contraídos, a pesar del brillantísimo estado de progreso del país, está ahí, ante los ojos de todos, probando con claridad indiscutible, que el aparente esplendor de México es ficticio, porque resulta, no de la producción nacional, sino de las deudas contraídas periódicamente en el extranjero.
He aquí desbaratadas en corto número de líneas, las mentiras que diariamente propala la prensa sostenida por el gobierno.
El progreso material de México, es un papel de colores con que se encubre nuestra inmensa miseria, y las deudas que el gobierno contrae periódicamente ameritarán la intervención de las escuadras extranjeras en un porvenir no lejano por cierto, porque la nación no podrá pagar ni los réditos de lo que actualmente debe.
El porvenir de la patria es inquietante y el gobierno no se preocupa por el porvenir. El gobierno se preocupa porque no haya discordantes en el concierto de alabanzas mercenarias que de todos los ámbitos del país se levantan, para ensalzar el mentido progreso que por varios lustros ha sido el dulce sueño con que se han embriagado millares de mexicanos ciegos, que no despertarán hasta que las legiones extranjeras los hagan marchar a culatazos.
Pero hay algo que entraña una gravedad más grande que el engañoso progreso material de México.
Pensadores insignes han dicho, que la grandeza de las naciones no se mide por el número de ferrocarriles que crucen el territorio ni por el número de fábricas, ni por la pluralidad de sus negocios, sino por la dignidad de sus ciudadanos.
Ahora bien, para que pueda haber ciudadanos dignos es forzoso que se viva en una atmósfera de libertad en que la pasividad servil de los lacayos no sea considerada una virtud sino como una desgracia.
En nuestra patria, vemos cómo decae de día en día el vigor moral de los ciudadanos. Nadie tiene fuerzas para protestar contra el abuso. Cuando el cacique levanta la voz hasta hacerla ultrajante; cuando el juez aplica un fallo desprovisto de justicia; cuando el gendarme requiere el bastón para humillar a un hombre y cuando la autoridad arrolla las garantías individuales, un temblor medroso mortifica el organismo de los hombres y no hay una voz pujante que denuncie el delito, ni un corazón bien puesto que arda en ira ante el atropello y el abuso.
Es que el medio en que vivimos actualmente los mexicanos, es el medio más propicio al afeminamiento de los ciudadanos. El convencimiento sombrío de que la dignidad tiene por premio el calabozo ha borrado de las conciencias el apotegma esencialmente enérgico que el Constituyente Ponciano Arriaga lanzó en momento de suprema virilidad:
¡Ojalá que todas las autoridades y los ciudadanos todos, protestasen como un solo hombre, al considerar que el ataque a las garantías de un individuo, es un ataque a la sociedad entera!
El tiempo que el actual gobierno ha necesitado para tender líneas férreas que pesan sobre la nación, para proteger bancos que hacen operaciones de judíos, para llamar capitales que exploten a los braceros mexicanos y cimentar el crédito que constituye nuestro descrédito, porque solamente para pagar los réditos de nuestra monstruosa deuda se solicitan nuevos empréstitos, todo ese tiempo lo ha empleado también para poner al pueblo en buenas condiciones de abyección, como cínicamente lo indica Bulnes en su libelo El Verdadero Juárez.
Esas buenas condiciones de abyección significan: ignorancia, para que el pueblo no comprenda su infortunio; cárcel para que al pueblo no se le ocurra ejercitar el más rudimentario derecho; prensa gobiernista, para que el pueblo se embrutezca conscientemente y llegue a considerar bueno lo que en realidad es pésimo; fanatismo católico para que el pueblo permanezca indiferente a sus sufrimientos.
Aparte de estas buenas condiciones de abyección, se tiene al pueblo en la miseria más grande, que es un buen vehículo para la abyección. Se permite que se le explote, y cuando quiere buscar en algún país extranjero el pan que aquí le escatiman los señores feudales y el respeto que aquí le niegan los caciques, el ministro de Gobernación expide una circular tendiente a amedrentar a los trabajadores con pinturas chuscas que quieren ser trágicas, de los sufrimientos a que están sujetos los trabajadores mexicanos en el extranjero, sufrimientos que no los hay, pero aun cuando los hubiera, serían más pasaderos que la explotación que aquí se ejerce con ferocidad de ave de rapiña sobre el trabajador, y las arbitrariedades de que es objeto el ciudadano, por parte de ciertas autoridades.
No es posible que en un medio de esta naturaleza pueda haber dignidad. La dignidad será ocultada ciertamente por aquellos que la sientan y la hipocresía la marchitará antes de tomar robustez ese sentimiento viril que hace prosperar a las naciones.
Este es en síntesis el cuadro pavoroso que ofrece nuestro infortunado país. El porvenir que está reservado a nuestra patria si se continúa por el camino antidemocrático que hasta aquí se ha seguido, fácil es preverlo, y sólo de pensar en ese porvenir cargado de humillaciones se inunda el alma de amargura y no es posible evitar el remordimiento por haber dejado perder la obra de nuestros padres.
– – – – NOTAS – – – –
1 El Demócrata Fronterizo, Laredo, Tex. E. U. A. (1896-1920). Dir. José Cárdenas.
Es tarea ingrata aprovecharse del desvarío de un demente para hacer política. Las buenas causas no necesitan pretextos para prestigiarse, sus manifestaciones son oportunas en cualquier tiempo porque son manifestaciones de la verdad, y el pueblo mexicano tiene sed de verdad desde que la mentira ha imperado en los actos políticos del país.
No sucede lo mismo con las malas causas. Éstas están en continuo acecho de oportunidades en que sin hacer sacrificio alguno, puedan ostentarse oropeladas para no causar repugnancia.
El reyismo es una mala causa, y por ende, profundamente antipática y perfectamente impopular. Caída en desprestigio, arrinconada en Nuevo León en cuyo gobierno está su jefe, acechaba una oportunidad para presentarse en público, no como reyismo, sino como liberalismo, o lo que es lo mismo, no acechaba la oportunidad de presentarse como la camarilla siniestra que con sus escándalos gubernamentales ha conmovido pavorosamente a la nación, sino como la representación del espíritu liberal de los mexicanos.
Aparece el libro de Bulnes lanzando lodo a la frente del Benemérito Benito Juárez y haciendo mofa de la labor democrática del grande hombre, y el reyismo encuentra la oportunidad de conquistar una miserable gloriola.
Esto es lo irritante. Si alguien no tiene derecho para protestar contra el libro de Bulnes, ese es el reyismo.
El reyismo es una bandería sin principios que tiene hambre de gobernar, mejor dicho, de tiranizar. El reyismo se ha distinguido en el país por su autoritarismo, por su intransigencia a que se le discuta, por sus impulsivismos generadores de torrentes de lágrimas, por su carencia de respeto a la ley. El reyismo no tiene ningún derecho para asumir la representación del Partido Liberal y preferible sería que continuara devorando su despecho en silencio, a que aprovechando la ocasión que el imprudente grupo "científico" ha presentado por medio de Bulnes, trate de mistificar al pueblo con protestas sugeridas por la envidia y no por la veneración a Juárez.
Los liberales hemos visto con profundo desagrado la mistificación, el embaucamiento que fragua el reyismo para hacerse pasar por liberal, cosa que consigue entre ciertas personas superficiales, pero los que recordamos los desaciertos de esa espeluznante camarilla, no podemos menos que sentir indignación hacia el lobo disfrazado de carnero.
No pueden ser sinceras las protestas del reyismo contra el libro de Bulnes, por la sencilla razón de que el general Reyes, jefe del reyismo, no se distingue por su liberalismo.
Para abrigar cariño por Juárez, se necesita ser liberal, esto es sentir amor por el pueblo, no atropellarlo cuando manifieste públicamente sus ideas, permanecer en el gobierno contra la voluntad de los ciudadanos, no amordazar a la Prensa.
¿Puede abrigar cariño por Juárez un gobernante como Bernardo Reyes? La contestación negativa se impone.
Entonces ¿por qué protestan los reyistas Heriberto Barrón, Hilarión Frías y Soto, Emeterio de la Garza, Rodolfo Reyes (hijo de Bernardo Reyes), Juan Dublán y un tal Mateos Cejudo?
¿Bernardo Reyes, como gobernador de Nuevo León sigue el camino de amor al pueblo que trazó el gran Juárez?
Sarcasmo injurioso sería la contestación afirmativa a la última pregunta.
El reyismo no protesta contra el ultraje inferido por Bulnes a la memoria del Benemérito de América. El atrabiliario reyismo toma como pretexto el libro del "científico" sólo para atacar al grupo rival suyo como ya otras veces lo hemos afirmado.
Ruines rencillas, mezquinos intereses personalistas son los que provocan esas protestas hipócritas, que sirven a la vez para desprestigiar al traidor grupo "científico", para dar al reyismo cierto prestigio liberal que no ha logrado adquirir en el gobierno por sus extravagancias y por sus desmanes.
Es preciso que los verdaderos liberales no se dejen engañar por el falso liberalismo de los reyistas.
Si calláramos en estos momentos en que la aparición del libelo de Bulnes1 ha agitado poderosamente al Partido Liberal, cometeríamos, como liberales que somos, un crimen que las generaciones futuras no maldecirían lo bastante: cometeríamos un delito de lesa Patria, que ni con la horca pagaríamos, y toda la infamia con que la gente honrada señalase justamente nuestras frentes protervas sería insuficiente para castigar nuestra cobardía.
Ya hemos explicado que la intención de Bulnes al escribir el libelo contra el Benemérito, no fue otra que la de deprimir la memoria del Grande Hombre para que forzosamente, fatalmente, ineludiblemente resaltara como única figura grande de la Historia Patria la personalidad del General Díaz.
Así lo han sentido todos los liberales honrados, los que no comen del presupuesto, los que viven alejados del Gobierno por ser éste clerical, los independientes en fin.
Contra las injurias que Bulnes lanza contra el Patricio, hemos protestado todos los liberales honrados; pero nuestras protestas sinceras no han estado solas, a ellas han unido las fingidas protestas del reyismo, las declaraciones histrionescas de esa hampa que tiene su Corte de los Milagros en Monterrey.
El llamado "partido científico" tiene dos enemigos naturales, a saber: el verdadero Partido Liberal formado por los elementos independientes y sanos de la Nación, esto es, por los ciudadanos que no han contribuido a poner el pueblo en el estado de abyección en que se encuentra, sino que por lo contrario, hace veintisiete años que luchan por la reconquista de los derechos, y el partido reyista que nació al siguiente día de haber dejado su jefe el sombrero jarano de guarda rural para asumir el mando del Gobierno de Nuevo León.
El Partido Liberal es enemigo del "partido científico," porque este partido, el "cientifico," es aliado del clero y es una agrupación de personas desprovistas de ideales sanos. Los "científicos" fueron los enemigos de Hidalgo, de Morelos, de Guerrero, de Juárez y de Lerdo de Tejada. Los "científicos" fueron quienes formaron el risible Gabinete Ministerial del pirata Maximiliano de Habsburgo. Los "científicos medran en todos los gobiernos; son los acomodaticios; los que están pendientes del "sol que nace;" los que aconsejan a los gobiernos oprimir en nombre de "la ciencia," esto es, que se ponga al pueblo "en buenas condiciones de abyección," como deplora Bulnes en su libelo que no hubiera hecho Juárez con el pueblo por que el pueblo abyecto se deja oprimir, el pueblo abyecto se deja, engañar, el pueblo, abyecto se deja rapiñar, maltratar, vejar, violar, matar sin que proteste, sin que se indigne, sin que se encolerice.
Por todo eso es enemigo el Partido Liberal del partido "científico."
El partido reyista es enemigo del partido "científico," no por lo que de opresor y de inmoral tiene el "cientificismo." El reyisimo no se escandaliza de las tiranías, por que es un partido que ha ejercido y ejerce aún la tiranía. El reyismo practica la tiranía en todas sus formas. En este sentido no puede haber sorpresas para él, ni disgusto. El partido reyista es enemigo del partido "científico," por que los miembros de este partido están riquísimos, hacen negocios espléndidos realizando ganancias fabulosas como judíos inteligentes y faltos de escrúpulos y no convidan al reyismo que famélico y ávido como un náufrago, se muerde los codos de despecho y desesperación.
He aquí explicamos en pocas líneas, los motivos que ha habido para que los liberales sinceros protestemos contra el libelo de Bulnes; motivos sanos, motivos honrados manifestados con virilidad por nuestros correligionarios. También quedan explicados los motivos turbios, los motivos fangosos, que han tenido los reyistas para protestar, fingiendo liberalismo, contra el propio libelo.
Ahora bien; como ya hemos explicado en anteriores números, el reyismo, en su agonía, considerando el desprestigio inmenso en que había caído; sintiendo sobre su culpable cuerpo la mirada airada de la Nación que se estremeció indignada al descubrir el pasado de lágrimas de Nuevo León y al presenciar la organización armada del reyismo que se llamó 2ª Reserva, los procesos militares contra los periodistas independientes a quienes se les hacia caminar en cuerpo de patrulla por el fango de las calles como si se hubiera desleído previamente el alma del reyismo y al ver por último los atentados al pueblo neoleonés el 2 de Abril del año pasado, sintiendo el reyismo sobre su culpable cuerpo la mirada airada de la Nación, quiere ahora cubrirse con el manto del liberalismo, él el reyismo que tanto persiguió a los clubs liberales; el reyismo que encarcelo a los miembros del Club de Lampazos; el reyismo que persiguió a los miembros del Club Liberal de San Nicolás Tolentino; el reyismo que por medio de sus esbirros persiguió a los clubs de Cuicatlán, de Valles, de Pichucalco y de cien lugares más; el reyismo que con Heriberto Barrón a la cabeza cayó sobre el Club Liberal "Ponciano Arriaga" de San Luis Potosi el 24 de Enero de 1902; el reyismo que persiguió a los viriles periódicos Regeneración, El Hijo del Ahuizote, ¡Excelsior! y Vesper, ese reyismo autor de mil atentados contra la libertad del pensamiento, contra la libertad de reunión, se finge hoy liberal y demócrata para no causar náuseas porque es revulsorio, porque hiede.
Los liberales honrados nos sentimos ofendidos al ver como la prensa semioficial y la clerical nos confunden maliciosamente con el reyismo, y para deslindar los campos es bueno, es noble, es honrado hablar alto y claro.
No somos reyistas; si lo fuésemos seguiríamos la torpe y necia táctica de los heraldos del reyismo en esta capital: Los sucesos2 y Tilín-Tilín3.
Esos dos papeles sienten vergüenza de declarar que son reyistas; pero trabajan a favor de Bernardo Reyes de un modo vergonzante y cobarde, aunque se resisten a confesarlo, porque de hacerlo, caería sobre ellos el desdén público.
Hechas estas importantes aclaraciones, indispensables para que el Partido Liberal no se deje sorprender por el reyismo disfrazado hoy de liberalismo, diremos que, los órganos reyistas como Los Sucesos, Tilín-Tilín y otros no menos sucios, pretenden asumir la representación del Partido Liberal.
Así se desprende de un manifiesto que, Firmado por "Varios Liberales" y con él título: "Al Gran Partido Liberal de la República.-El Libro de Francisco Bulnes," expidió el periódico reyista Tilín-Tilín como alcance a su número 9.
La mistificación no puede ser ni más grosera, ni más burda, grosera y burda como todas las hazañas del reyismo.
El manifiesto a que nos contraemos es una muestra acabada de la cobardía política que caracteriza el reyismo. Habla del libelo de Bulnes y del libro de Duclós Salinas: México Pacíficado.- Los hombres que lo gobiernan.- Porfirio Díaz.- Bernardo Reyes4. A Bulnes le reprochan los reyistas que manche la memoria del Benemérito, como si Bernardo Reyes no manchara la obra del Patricio. A Duclós Salinas le reprochan que ataque al general Díaz y no tiene ni el valor de defender a Bernardo Reyes que, en la obra de Duclós Salinas, aparece delineado sombría, fatídica, tétrica, siniestramente.
No defienden a Reyes los reyistas, por cobardía política. No son capaces de asumir una actitud entera, una actitud de luchadores nobles. Por manchado que esté Bernardo Reyes, deberían los Reyistas salir en su defensa; pero no lo hacen porque comprenden que Reyes lleva el desprestigio impreso, embebido mejor dicho en su personalidad política, y los luchadores mediocres tienen los hombros demasiado flacos para soportar las responsabilidades.
El Partido Liberal no debe dejarse sorprender de los reyistas. El Partido Liberal no adula al general Díaz y el reyismo sí lo adula.
En el mismo manifiesto a que nos referimos, dicen los reyistas:
Sometemos a la consideración del Gran Partido Liberal las siguientes proposiciones:
2ª El Gran Partido Liberal declara su adhesión al Sr. general Díaz quien, como Presidente Constitucional de la República debe contar y cuenta con el decidido apoyo de este partido.
En la conciencia de cada liberal honrado brilla resplandeciente la persuación de que el Sr. Díaz no es liberal, y, por lo mismo, el Gran Partido Liberal no declara su adhesión al actual Presidente. Esto lo decimos franca y virilmente los liberales honrados.
Pero el reyismo, que no es liberal, adula, se encorva, lame los pies del Presidente para que éste retire su protección a los "científicos" y de las de a los adeptos de Bernardo Reyes en forma de negocios lucrativos, de tierras fértiles, de ríos de plata y de montañas de oro. ¡El oro, el oro, el oro, tras del cual alarga el reyismo sus manos entecas sufriendo el suplicio de Tántalo!
El reyismo es histrionesco, es vulgar, es bufo. Ambiciona las más altas cumbres; pero los tordos no suben al Popocatépetl.
El reyismo es cobarde en política, por que niega a su jefe, Bernardo Reyes , y adula al General Díaz.
Que hable Heriberto Barrón, que hable Rodolfo Reyes (hijo de Bernardo Reyes), que hable Hilario Frias y Soto, que hable Irineo Paz, que hable Diódoro Batalla, que hablen Los Sucesos, que hable Tilín-Tilín, que hablen en suma todos los reyistas. Que manifiesten si se puede ser liberal y adular al mismo tiempo al actual Gobierno antiliberal.
¡Correligionarios! no os dejéis sorprender del reyismo. El reyismo no puede ser liberal. El reyismo está tan manchado como el cientificismo.
El reyismo ha dicho desde Los Sucesos que él triunfará y que a la hora del triunfo empleará la guillotina y la ley fuga. Antes de triunfar ha empleado eso y de ahí proviene parte de su colosal desprestigio.
El reyismo, por lo tanto es una amenaza. No hay que entregarse a él.
Dejad que el reyismo se convulsione, escupa bravatas y se revuelque colérico; pero estemos listos para aplastarlo cuando suban a su cerebro los humos de esa megalomanía que ha dejado tantas tristezas en los hogares de Nuevo León, tantos resentimientos en el espíritu liberal del pueblo.
Hemos hablado con verdad para prevenir contra un mal público, Toca al pueblo calificar nuestra actitud.
El reyismo es una amenaza y es preciso estar prevenidos. Hasta aquí ha fracasado por su falta de inteligencia. No hay que dejarlo que se levante.
– – – – NOTAS – – – –
1 Véase, supra, n. 175.
2 Los sucesos (1904-1905, 1914-1915). México, D. F. Diario independiente. Ed.: Pedro Hagelstein.
3 Tilín-Tilín ‘Semanario humorístico ilustrado de política, teatros y literatura’ (1904-1918). México, D. F. Dir: Álvaro Pruneda; Red.: Antonio M. Altamirano; Rafael Aguilar, gerente.
4 Adolfo Duclós Salinas. Méjico Pacíficado. El progreso de Méjico y los hombres que lo gobiernan.- Porfirio Díaz.- Bernardo Reyes. St. Louis, Mo. Imprenta de Hughes y Cía., 1904.
Es bueno en cualquier tiempo, es honrado siempre, quitar de los ojos del pueblo la venda que le impide ver con claridad los hechos y los hombres, para que con criterio sano pueda sacar de unos y de otros deducciones severas por más que sean dolorosas.
Hay en la frontera del Norte tres personalidades que, merced al prestigio conquistado en épocas luctuosas, son vistas con general interés y no pocos ciudadanos esperan que esas personalidades por medio de su acción, por medio de su empeño, logren librar al pueblo de Nuevo León de la dictadura que durante diecinueve años ha ejercido Bernardo Reyes sobre aquel desventurado Estado fronterizo.
Bastarían los diecinueve años de opresión reyista para convencer aun a los más ciegos partidarios de esas personalidades, que ellas son impotentes para la lucha cívica, y que sus brazos si fueron robustos en época lejana, hoy sólo son aptos para sostener el fajo de billetes de Banco que cosechan en sus múltiples propiedades.
Esas personalidades son los generales Gerónimo Treviño, Lázaro Garza Ayala y Francisco Naranjo.
Los hijos de Nuevo León lo han esperado todo de esas tres personalidades con la confianza con que el mahometano espera el cumplimiento de su destino. Han esperado progreso, han esperado libertad, han esperado justicia de esas tres personalidades y el progreso, la libertad y la justicia se han desvanecido como hermosos sueños ante la realidad grosera de los rurales de Bernardo Reyes.
Diecinueve años de dominación reyista significa en la historia de Nuevo León diecinueve años de lágrimas y violencia administrativa.
Y en esos diecinueve años, Treviño, Garza Ayala y Naranjo ¿qué han hecho en beneficio de Nuevo León? ¿Han sido púgiles? ¡Han aplicado su esfuerzo a las cadenas que atan al pueblo para romperlas? ¿Se han mostrado siquiera viriles enfrente del dominador?
Durante esos diecinueve años Treviño, Garza Ayala y Naranjo no solo han permitido a Reyes que oprima al pueblo, sino que ellos mismos se han dejado dominar.
Ellos han soportado que Reyes les infiera el ultraje de permanecer al frente de un Estado que no lo ha elegido; ellos han soportado que Reyes domine como señor feudal en la Tierra que los vio nacer; ellos han visto la aplicación de la ley fuga en Nuevo León sin sentirse indignados; en su presencia se ha acuchillado al pueblo de Monterrey el 2 de abril del año pasado; han visto perseguir, encarcelar y vejar a los hijos dignos del Estado y se han inmutado.
¿Qué espera el pueblo de Nuevo León de hombres que no luchan de personas que sólo buscan el mayor producto de sus haciendas y cuyas ilusiones todas, cuyos fervientes anhelos residen en la resistencia de los sacos que deben contener los millones de plata amonedada?
¡Ah! Pero la indiferencia musulmana de estos generales a los males del pueblo seria menos censurable si permanecieran absolutamente retraídos de la política. Más no sucede así ¡Hacen Política!
El acicate de Bernardo Reyes debe haberles sangrado los costados, a juzgar por cierta actividad politiqueril de que comienzan a dar muestras.
Pero no luchan como púgiles, no disputan en la brega la supremacía que da el esfuerzo tenaz, ni los tres se han enfrentado a Bernardo Reyes y sus sicarios para conquistar el triunfo. ¡Se han echado en brazos del partido "científico"!
Débiles para luchar han buscado el auxilio de este partido que tanto daño ha hecho a la Nación.
¿Puede esperar algo para su engrandecimiento el pueblo neoleonés de los tres generales citados?
Echarse en brazos del partido "científico" cuando se llevan en el pecho medallas de cien hazañas y en los hombros las nobles insignias de una alta jerarquía militar ganada con bravo esfuerzo, es acción que no debe perdonar el pueblo fronterizo.
Lo peor del caso es que es que el partido "científico" ha ofrecido a sus aliados los generales que Reyes no sería gobernador de Nuevo León, y hemos visto que, a pesar de todo, Reyes quedó de gobernador.
Ahora se dice que Reyes será definitivamente retirado del Gobierno del Estado en diciembre próximo, porque así lo ofreció el partido "científico" a los generales.
Reyes no bajará del Poder y el pueblo de Nuevo León continuará siendo oprimido mientras no se convenza de que en política sólo con virilidad se vence.
Decididamente el medio en que vivimos no es propicio a la formación de caracteres viriles que pudieran en cualquier tiempo manifestar sus energías.
Hay que confesar, no sin amargura ciertamente, que constituimos un productivo rebaño de carneros prontos a dejar nuestras lanas en las garras de todos los rapaces, nuestras carnes a merced de todos los apetitos, mientras nuestra dignidad y nuestro honor ruedan por el asfalto mendigando puntapiés y salivazos.
Por donde quiera que dirigimos la vista encontramos el atropello, distinguimos el ultraje, palpamos la vejación. Respiramos una atmósfera de injuria y arbitrariedad; pero estamos saturados de abyección, y envilecidos y cobardes, vagamos al acaso sin que nuestros puños se crispen, sin que nuestros cuerpos se sacudan bajo la influencia de la indignación, y cuando nuestras bocas se abren desmesuradas y nuestros ojos amenazan independerse de sus órbitas y los oídos esperan el varonil apóstrofe o la interjección robusta, un ¡ay! desoladoramente femenino brota de nuestros labios como gime el carnero bajo la acción del cuchillo.
Un medio tal, propio para incubar esclavos, tenía que ofrecernos espectáculos faltos de nervio como el que hemos estado presenciado a resultas del libelo que escribió Francisco Bulnes.
Entre las protestas sinceras de los liberales de buena fe que han comprendido la perversidad de Bulnes de presentarnos pequeño a Juárez para agigantar la figura del actual Presidente, se han deslizado las fingidas protestas del reyismo disfrazado de liberal, que encontró una oportunidad para atacar a su rival el grupo "científico"
Los partidarios de Bernardo Reyes se han distinguido por sus extravagancias. Uno de ellos pidió que se quemaran todos los ejemplares del libelo. Otro indicó que era conveniente allanar la morada del traidor libelista. El de más allá, presa de pudibudences de chascarrillo, pidió a sus compañeros la expulsión de Bulnes de la Cámara de Diputados, otro reyista no quiso pertenecer a la llamada Unión Liberal porque a ella pertenecía Bulnes. Otro, que se ha dedicado a editor con los pocos centavos que ha logrado obtener de su jefe, pidió que se retirase a la casa de Bouret1 la protección general para ganarla él. Otro más, profesor de Derecho Constitucional e hijo y partidario activo de Bernardo Reyes, dijo en el Circo delante de señoras y señoritas una frase que incendió la sangre de los anémicos y puso rubores en las telas negras de las levitas.
Los sucesos y Tilín-Tilín, periódicos reyistas, extremaron la extravagancia y la histeria que caracterizan a ese partido, que sería bufo, si su historia no fuese trágica.
Pero el reyismo no se ha atrevido a denunciar la intención perversa del libro. El reyismo a comprendido que existe, que vive en las páginas del libelo de Bulnes la intención que virilmente hemos denunciado y que él ha encontrado también, pero no ha tenido el valor de demostrarse severo, recto y energético a ese respecto, y su palabrería de cuartel ha escondido su debilidad, su escándalo de soldadera alcoholizada ha tomado el puesto de la sinceridad de que carece, y como no es liberal y quiere aparecer como tal, finge, disimula, exagera y caricaturiza hasta la extravagancia y el ridículo.
De esa exageración del reyismo, de esa extravagancia enfermiza se ha aprovechado la prensa clerical que superabundando en malicia y mala fe, trata de hacer comprender que el reyismo es el Partido Liberal para exhibir a éste por los defectos de aquel.
La prensa clerical sabe muy bien, como que ha coadyuvado al medio de abyección en que vejeta nuestra ciudadanía estéril, sabe muy bien esa prensa que el reyismo desde su formación hizo abdicación de su masculinidad, y que por lo tanto, nunca llegará al fondo del asunto del libelo de Bulnes.
Bulnes, por su parte, también lo sabe y ríe ante las demostraciones del reyismo.
Arrinconado el histrión lebelista en su casa del Paseo de la Reforma, adonde se ha refugiado huyendo de la justa befa y del merecido ultraje, envía sus sarcasmos a El Tiempo2, para que este periódico los sirva en sus columnas a sus mogigatos subscriptores y a los curas holgazanes, que gastan sus ocios en lecturas irritantes cuando no actúan de faunos en las penumbras de las sacristías.
Bulnes ha visto la pusilanimidad del reyismo y se ha insolentado. Bulnes, como la prensa clerical, trata malévolamente de confundir al Partido Liberal con el reyismo. Anonada a Emeterio de la Garza (reyista) y finge anonadar al Partido Liberal. Aporreó a otros reyistas y finge haber aporreado al Partido Liberal.
Hay más. Teníamos que presenciar otro desagradable espectáculo, revelador del medio servil en que nos debatimos y que nos muestra toda la podredumbre que respiramos en los bajos fondos a que hemos llegado en veintisiete años de educación anticiudadana podredumbre que ya ni siquiera notamos a fuerza de costumbre.
Solo en los medios malsanos se da el caso de que el malhechor se yerga y reclame honorabilidad. Una sociedad de hombres dignos, no toleraría nunca que un payaso reclamase seriedad y compostura en el momento de efectuar sus contorsiones y sus visajes. En un medio sano, el jugador fullero no tendrá derecho a que se le trate con decencia. Pero entre nosotros Francisco Bulnes, el deturpador de Juárez, el que no midió el insulto contra el Benemérito, el que se burla de las multitudes desde el fondo de su escondite, exige y pone condiciones de honorabilidad.
Esas son las consecuencias del medio femenino en que vivimos. Teníamos que ver al malvado erguirse sobre los humillados siervos y agitar por lo alto a modo de reto el privilegio de mofarse de todo sin ser tocado, el derecho de ensuciarlo todo sin ser molestado.
Bulnes no es otra cosa que un producto del medio. Para atacar a Bulnes, hay que atacar al medio también. De lo contrario, Bulnes continuará encastillado en su insolencia y hasta habrá razón para que salude con carcajadas los ayes lastimeros de ciudadanos que deberían rugir.
– – – – NOTAS – – – –
1 Casa Viuda de Charles Bouret. Casa editorial y librería establecida en París con una filial en la ciudad de México dirigida por Carlos Sommer. Se le considera la librería más grande de México a lo largo del porfiriato. A principios del siglo XX, el catálogo de obras publicadas comprendía cinco mil volúmenes de ciencias, religión, artes y oficios y humanidades, así como doce mil títulos de novelas en francés y en español.
2 El Tiempo (1883-1912). México, D. F. Dir.: Victoriano Agüeros. Fungió como órgano oficial del Congreso de Periodistas Católicos.
La actitud del pueblo ante la declaración solemne hecha por la Cámara de Diputados de haber resultado electos (¿?) el general Porfirio Díaz y don Ramón Corral, Presidente y vicepresidente respectivamente de la República Mexicana, ha alarmado a los espíritus más tranquilos y llevado la desazón a las personas que saben encontrar en el fondo de los hechos, las enseñanzas que los hombres superficiales son incapaces de distinguir.
La actitud del pueblo indica que estamos en presencia de algo grave, de algo que se relaciona con los destinos futuros de la Patria, sombríos, inciertos, inquietantes.
En cualquier país la elección de gobernantes pone en juego actividades múltiples despierta entusiasmos, reúne pasiones, hace germinar simpatías, engendra odios, arranca gritos de cólera o júbilo, hace que se cierren los puños o que se batan palmas, pone en los labios del pueblo el ¡hurra! o el ¡anatema! y el hossana y la interjección, la alabanza y el apóstrofe vibran como clarines de combate en la atmósfera cargada de esfuerzos viriles y de potencia cívica.
En México nada de esto ha ocurrido. La declaración de la Cámara de Diputados cayó en el pueblo como una nevasca sobre un cadáver no susceptible de aterirse más.
El pueblo está helado, esto es, decepcionado. Frío como un cadáver, escudriña su futuro y lo encuentra lleno de brumas, hurga sus bolsillos y los encuentra vacíos, lanza una mirada a su derredor y encuentra los hogares sin lumbre, la prole sin educación, los hombres arrastrando una existencia sombría bajo las garras de los ricos, los derechos atados a los bastones de los gendarmes cuando no yacen en los rincones de los calabozos, una juventud de invernadero que busca el calor del Tesoro Público, el vicio manchando las carnes femeninas, el alcohol ensombreciendo cerebros y poblando manicomios y penitenciarías, el fraile prostituyendo conciencias y arrastrando núbiles y matronas a la perdición y al fango, la ley burlada por el cacique y el gobernante, ochocientos millones de deuda, el extranjero preferido al mexicano, y como marco de ese cuadro, los fusiles y los cañones de las Potencias que vendrán a cobrar lo que nosotros no podemos pagar.
He ahí los frutos de veintisiete años de dominación tuxtepecana.
Es indudable que ante un cuadro semejante no brote del pueblo ningún entusiasmo, y que, frío y triste, vea perpetuarse una administración que yergue sus oropeles en el crepúsculo del republicanismo moribundo.
Conocido es el programa férreo del general Díaz para que el pueblo pueda alimentar alguna esperanza para el porvenir. Conocida también es la insignificancia política de don Ramón Corral.
¿Qué entusiasmos puede despertar la declaración de la Cámara de Diputados, cuando el brumoso porvenir de la Nación cada vez se carga de más densas sombras?
Si el nuevo período presidencial del general Díaz significase una nueva acción política de éste, y si esa acción tuviese por derrotero la ley, hubiéramos visto al pueblo henchido de júbilo saludar con entusiasmo una nueva etapa política, que estuviese más de acuerdo con la civilización de la época, y que tendiera a librar al país del porvenir tristísimo que le espera cuando fatigado, rendido de tantos años de llevar a cuestas el cadáver de sus libertades, caiga exánime y quede a merced de las fuerzas extranjeras, que reproducirán en América el vandálico espectáculo de la repartición de Polonia1.
El porvenir no puede ser más desconsolador. El general Díaz no cambiara su programa militar, por uno liberal. El clero, en los seis años del nuevo periodo, es probable que logre ser reconocido legalmente como autoridad puesto que de hecho está reconocido por el Gobierno. La deuda de ochocientos millones, subirá a dos mil, por que se acumulará nuevos empréstitos para pagar los réditos de los anteriores.
Y si por la continuación del general Díaz en el Gobierno no ha habido entusiasmo, menos lo ha habido por la elevación de don Ramón Corral a la Vicepresidencia de la República.
Don Ramón Corral naufraga en el océano de adulaciones de sus nuevos partidarios, por que no hay un sentimiento sincero que los sostenga, no hay una popularidad robusta que lo saque a flote, no hay admiración sana que lo levante.
Don Ramón Corral es una figura política impopular. No cuenta en su apoyo ni grandes servicios a la Patria, ni un pasado glorioso, ni una intelectualidad poderosa. Es un perfecto desconocido. No trae el prestigio de ninguna batalla; su nombre no consta en la lista de los hombres de ciencia; en las pugnas cívicas es ignorada su personalidad. Apenas si es conocido como hacendado, pero ni las tierras, ni el dinero han constituido jamás el talento de los estadistas.
Si la insignificancia política es una garantía para el porvenir de la Nación, don Ramón Corral ha caucionado con creces ese porvenir.
La insignificancia de don Ramón Corral es un verdadero peligro para la República, pues merced a ella Bernardo Reyes, el empedernido aspirante a la presidencia de la República, puede poner en acción sus ambiciones sin que sean detenidas por el prestigio de Corral, por que no tiene ninguno, ni por la popularidad del mismo, por que carece de ella.
¿De qué ha servido, por lo tanto, la imposición que se ha hecho de don Ramón Corral?
Ningún beneficio obtiene la Nación con la presencia de don Ramón en la Vicepresidencia. Por lo contrario, su presencia en ese puesto es un incentivo para la discordia que hay entre esos dos grupos funestos ya para el país, que se llaman cientificismo y reyismo.
El reyismo no está conforme con su derrota. Ve que la camarilla rival se afianza y prospera y que si el general Díaz muere antes de cumplir los seis años, el partido (científico) tendrá a su jefe en la presidencia, y el reyismo, impotente y rabioso, no tendrá ni una pulgada de tierra donde clavar su bandera de opresión y de lágrimas.
El reyismo ha previsto su fin y por eso lo hemos visto en estos últimos días dando muestras de una actividad colérica, pretextando defender al Gran Juárez.
Por todo lo expuesto, el pueblo no ha sentido entusiasmo ante la declaración de la Cámara de Diputados. Ni el porfirismo, ni el cientificismo, ni el reyismo son capaces de llevar la alegría al pueblo decepcionado. Sólo la ley podrá salvar al país y por ella lucha el Partido Liberal, el Independiente el que vive alejado del Poder.
– – – – NOTAS – – – –
1 Refiérese a las sucesivas fragmentaciones sufridas por el territorio polaco; la primera de ellas practicada en 1772 por las potencias vecinas: Rusia, Austria y Prusia. En 1793 se dio un segundo reparto del que se beneficiaron Prusia y Rusia, en respuesta a la Constitución nacionalista polaca de 1791. En 1795 se dio un nuevo reparto entre Prusia, Austria y Rusia, que persistió hasta las guerras napoleónicas, cuando se constituyó el ducado de Varsovia, bajo la tutela francesa; Cracovia quedó como un reino libre hasta 1831, cuando lo absorbió el imperio ruso.
Sucede que cuando un individuo ha roto con toda consideración social, ese individuo se expresa y obra antisocialmente de un modo tan natural como el hombre honrado cumple con su deber. La costumbre de obrar mal hace que el malhechor considere legítimo todo lo que él hace. El hombre avezado al crimen considera pueril, necia, extravagante la alarma que con sus acciones o con sus palabras provoca a la sociedad.
Del mismo modo, las sociedades que por circunstancias especiales de educación, de medio, de clima, de raza, de herencia, se han formado un concepto erróneo de sus obligaciones y sus deberes, no pueden comprender que el individuo tenga otros derechos que los que tradicionalmente se consideran como los únicos que deben ser ejercitados.
Esto lo estamos palpando actualmente con motivo de la alarmante emigración de trabajadores mexicanos al extranjero.
Muchos periódicos han puesto el grito en el cielo y han hablado con justicia sobre que México se está despoblando rápidamente. De hace algunos años a esta parte, se calcula en treinta mil el número de mexicanos que van al extranjero cada año en busca de trabajo, y esos treinta mil trabajadores que anualmente salen del país, la mayor parte, si no es que todos, se radican definitivamente en el extranjero al abrigo de un jornal decente y de una justicia más humana.
Este año la emigración de trabajadores mexicanos ha sido incomparablemente mayor, debido a que en el Sur de los Estados Unidos, que es a donde va mayor número de mexicanos, ha escaseado el trabajo de los negros que, en busca de mejor trato, a su vez han emigrado hacia el Norte.
Al mismo tiempo, con motivo de las obras del canal de Panamá, el gobierno de los Estados Unidos a enviado a México comisionados que contraten trabajadores para dichas obras.
Es indudable, pues que este año, no emigren treinta mil mexicanos, sino muy cerca del doble o tal vez más, si se tiene en cuenta que en la s Antillas y en la América Central hay gran demanda de brazos, prefiriéndose entre los trabajadores a los mexicanos, por ser los más resistentes, los más minuciosos y los más inteligentes.
Entre tanto, México se queda sin trabajadores. Las haciendas, las fábricas, los talleres, las obras públicas necesitan urgentemente brazos a riesgo de que sobrevengan males infinitos.
Si el número de trabajadores que emigran aumenta de año en año como acabamos de ver, es fácil prever que dentro de poco tiempo se verá privado el país de sus mejores fuerzas.
Ahora bien, los periódicos que de este asunto han hablado se conforman con lanzar quejas femeniles, cuando no señalan remedios más o menos risibles o más o menos nefandos.
Con excepción de El Occidente1 de Mazatlán y El Paso del Norte de El Paso, Texas2, que han visto con sensatez el asunto y han indicado los medios apropiados para remediar el mal, los demás periódicos se han puesto a gemir, como acabamos de decir, o a aconsejar al Gobierno medidas que llevadas a la práctica hablarían muy mal de la civilización que, se dice, hemos alcanzado.
No falta quien hablando con entera formalidad, diga que los dueños de industrias se van a reunir pedir al Gobierno que prohiba la emigración de los trabajadores mexicanos. El Reproductor3 de Orizaba ha dicho tal cosa, reveladora de un alarmante raquitismo moral, que no es exclusivo de El Reproductor, sino de una buena parte de la sociedad que, acostumbrada tradicionalmente a no conceder derechos a los trabajadores, considera muy natural el hecho de impedirles la emigración.
Por su parte el Ministro de gobernación, don Ramón Corral, ha dado en el asunto que venimos tratando una buena prueba de su carencia de aptitudes como estadista. Don Ramón no estudia ni ahonda las cuestiones y las trata con una superficialidad que no pone muy en alto su talento.
Para impedir la emigración de los trabajadores mexicanos, don Ramón expidió una circular por la que excita a las autoridades a engañar a los obreros, diciéndoles que en el extranjero se exponen al maltrato y a la miseria.
Cualquiera persona que haya tenido oportunidad de ver a los trabajadores mexicanos en los Estados del Sur de la Unión Americana, abra podido comprobar que la situación del mexicano en esta región extranjera es incomparable mejor que la que en México guardan los trabajadores. El jornal más ínfimo es de un peso oro y el poder de adquisición del peso americano en el mercado de la nación vecina es tres veces mayor, cuando no cuatro, que el que tiene nuestro peso en nuestro mercado. El jornalero mexicano en los Estados Unidos con un peso diario tiene habitación higiénica e independiente, ropa de buena calidad para él y su familia, alimentación abundante y sana, menor número de horas de trabajo que en México. Se educa cívicamente porque presencia las luchas de los partidos. Algunas veces se lincha al mexicano y se le maltrata, pero en general vive bien.
Por lo expuesto se verá que la circular de don Ramón Corral no contenía la verdad. Tan no la contenía, que a pesar de ella la emigración continúa con mayor intensidad puesto que los mismos mexicanos que ya están en los Estados Unidos, llaman a sus parientes y a sus amigos a quienes les manifiestan las buenas condiciones económicas en que se encuentran.
La despoblación de México no se impedirá con circulares desprovistas de verdad ni con medidas atentatorias contra la libertad individual, como parece que quieren los dueños de industrias. Elévense los jornales y redúzcanse las horas de trabajo y el mexicano no abandonará la Patria.
Pero no basta eso solo. Es preciso que el Gobierno entienda, que la leva, que la falta de justicia, los abusos de los caciques y de las autoridades de las poblaciones hacen huir al mexicano al extranjero.
Los dueños de industrias, los hacendados etcétera pueden poner remedio a la emigración y la impedirán si cesan de explotar miserablemente al trabajador. Ciérrense las tiendas de raya, disminúyanse las horas de labor, páguense jornales decentes, déjese de apalear a los sirvientes, respétese a las mujeres de éstos, invítese a las autoridades a que sean humanas con el pueblo, que terminen las rondas, que se dé fin a los trabajos forzados. En suma, que se obre más de acuerdo con la civilización y el mexicano preferirá trabajar en su país.
– – – – NOTAS – – – –
1 El Occidente (1904-1909?). Mazatlán, Sin. Dir. José G. Ortiz. Eds. Francisco Valdez, Andrés Avendaño.
2 El Paso del Norte (1904-1918?). El Paso, Tex. Semanario y diario. Dir. F. Gamochipi. Admon.: T. S. Serrano.
3 El Reproductor (1878-1911) Orizaba, Ver. Bisemanal a partir de 1893. Circulación irregular.
El viaje de don Ramón Corral a los Estados Unidos es motivo de numerosos comentarios.
Nadie cree que don Ramón haya ido únicamente para corresponder a la invitación que al general Díaz se le hizo para que visitara la Exposición de Saint Louis Missouri, invitación hecha por mera cortesía y por lo tanto sin envolver una obligación formal tanto de una como de otra parte.
Pero con asombro general se vio que el vicepresidente marchó y de ahí que nacieran los rumores, que atenacearan las dudas y que vinieran a la memoria hechos que como mexicanos hemos lamentado siempre.
Esos hechos consisten en que nuestros asuntos interiores, si no todos, la mayor parte se resuelven de acuerdo con los Estados Unidos del Norte.
Los asuntos de mayor importancia política, nadie los conoce en México hasta que la prensa de los Estados Unidos habla de ellos con una seguridad que acredita la connivencia de nuestro Gobierno con el de aquella Nación.
Las remociones de gobernadores, de secretarios de Estado, de senadores, de magistrados, nadie las conoce en México hasta que la prensa de la República vecina habla de ellas.
Las reformas a nuestras leyes, las innovaciones, etcétera, las conocen en Estados Unidos antes que nosotros.
¿No significa todo esto la connivencia que hay en ambos gobiernos?
Si buscamos los motivos que hubo para que don Ramón Corral fuese designado para la Vicepresidencia, encontraremos también esa connivencia.
En efecto. El Gobierno de los Estados Unidos necesita la existencia en México de un Gabinete de hierro, que si bien no sirve para hacer progresar al país como se ve, si sirve para hacer prosperar a los individuos de la Nación vecina. El ciudadano de los Estados Unidos tiene en nuestro país toda clase de derechos, toda suerte de privilegios. El norteamericano que llega a México obtiene más consideraciones que en los Estados Unidos, más respeto que el que tiene en su país. He aquí por qué el Gobierno de la República vecina necesita la existencia en México de un Gobierno de Hierro que sea capaz de someter a los mexicanos y de favorecer a los norteamericanos.
Pero el Gobierno de los Estados Unidos pensó que el general Díaz ya bastante anciano, tiene que rendir muy pronto su tributo a la Naturaleza y que era preciso que la acción de hierro no tuviera solución de continuidad.
Buscó entre los hombres que figuran en la actual administración, un continuador de la política antidemocrática, que tuviese a la vez que gloriosos antecedentes un poder incontrastable.
Buscó en vano. Limantour no tiene gloriosos antecedentes y su voluntad es blanda como miga de pan. González Cosío1 está con un pié en el sepulcro y no tiene glorias en su abono. Mena no brilla por su talento. Bernardo Reyes está en lo más profundo del desprestigio político. Naranjo, Garza Ayala y Treviño han demostrado su blandura bajo el yugo de Bernardo Reyes.
No encontraba un sucesor del general Díaz, hasta que unos norteamericanos le hablaron de cierto personaje protector de los hijos de los Estados Unidos. Este personaje no tiene historia, pero era relativamente joven (cerca de los sesenta años), y tan enérgico, que había mandado a Yucatán, en calidad de soldados, a dos jóvenes oradores que dijeron en un teatro unos sanos discursos.
No titubeó el gobierno americano y don Ramón Corral resultó electo (¿?) Vicepresidente.
Ahora bien; ¿a qué fue don Ramón Corral a los Estados Unidos?
Sería pueril imaginar que sólo por atender a una invitación sin importancia habría marchado el Vicepresidente.
Lo probable es que haya ido a arreglar asuntos de gravedad, que no sabremos hasta que de ellos hablen los periódicos norteamericanos.
En política interior, todo lo ignoramos los mexicanos, y vivimos tranquilos sin considerar que nada hay que revista mayor gravedad para los destinos de los pueblos, que su ignorancia en los asuntos interiores, y que nada ofrece mayores peligros como la injerencia de los extranjeros en las cuestiones políticas, por amistosa y de buena fe que sea esa injerencia.
¿Cuál será el porvenir de la Patria?
– – – – NOTAS – – – –
1 Francisco González Cosío (1841-1911) Ingeniero y político queretano, amigo personal de Porfirio Díaz. Llegó a la gubernatura de su estado natal en 1880, tras unas elecciones dudosas. Volvió a ser gobernador de 1887 a 1911.
El reyismo no perdura. Vencido por la opinión pública, aplastado por la indignación popular y atenazado tal vez por su conciencia, siente en las fauces la amargura de las continuadas derrotas, y en el fondo de su alma rebelde hieren desesperados los furores de su despecho, más vehementes mientras más vencido se considera, y más coléricos mientras más consciente está de su impotencia.
Hace como cinco años que Bernardo Reyes apuraba a sorbos el fracaso de su célebre "pistola-sable", invención que, por su perfecta inutilidad, fue recibida con sonrisas piadosas. Y como en medio de los fracasos es donde se exacerba la nostalgia de la gloría, Bernardo Reyes buscó en los rincones de su cerebro alguna idea, que realizada, obligase a la Fama a pregonar constantemente su nombre ante la admiración de los humanos.
Pasaba las horas interrogándose y el pensamiento luminoso que debería conducirlo a inaccesible altura no rasgaba las sombras de su cerebro.
Escudriñaba su pasado con el objeto de ver si de su vida pública sobresalía algo que, aumentado con empeño, pudiera llevarlo a la soñada meta. Pasó revista a sus hazañas de militar y las encontró mediocres. Vio vulgares sus triunfos políticos. Lanzó una mirada circular y vio mil puños cerrados. Pensó en la poesía. En su juventud hizo versos que no podían moverse sin muletas, y que, por lo mismo, no pudieron seguir al trashumante militar.
Escribiría en prosa.
Y escribió la Historia del Ejército Mexicano1.
Pero estaba escrito que ni como político, ni como militar, ni como gobernante, ni como inventor ni como escritor había de conquistar don Bernardo unas hojillas de laurel con que adornan sus enjutas sienes.
Su Historia del Ejército Mexicano, fue otro fracaso.
Eso era natural. Cuando en la juventud se ha descuidado la educación de la pluma; cuando no se la ha dominado ni se la ha obligado a que obedezca sumisa todos los caprichos del pensamiento, la pluma indómita se resiste a fijar en las cuadrillas las más elementales ideas, burlándose de ese modo del pensamiento que ha tenido la debilidad de no domarla.
Don Bernardo llegaba ya a los sesenta años y era forzoso que la pluma siempre joven, siempre bella y eternamente coqueta esquivase las insinuaciones seniles del improvisado escritor.
La Historia del Ejército Mexicano, fue el parto de los montes.
No tuvo otra redundancia, que el desprestigio intelectual del autor.
Algunos turíferarios, beodos de tequila y de impudicia, aventuraron alabanzas al libro de Bernardo Reyes.
Pero un hombre de talento, que ha pasado sus mejores años estudiando documentos históricos, compulsándolos, clasificándolos concienzudamente y que ha estudiado la filosofía de la historia y robustecido su criterio con una enérgica disciplina científica se encaró bien pronto a los turiferarios beodos de tequila y de impudicia y los derrotó en buena lid exhibiendo los resecos sesos de don Bernardo.
Ese hombre fue don Fernando Iglesias Calderón. Don Bernardo y sus turiferarios se tragaron la derrota, pero esta era bien amarga para olvidarla.
Esa derrota significaba una nueva ilusión desvanecida, un anhelo no satisfecho, un fracaso más azotando al que sediento de gloria creía llegado el momento de oír sonar su nombre por la trompeta de la Fama.
Don Bernardo y sus turifarios no podían contener por más tiempo la borboteante hiel, que se irritó todavía más ante la derrota que con sus cartas ha infligido don Fernando Iglesias Calderón al libelista Bulnes.
El reyismo no pudo derrotar a Bulnes. Iglesias Calderón ha derrotado al reyismo y a Bulnes.
De ahí que el reyismo agazapado detrás del papel callejero Los Sucesos pretenda ridiculizar a don Fernando Iglesias Calderón, vencedor de Bernardo Reyes.
– – – – NOTAS – – – –
1 Bernardo Reyes, El ejército mexicano. Monografía histórica escrita en 1899 por el gral. Bernardo Reyes, para la obra “México, su evolución social”. México, Jaime Ballescá Editor, 1901.
Hay en política detalles que parecen insignificantes pero que, estudiados debidamente, son de la mayor trascendencia.
Ya se ha dicho que don Ramón Corral no ofreció garantía ninguna de calma en el porvenir de la Nación, por ser insignificante como político, por carecer de un pasado glorioso, por no haberse distinguido en las luchas cívicas, por ser casi un anciano, por carecer de talento y tacto políticos y por no estar sostenido por el cariño de sus conciudadanos sino por la voluntad del general Díaz.
Don Ramón Corral comprende todo lo expuesto pero tiene sed de mando. El gobierno lo atrae, como la luz de una lámpara a las mariposas. Su pasión es el Poder. Gobernar, gobernar a todo trance, es su ansia insaciable. Don Ramón Corral es millonario y sabido es que, por egoísmo, los ricos no apetecen la política. Don Ramón hubiera seguido siendo un burgués apático, si en mala hora no tiene el Presidente la humorada de hacerlo gobernador de Sonora.
Tan pronto como un hombre débil para sofocar la sed de grandeza ante la conveniencia pública, se siente con autoridad, no se despoja ya de ella. Clamarán los pueblos, se apelará al patriotismo del gobernante, se harán ver al encumbrado los males que origina su obstinación en no dejar el alto puesto, y hasta sobrevendrán crisis terribles pero el hombre envanecido por la altura se aferrará al mando, con toda la fuerza que da la pasión en sus exaltaciones.
Como gobernador de Sonora supo apreciar toda la fuerza que da el Gobierno cuando se hace a un lado la ley. Allí comenzó a sentir los deseos de encumbrarse más.
Nada hizo en beneficio del pueblo, pero eso no es un obstáculo en nuestra Patria para encumbrarse más. Por lo contrario, mientras más mal se gobierna, como no hay el contrapeso de la ley, mas seguro está el gobernante.
Así fue como don Ramón Corral llegó hasta la Vicepresidencia.
Pero don Ramón no cuenta con el apoyo del pueblo y a falta de ese seguro sostén, comienza a entablar negociaciones con los que pesan sobre el pueblo.
Bernardo Reyes pesa sobre el pueblo y a la vez es enemigo político de don Ramón, y con Bernardo Reyes ha comenzado a entenderse el Vicepresidente.
Los que sueñan que Bernardo Reyes será despedido del gobierno de Nuevo León a fines del año actual, deben de salir de su sueño. Bernardo Reyes no saldrá, porque al vicepresidente le haría daño seguir enemistado con el funesto gobernador.
Don Ramón Corral ha comprendido que para la estabilidad de su gobierno, en caso de que llegue a la presidencia, necesita el apoyo de todos los que hoy pesan sobre el pueblo. Malquistarse con algún gobernador, sería debilitarse más.
Más entre Ramón Corral y Bernardo Reyes había un abismo. Los dos deliran por la presidencia; los dos están igualmente enamorados de la inmerecida altura; los dos trabajan con empeño para superarse en el mando, y, forzosamente, tenían que ser enemigos. Pero como pasó ya el tiempo de los combates singulares y de los excesos caballerescos, los dos rivales han convenido en compartir el amor de la presidencia.
Corral dio aviso de su intención al general Díaz y éste la aprobó en todas sus partes.
Faltaba una oportunidad para firmar las paces.
El viaje del vicepresidente a la Exposición Missouriana presentó la oportunidad.
El general Díaz envió a Bernardo Reyes el siguiente mensaje:
"El Sr. Corral a manifestado, que se sentiría muy feliz si pudiera estrecharle la mano al pasar por esa ciudad".
Reyes fue a la estación y hablo con Corral durante hora y media en el carro presidencial. El resultado de la entrevista fue la inteligencia de ambos personajes. ¡Reyes continuará oprimiendo a Nuevo León!
Corral, después de la reconciliación con su enemigo político, no tuvo fuerzas para descorazonar por si mismo a los candidatos que creían que el vicepresidente les quitaría a Reyes de encima, y se rehusó a recibirlos.
El pueblo de Nuevo León sabe pues que no puede esperar nada de Corral.
Bernardo Reyes continuará oprimiendo a ese estado digno de mejor suerte ¡Cúlpese de todo a los generales fronterizos que todo lo han querido obtener en las antesalas.
Si esos generales hubieran sido enérgicos, otra sería la suerte de Nuevo León.
– – – – NOTAS – – – –
1 A causa de este artículo, las autoridades regiomontanas ordenaron el decomiso de los ejemplares del número 60 de ECP, en poder del agente del periódico en la capital neoleonesa. Véase infra art. 56 “Los arrebatos del reyismo”.
Hemos recibido una carta de un apreciable fronterizo, relativa a las apreciaciones que hemos hecho sobre la actitud pasiva que han asumido los generales Lázaro Garza Ayala, Gerónimo Treviño y Francisco Naranjo, durante los diecinueve años de tiranía reyista.
Dice al apreciable corresponsal que los generales mencionados lucharon como buenos en época lejana, y que cumplida su misión, no puede exigírseles ninguna otra obligación.
En efecto, esos generales lucharon como buenos, pero esa circunstancia en lugar de eximirlos de la obligación que tienen de velar por la integridad de las instituciones democráticas, los pone en el caso de seguir siendo fieles al liberalismo y de oponer su influencia a los desmanes de los gobernantes. De lo contrario es de presumir que dichos señores lucharon mientras no poseían tierras, ni riquezas, pero que una vez conseguidas éstas y aquéllas, han permitido que el Gobierno los postergue, han permitido que sobre sus glorias se levantara insolente el poderío de un hombre que, como Bernardo Reyes, no encuentra en su anémica hoja de servicios hazañas épicas que dan lustre a la Patria, como las gloriosas jornadas de Santa Gertrudis y Santa Isabel1.
El general Díaz también luchó por la Patria contra el enemigo extranjero, y sin embargo, tiene disgustado al Partido Liberal, porque como gobernante no ha respetado los principios liberales, y a ningún hombre honrado se le ha ocurrido eximirlo de la obligación que tiene de velar por la integridad de las instituciones republicanas. Al contrario, todos los liberales hemos visto con desagrado la política clerical del Presidente y hemos reprobado siempre su conducta antidemocrática. Al general Díaz no le han servido sus hazañas de otro tiempo para salvarlo de que se le exija hoy una labor liberal, y como no la ejecuta, surgen las protestas de los hombres honrados.
Igual cosa pasa con los generales fronterizos. Lucharon como liberales; se distinguieron en cien batallas; pero no terminó ahí su deber de liberales ni dieron fin entonces sus obligaciones de patriotas.
El deber del liberal no es de un día, ni de un mes, ni de un año. El deber del liberal dura mientras tenga vida.
Veintisiete años hace que en la República no impera la ley. Veintisiete años hace que las conquistas de nuestros padres quedaron falseadas. ¿Qué han hecho los generales fronterizos en esos veintisiete años?
Se han hecho ricos.
En sus tierras se pueden fundar Estados.
Pero no han hecho labor liberal.
Han permitido que se amordace a la prensa; han contemplado sin inmutarse, la serie interminable de reelecciones; han visto a la República cada día más cargada de deudas infructuosas e inútiles; han visto prosperar al extranjero con detrimento de los mexicanos; han visto defraudadas sus ambiciones de Poder; han sufrido ellos mismos el yugo sin manifestar dolor, sin protestar, sumisos como víctimas de rastro que se conforman con volver los ojos al cielo en demanda de misericordia.
Estaba convenido que el general Treviño sería Presidente de la República después de la escandalosa administración de Manuel González, y Treviño fue postergado.
Estaba convenido que el general Naranjo también fuese Presidente y Naranjo fue postergado.
Estaba convenido que el general Garza Ayala volviese a saborear las dulzuras del Gobierno de Nuevo León, y Garza Ayala quedó postergado.
Los tres personajes han sufrido pacientemente golpe tras de golpe. Ni como senadores han podido figurar desde que se les postergó.
Es que no son púgiles.
Sin embargo el pueblo ha esperado mucho de ellos. El pueblo ha creído que esos hombres, formidables ayer, serían después los Mesías que habrían de redimirlo. Las esperanzas del pueblo se estrellaron ante la impasibilidad de esos luchadores vencidos cuyas ambiciones, cuyos ímpetus todos, cuyos anhelos de libertad roncan pesadamente bajo los títulos de sus tierras adquiridas en cambio de sus convicciones.
El general Díaz no confiaba mucho en la sumisión de los generales fronterizos. Estaba satisfecho, porque había desvirtuado la obra de la Reforma sin la oposición de los generales; pero como éstos conservaban aún su influencia en la frontera del Norte, y el general Díaz ha visto con horror cualquiera influencia que no sea la suya, envió a Bernardo Reyes para probar la sumisión de los antiguos luchadores.
La sumisión no ha podido ser más completa. Diecinueve años de tiranía reyista han comprobado que el pueblo nada tiene que esperar de Treviño, Naranjo y Garza Ayala.
Como si Bernardo Reyes hubiese estado gobernando en el interior del África y por lo mismo nada tuviesen que resentir los generales citados, así han transcurrido esos diecinueve años de luto y de lágrimas.
Delante de los generales se ha aplicado la Ley Fuga. Delante de los generales han hecho alarde de violencia y de horror las Acordadas. Delante de los generales han caído acribillados a balazos los ciudadanos el 2 de Abril de 1903. Delante de los generales se han cerrado detrás de los hombres honrados las puertas de la Penitenciaría de Monterrey.
Delante de los generales se rió Bernardo Reyes de la justicia en su última amnistía2. Delante de los generales, Bernardo Reyes ha sido el dueño, el señor feudal de la frontera.
¡Y de los labios de los generales no ha brotado una palabra de protesta!
Los generales, pues, no han cumplido con su deber de liberales.
Llenos de un incomprensible candor han solicitado del general Díaz que los libre de la presencia de Bernardo Reyes, sin pensar que al general Díaz le interesa que Reyes los tenga sometidos.
No es suplicando como se triunfa.
¿Por qué esos generales no han llamado a la ley en su auxilio y no han esgrimido el derecho en pugna cívicas? ¿Por qué en lugar de haberse puesto ellos al frente de la Convención Electoral Nuevoleonesa, pusieron a un hombre sin entereza ciudadana como Francisco E. Reyes? ¿Por qué en lugar de atenerse a su propio esfuerzo han buscado refugio en el funesto grupo "científico"?
El pueblo no debe esperar su salvación de los que no luchan. Los generales fronterizos supieron desposarse con la gloria en otras épocas, pero hoy se han divorciado de ella.
Su deber era luchar; no atesorar dinero.
Su deber ante las desgracias del pueblo mexicano hubiera sido el de oponer la ley a los desmanes del Gobierno.
Su silencio ha significado que aceptan la labor antiliberal del general Díaz y consienten las tropelías de Bernardo Reyes.
– – – – NOTAS – – – –
1 Refiérese a las acciones bélicas que tuvieron lugar en esas poblaciones de Tamaulipas y Coahuila, respectivamente. En la primera, se enfrentaron el 16 de junio de 1866, las tropas del general liberal Mariano Escobedo y una columna de soldados franceses y confederados norteamericanos, al mando del general Olvera. En la segunda, las tropas liberales de Andrés S. Viesca, Francisco Naranjo y Jerónimo Treviño derrotaron, el 1º de marzo de 1866, a las fuerzas imperialistas del comandante De Brian, en la hacienda de Santa Isabel, cercana a Parras, Coah.
2 Posible referencia al decreto de amnistía del 12 de diciembre de 1903, a favor de los participantes en la manifestación del 2 de abril de 1903 en Monterrey.
El porvenir de la Patria, tan incierto, tan lleno de sombras, tan cargado de dudas y de inquietudes, acaba de hacerse más incierto y más sombrío.
La enorme deuda nacional del mil cuatrocientos millones ha sido aumentada con cien millones más que arrojan los cuarenta millones de pesos oro negociados últimamente con la casa Speyer de Nueva York y el Banco Alemán.
Hay que hacer constar que se necesitaron más de dos años para conseguir el nuevo empréstito, lo que prueba que el crédito de la Nación desciende rápidamente.
En efecto, hace dos años que el Congreso autorizó al Ejecutivo para que contratara el empréstito y durante esos dos años ni un minuto descansó el Gobierno en su empeño de conseguir dinero prestado. Las casas millonarias y los Bancos extranjeros se vieron continuamente infestadas de solicitudes de préstamo por parte de nuestro Gobierno, sin que se lograra reunir la deseada suma de cuarenta millones de pesos oro.
El hecho de rehusarse las casas extranjeras a prestar esos cuarenta millones de pesos oro, no es un hecho vulgar y sin significación. Ese hecho significa la poca o ninguna confianza que se tiene en nuestra solvencia y en nuestro porvenir político.
Bastarían los mil cuatrocientos millones de deuda que pesan sobre la Nación, deuda que en lugar de disminuir aumenta sin cesar porque no podemos pagar ni los enormes réditos que devenga anualmente, para comprobar que México se encuentra en el último grado de indigencia financiera.
Eso tomaron en consideración las casas extranjeras y de ahí que se rehusaran a cubrir el nuevo empréstito.
Pero han visto más las casas extranjeras. Ellas han estudiado nuestro medio político y sacado de él consecuencias tristísimas para nosotros.
A pesar de los esfuerzos del Gobierno para ocultar la verdad amarga que mal se encubre con la vestidura de una democracia de oropel, los extranjeros atentos a todos nuestros actos han podido descubrir que en México no hay vida política, y sabido es que, un pueblo muerto para la política, no ofrece garantías de ninguna clase para su futuro.
Para los extranjeros el futuro de México es tan incierto como para los mexicanos.
Los extranjeros no ven la existencia de partidos políticos con amplios y prácticos programas de gobierno, porque la política personalista actual, llevada hasta el absurdo ha impedido la acción legítima de los partidos. La voluntad férrea, inconmovible, avasalladora, irresistible del general Díaz ha dado fin a toda manifestación de vida pública, y el resultado ha sido la imposición de su Gobierno sobre un pueblo sin partidos organizados, sin anhelos políticos, sin vida democrática.
Esa acción férrea del Gobierno, tan loada por la caterva servil formada de personas que buscan en el favor oficial el calor que les niega la carencia de convicciones, es lo que ha dado por resultado que en nuestra Patria la vida política se caracterice por su temperatura polar, y que sólo se manifieste de vez en vez y precisamente en su aspecto más odioso, cuando las ambiciones famélicas del reyismo se exacerban ante el abundante y perpetuo festín del cientificismo.
Este modo de ser político es lo que induce a los extranjeros a desconfiar de nuestro porvenir y a ocultar su oro, cuando sobre las mesas de lo banqueros caen las solicitudes de préstamo que hace nuestro gobierno.
Es penoso consignar que en veintisiete años de paz, no se haya logrado colocar a México en un puesto culminante entre las naciones civilizadas del mundo, y que en esos veintisiete años no se hubiera podido crear el crédito de la Nación.
Los veintisiete años de paz sólo han servido para herir de muerte el espíritu democrático de la Nación, para desorganizar al partido liberal, para poner al pueblo en condiciones de no comprender su desastroso destino y para pagar los criminales servicios de una prensa venal que avergüenza y que indigna.
Es natural que los extranjeros se nieguen a prestar dinero a la Nación, cuando ven que no hay partidos organizados que respondan por el futuro de la Patria, y que, en lugar de esos partidos se yergue el personalismo asolador, destructor, sin responsabilidad.
Cuarenta millones de pesos oro forman una cantidad insignificante para una Nación, y sólo es preciso que los prestamistas prevean las dificultades del reembolso, para negarse a prestar tan pequeña suma.
En el caso del último empréstito se ha necesitado que una nube de agentes trabajara dos años consecutivos para obtener tan miserable suma.
La desconfianza del capital extranjero es natural. Se nos ve cargados de una deuda fabulosa; se nos ve pobres, monumentalmente pobres, sin industrias, con pocas y malas vías de comunicación, sin agua para nutrir nuestras tierras sedientas; se nos ve flagelados por el cacique, faltos de educación cívica y carentes de actividad democrática.
El Gobierno ha hecho nacer esa desconfianza, porque el general Díaz no ha permitido que se discutan sus actos; y, para el efecto, tuvo que maniatar a los partidos. Al liberal con cadenas de hierro, al clerical con lazos de oro y plata.
En esas condiciones los partidos no han querido luchar, no han podido disputarse la supremacía, no han podido despertar las adormecidas energías cívicas del pueblo, no han podido por medio de su acción natural preparar el porvenir político de la Patria.
De ahí la desconfianza y la zozobra; de ahí los sobresaltos y de ahí las negaciones rotundas, aplastantes de los capitales extranjeros a subscribir el último empréstito de cuarenta millones de pesos oro.
Se decía, antes de que ocurrieran las bochornosas negaciones de los prestamistas extranjeros, que el crédito de la República estaba asegurado. Bien pronto se comprobó lo contrario.
Una nación verdaderamente acreditada obtiene no cuarenta, sino cien millones cuando los solicita, sin necesidad de pasarse más de dos años para ver subscrito un préstamo miserable.
Es bueno desengañarse. Las obligaciones de los gobiernos populares inspiran confianza, porque esas obligaciones han sido contraídas con consentimiento de la Nación. Antes de que un gobierno popular se obligue, ha habido deliberación popular, se han pesado las ventajas y las desventajas de la obligación, ha habido lucha, ha habido discusión. En las obligaciones de los gobiernos personales, nada de eso hay. La voluntad del gobernante se impone y la obligación se contrae sin discusión, sin responsabilidad.
Lo que ha irritado más a las personas honradas en el asunto del último empréstito, es el descaro llevado hasta el cinismo de la prensa venal. Se enronquecen los periódicos gobiernistas haciendo alarde del crédito, que según ellos, tiene la Nación. The Mexican Herald1, el periódico norteamericano que paga espléndidamente nuestro Gobierno para que lo ensalce, dice: "México, ahora, cuando lo necesita, pide dinero prestado al 4 por ciento y sin más garantías que la buena fe de la Nación".
El Gobierno necesitaba el dinero desde hace dos años y no lo consiguió cuando lo pidió. Por lo que respecta a que no se dio para el último empréstito más garantía que la buena fe de la Nación, precisa ser muy candoroso para creer que cuando se nos exija el pago de la deuda, a pesar de no haber quedado en garantía más que la buena fe de la Nación, vamos a continuar viviendo tranquilos sin que se nos obligue a que nuestras rentas sufran la inspección de la intervención de los acreedores.
Por todo lo expuesto se comprenderá que nuestra situación no es la que se empeña en presentarnos la prensa gobiernista. Caminamos al desastre, a la bancarrota. Sin crédito, sin instituciones, sin civismo, pobres, azotados por la arbitrariedad, esclavizados por los extranjeros, parias en nuestra propia Patria, vamos camino a la ruina y a la vergüenza.
– – – – NOTAS – – – –
1 The Mexican Herald (1895-1915). México, D. F. Dirs: Wallace Thompson; Paul Hudson. Prop. Edward Bell.
Cuando el mandatario pasa sobre la ley estrangulándola para salvar un prestigio político que se desmorona, no hay conciencia honrada que no se estremezca, ni sentido moral, por rudimentario que sea, que no se sienta lastimado.
La campaña que hemos sostenido contra el gobernador de Nuevo León, Bernardo Reyes, ha sido una campaña de salud, de moralidad, de orden, de democracia, de libertad.
Bernardo Reyes tiene en las páginas de su historia política, muchas manchas negras que no ha podido borrar, muchos lugares obscuros que no ha podido aclarar, y esas manchas negras y esos lugares obscuros, hacen que surjan las acusaciones de la honradez, y que los índices se tiendan hacia el hombre que pesa sobre un pueblo digno de mejor suerte, para advertir a los incautos los riesgos de la catástrofe indefectible si Bernardo Reyes ocupase veinticuatro horas la Presidencia de la República.
Denunciar ante la Nación a un hombre peligroso para el progreso y bienestar del país, es obra patriótica que, si no merece el aplauso, sí amerita la atención y el respeto de los gobernantes.
Pero nuestro infortunado país se encuentra en un periodo asfixiante en el que sólo pueden trabajar los que adulan, los que se despojan de sus atributos viriles para humillarse, los eunucos. Sobre los caracteres soberbios cae siempre el anatema oficial; sobre los ciudadanos de temple cae siempre el envilecido bastón de los gendarmes.
La propaganda benéfica de las ideas democráticas, es interrumpida por el Gobierno que necesita gobernar esclavos para ser libre. De lo contrario, esto es, si el Gobierno permitiera el ejercicio de la democracia, el pueblo sería el amo.
Los hombres que a pesar del medio antidemocrático no nos hemos corrompido, sufrimos de mil maneras las consecuencias de nuestra altivez de espíritu. El medio es propicio para generar ilotas, no hombres libres.
Por esa razón nuestra campaña ha alzado ámpulas. Nuestros ataques, por ser justos, han provocado las indignaciones de los que pesaban tranquilamente sobre un pueblo narcotizado por las exhalaciones ponzoñosas de la prensa mercenaria. Nuestros razonamientos han caído como golpes de puño sobre cien reputaciones postizas y han exhibido las lamentables carnes de los prestigios de oropel.
Una labor así, sana, robusta como el espíritu patriótico que la informa, debía los enconos de los funcionarios que no cumplen con su deber. Los miasmas deben sufrir indignación ante el fumigador.
Bernardo Reyes ha sido uno de tantos funcionarios exhibidos por nuestro periódico. Consideramos que Bernardo Reyes es un hombre que ha dejado por todas partes las huellas de su acción antiliberal, y como Bernardo Reyes abriga la ambición inmensa de ocupar la Primera Magistratura de la Nación, creemos justo, creemos honrado y saludable, denunciar los manejos públicos del gobernante que ha consternado a la frontera del Norte en diecinueve años de un gobierno, cuya historia pasará a nuestros postreros cargada de crespones y de lágrimas.
Todas esas consideraciones las hacemos para que la Nación sepa a qué obedece la resolución tomada por Bernardo Reyes para destruir nuestro periódico.
La semana pasada Bernardo Reyes ordenó al Alcalde 1º de Monterrey, un tal Pedro C. Martínez -cuyo nombre parece que ha adquirido cierta celebridad desde la hecatombe del 2 de Abril de 1903- que recogiese los ejemplares de nuestro periódico que obrasen en poder de nuestro agente el Sr. Manuel Mier y García.
Pedro C. Martínez, obediente y sumiso, cumplió la orden sin reflexionar si era justificada o era arbitraria.
El hecho reviste suma gravedad, porque constituye un ultraje manifiesto a la libertad de pensar.
Bernardo Reyes, como lo ha hecho siempre, se ha dejado arrastrar una vez más por su naturaleza irreflexiva, que tantas amarguras le ha producido.
Está desprestigiado ante la opinión pública; su nombre se asocia sin querer a sus desaciertos y sus fracasos políticos.
Un estadista susceptible de regeneración, en las circunstancias de Bernardo Reyes, habría procurado modificar sus impulsos, habría adoptado una terapéutica moral que atemperara sus pasiones, se habría impuesto una disciplina psicológica que sanease su ánimo, para conformar sus actos con las funciones elevadas que desempeña.
Bernardo Reyes nada de eso ha hecho. Sus legendarios arrebatos no han aprovechado las severas lecciones que ha recibido en sus fracasos. Antes bien, parece que los descalabros políticos le producen fiebre, lo enferman al grado de no ver la ley y de pasar sobre ella empujado por su emotividad irritable.
Los gobernantes deben estar desprovistos de nervios. Las dolencias nerviosas estarán saturadas de poesía y serán vistas bajo un aspecto encantador por las naturalezas románticas, pero nunca serán aptas para gobernar pueblos.
El gobernante que no sufre con paciencia los ataques originados por su mal gobierno, debe retirarse, debe renunciar y dejar el puesto a personas que sepan recibir con calma los reproches y que conserven inmutable su ecuanimidad.
Bernardo Reyes, al mandar recoger el número 60 de nuestro semanario, se ha hecho reo de un delito oficial, ha violado los artículos 6º y 7º de la Constitución, ha lastimado el derecho de nuestro Agente de expender sus periódicos y se ha exhibido una vez más como el gobernante que no obedece la ley y que marcha guiado por su capricho y su irreflexión.
Contra el atentado llevado a cabo por Pedro C. Martínez en obsequio de Bernardo Reyes, protestamos enérgicamente.
Nuestro deber es denunciar a los malos gobernantes, exhibirlos para que el pueblo se convenza de su infortunio y aprenda que es necesario cumplir con los deberes cívicos, si se quiere llevar a la Patria a la altura que para ella reclama nuestro cariño.
El atentado a que nos referimos quedará impune, eso lo sabemos bien; pero eso no obsta para que nuestra voz se levante en son de protesta contra el atropello a la Constitución efectuado por Bernardo Reyes en Monterrey.
Por la vía del escándalo no podrá llegar el reyismo al puesto que desea.
Las personas enfermas son peligrosas como gobernantes, porque es difícil que logren sobreponerse a sus males y que lleguen a obrar con la lucidez de espíritu que requieren los asuntos públicos.
Sabido es que Reyes está enfermo. Sus nervios irritables están en continua tensión. Su organismo es a menudo sacudido por excitaciones nerviosas que conturban su espíritu y lo hacen obrar impulsivamente.
Todos sus desaciertos políticos han sido el producto de esa irritabilidad nerviosa que lo domina, que lo sacude, que lo molesta y lo lastima.
Todos sus actos llevan el sello de esa irritabilidad. Es impetuoso con frenesí. No puede permanecer inmóvil medio minuto.
Esa irritabilidad le ha proporcionado disgustos, caídas lastimosas y su desprestigio político.
La pasión que siente por la Presidencia de la República, es producto igualmente de su naturaleza profundamente irritable. Quiere mandar, quiere ejercer opresión, quiere dominar, quiere sobreponerse, quiere volar…..
Su irritabilidad lo conduce a veces a cometer actos realmente inofensivos, pero impropios para un Gobernador.
El Diario del Hogar1 publicó una correspondencia de Monterrey en que se daba cuenta del paso de don Ramón Corral por aquella ciudad, en su viaje a la Exposición de Saint Louis.
Nada de particular ofrecía esa correspondencia; pero los irritables nervios de Reyes se excitaron, y El Espectador2, periódico que se distingue por su adulación al autor de la fallecida 2ª Reserva, publicó el siguiente párrafo.
"Como viéramos en la Estación respectiva (de Monterrey) la noche citada a dos licenciados pertenecientes a cierto cuerpo, siendo por más señas estos licenciados, de los que han sido vistos con más benignidad por parte del gobierno, a ellos atribuimos la citada correspondencia, y estaremos pendientes de las siguientes producciones para…"
Este párrafo revelador tal vez de persecuciones, pone de manifiesto la verdad que asentamos al principio de este artículo, sobre que las personas enfermas son peligrosas como gobernantes.
¿Por qué atribuir a dos licenciados una correspondencia banal?
¿Por qué deducir de la benevolencia con que se dice han sido tratados los licenciados por parte de Reyes, la malquerencia contra éste?
Cuando una persona común y corriente se ve maltratada por un enemigo anónimo, esa persona jamás llega a suponer que sólo algún individuo a quien haya tratado con benignidad puede ser el autor del maltrato.
Sin embargo, por el sentido del párrafo insertado se ve que Reyes opina de un modo que no es el común y lógico.
La irritabilidad de carácter pierde a Reyes. No reflexiona y se deja arrebatar por sus impulsos.
De desear es que tan peligroso personaje deje lo más pronto posible el Gobierno del infortunado Estado de Nuevo León.
Que abandone toda idea de mando; que se retire a la vida privada y hará dos cosas buenas de una vez: volver su libertad a Nuevo León y dejar de ser una amenaza para el porvenir de la Patria.
Si tal hace, oirá en torno suyo, si no aplausos porque su acción pública ha sido funesta, sí sinceros suspiros de satisfacción de parte del pueblo, que se sentirá libre del peso del militar tapatío.
– – – – NOTAS – – – –
1 El Diario del Hogar (1881-1912). México, D. F. Dir.: Filomeno Mata. Dir. Filomeno Mata. Cols.: Joaquín Trejo, Ángel Pola, Matilde P. Montoya, Luz Murguía, Paulino Martínez, Rosa Palacios, Inocencio Arreola, José Primitivo Rivera, Manuel de la Fuente, Armando Morales Puente, Miguel Rodríguez Gabutti, Agustín Páez y Víctor W. Becerril. Opositor al régimen porfirista desde 1887. En sus talleres se imprimió Regeneración en 1900.
2 El Espectador (1892-1909). Monterrey, N. L. Fund.: Ramón Díaz. Dir.: Ramón Treviño. Cols: Carlos Pereyra, Manuel José Othón, Celedonio Junco, Rafael Garza Cantú, Ricardo Arenales.
El servilismo ha echado raíces tan profundas, que dondequiera se manifiesta provocando el escándalo de las personas independientes.
Saben nuestros lectores que hay en la ciudad de Oaxaca una agrupación liberal llamada "Asociación Juárez1".
En el presente año a petición del socio Lic. Joaquín Atristáin2 y con anuencia del Gobernador, que es socio también, tomó un carácter político la "Asociación". En el reglamento de la "Asociación" se hizo constar que su objetivo era cumplir y hacer cumplir la Constitución de 57 y propagar y defender el credo liberal del Benemérito, llevando a la práctica los inalienables derechos que la Carta Fundamental nos otorga y trabajando porque el elemento clerical no tenga influencia en los asuntos políticos del Estado y en las Escuelas del Gobierno que deben ser absolutamente laicas.
Estos fueron los fines que se propuso la "Asociación Juárez". Pimentel, aunque clerical y "científico", consintió en que se le diera carácter político a la "Asociación", porque los malos gobernantes quieren aparecer siempre como amigos de la democracia en su aspecto platónico. Por lo demás, nunca creyó Pimentel que la "Asociación" obrara de un modo que estuviera en desacuerdo con el Gobierno, puesto que en ella había mayoría de empleados públicos, magistrados, jueces, etc.
Últimamente, los pocos miembros de la "Asociación" que son independientes, fundándose en los fines de la sociedad, quisieron que la "Asociación" tomara parte activa en las elecciones municipales. Al efecto, el honrado liberal, Sr. Lic. Heliodoro Díaz Quintas3, propuso a la "Asociación" el lanzamiento de una candidatura de Ayuntamiento, Jueces y Alcaldes Constitucionales para el próximo año de 1905. Por unanimidad se aprobó la proposición del Sr. Lic. Heliodoro Díaz Quintas; se nombró una comisión para que se presentase la candidatura en la próxima sesión a fin de discutirla. La candidatura fue enseñada a Pimentel, quien en el paroxismo del terror, no pudo manifestar su disgusto más que en forma de llanto.
Lloró Pimentel porque presintió que la "Asociación" que lanzaba hoy candidaturas municipales, dentro de dos años le haría la oposición cuando pretendiera reelegirse. Lloró también, porque la candidatura de la "Asociación" era diferente de la candidatura oficial.
Violentamente mandó que comparecieran ante él los miembros de la "Asociación" que son sus empleados, Magistrados, Jueces, etcétera y les ordenó que renunciasen sus puestos de miembros de la "Asociación".
Esta orden tiránica fue acatada sin una protesta, sin manifestar disgusto por el ultraje, sin sentir pena alguna, por los comparecientes que aceptaron sin titubear que se les despojase del sagrado derecho de elegir funcionarios.
Joaquín Atristáin, el mismo que había propuesto que la "Asociación" tomase carácter político, renunció cuando comprendió que la política es cosa seria, que requiere energía, valor civil, abnegación y patriotismo. Renunció también el Lic. Miguel F. Calderón4, liberal platónico que ama la democracia, pero que se siente cohibido ante las responsabilidades y los quebrantos de los luchadores. Renunció el Juez Lic. Manuel Pérez Ortiz, hombre que sólo puede vivir como empleado. Renunció el Lic. Francisco Canseco5, conocido por su afán de agradar a cuanto gobernante hay. Renunció el Lic. Guillermo Meixueiro6, que fue quien convocó al pueblo para postular a Ramón Corral, cuyo nombre fue silbado por el patriota pueblo oaxaqueño. Renunció el Dr. Luis Flores Guerra7 que fue oposicionista mientras no tenía el empleo de Subdirector del Hospital General. Renunciaron los Sres. Alberto Montiel8 y Francisco Ramírez del Río, conocidos por su adhesión al clerical Emilio Pimentel. Renunció Casiano Conzatti9, quien hasta que vio que la "Asociación" no era juego de chiquillos, sino algo serio, se fijó en que el imbécil Reglamento de la Escuela Normal le impide inmiscuirse en la política, lo que no obsta para que cuando se presenta la ocasión, festeje a Pimentel. Conzatti es un pésimo director de la Escuela Normal. Renunció el Secretario de Pimentel, Lic. Joaquín Sandoval10, célebre por su falta de talento para desempeñar sus funciones. Renunció el recalcitrante clerical Lic. José Inés Dávila11. Renunciaron, por último, Eugenio Pasquel, Demetrio Calvo12 y un tal Rueda Camacho13, covachuelos de la Administración pública.
Todas esas renuncias fueron hechas en la sesión del 5 del presente mes.
El Lic. Fidencio Hernández14 dijo en esa sesión que si no desistía la "Asociación" de la idea de lanzar una candidatura, él también renunciaría, pues consideraba el acto honrado y viril de ejercitar ese derecho como un signo de oposición a Pimentel. Se extendió después en alabanzas al retrógrado Gobierno de Pimentel, terminando por pedir al Sr. Lic. Díaz Quintas los fundamentos que tuviera para apoyar la idea de la candidatura.
El patriota Sr. Díaz Quintas, ante pregunta tan necia, se irguió y dijo: que si había propuesto lanzar una candidatura de ayuntamiento por la "Asociación", era porque creía que esa idea estaba completamente de acuerdo con los fines de la Sociedad, supuesto que se proponía llevar a la práctica los derechos constitucionales violados diariamente por nuestros malos mandatarios. Habló de las arbitrariedades que diariamente cometen en Oaxaca y en toda la República los jueces impuestos e impopulares; atacó la tiranía de los caciques que encarcelan a la clase baja por un miserable anticipo que les dan y por el cual los hacen sus esclavos, violando los artículos 2 y 17 de la Constitución que se refieren a que en la República todos nacen libres y que nadie puede ser preso por deudas de un carácter civil. Dijo también que no juzgaba difícil llevar esa idea a la práctica, supuesto que creía que todos sus consocios eran ciudadanos que vivían como él, de su trabajo y no atenidos a la tutela del poder, y creyó eso desde el momento en que aceptaron ser miembros de un agrupación que iba a practicar la Constitución vejada por nuestros gobernantes. Terminó diciendo, que creyó que sus consocios obrarían con independencia, porque un sueldo compra el trabajo del individuo, pero nunca su modo de pensar.
Estrepitosos aplauso premiaron el valor civil del digno miembro del Partido Liberal.
El Dr. Gildardo Gómez15 habló en apoyo de la teoría que sostuvo el Sr. Lic. Díaz Quintas. También fue muy aplaudido.
El ejemplo de virilidad y honradez ciudadana dado por el Sr. Díaz Quintas, no fue secundado por los empleados de Pimentel y la idea de la candidatura fue desechada a pesar de haber sido aprobada anteriormente por unanimidad.
El servilismo todo lo corrompe.
El Presidente de la "Asociación", Dr. Manuel de Esesarte16, dijo que la idea de la candidatura era contraria a los principios y leyes del Reformador, con lo que demostró Esesarte que no tiene idea siquiera de lo que sostuvo el Benemérito: la democracia.
Pimentel triunfó. No habrá candidatura de la "Asociación", pero se ha dado a conocer como liberticida.
La Nación debe ir conociendo a los "científicos".
– – – – NOTAS – – – –
1 Asociación Juárez. Agrupación política fundada en 1901, con el objeto de honrar la memoria del Benemérito de las Américas, Benito Juárez, en el aniversario de su fallecimiento; sus miembros provenían de la oligarquía local y de las clases medias. En 1904, a causa de un diferendo respecto a la designación del candidato a la presidencia municipal de Oaxaca, se escindió quedando fuera los miembros de la oligarquía. En 1905 la presidía Heliodoro Díaz Quintas. Ese mismo año comenzó a publicarse El Bien Público, órgano de la Asociación. Para 1906 la asociación se dividió nuevamente; el ala radical, encabezada por Plutarco Gallegos y Adolfo C. Gurrión tomó las riendas del organismo, y a causa de la represión gubernamental desapareció.
2 Joaquín Atristáin. Político oaxaqueño. Se desempeñó como oficial mayor durante el gobierno Emilio Pimentel, en el periodo 1906-1910.
3 Heliodoro Díaz Quintas. (1878-1956) Abogado y periodista oaxaqueño. En 1902 participó en el movimiento contra la reelección de Martín González y en apoyo de la candidatura de Félix Díaz. Fue redactor de El Estandarte, de filiación felicista. Se adhirió a la Asociación Juárez en 1904, e impulsó la aparición de su órgano El Bien Social. En 1910 volvió a promover la candidatura de Félix Díaz, desde las columnas de El Voto Público. Tras el triunfo maderista fue gobernador de Oaxaca. En 1917 medió en el conflicto entre los constitucionalistas y el gobierno soberanista local. Participó en la formación de la Confederación de Partidos Socialistas de Oaxaca.
4 Miguel F. Calderón. Político oaxaqueño. Diputado por Tuxtepec en la XXI Legislatura Local (1901-1903).
5 Francisco Canseco (1874-?). Abogado oaxaqueño. En calidad de juez de distrito ordenó las persecuciones contra liberales en la entidad. En 1914 fue gobernador interino y se vinculó al constitucionalismo para volver a la gubernatura. Tras su fracaso se retiró de la política por un largo periodo. En 1925 formó parte del gabinete del gobernador Onofre Jiménez. Ocupó un puesto en la Procuraduría de Justicia de la Nación, en los años treinta.
6 Guillermo Meixueiro. (1864-1920). Abogado, periodista y político oaxaqueño, miembro de una familia cercana a Porfirio Díaz. Incorporado a la administración pública, fungió como intermediario en los procesos de adjudicación de terrenos de la Sierra de Juárez. Diputado local y federal en varias ocasiones. Al triunfo del maderismo se adhirió a Félix Díaz. Fue encarcelado cuando Huerta disolvió en Congreso. Se opuso al gobernador de Oaxaca Miguel Bolaños Cacho y mantuvo relaciones tensas con el constitucionalismo local. Se adhirió al movimiento soberanista en el estado. Tras algunas reticencias reconoció al gobierno obregonista. En 1920 hizo campaña para postularse como senador.
7 Luis Flores Guerra (1868-?). Médico y político oaxaqueño. Diputado local en varias ocasiones entre 1903 y 1911. Dirigió el Hospital General de Oaxaca en 1907. En 1913 solicitó a Victoriano Huerta que mantuviera en su puesto al gobernador del Estado, Miguel Bolaños Cacho.
8 Alberto Montiel. Abogado y político oaxaqueño. Diputado por Zimatlán en la XXVI Legislatura Local (1911-1913). Gobernador interino de su estado natal en 1912, tras la muerte de Benito Juárez Maza. Se enfrentó al orozquismo en la entidad.
9 Casiano Conzatti, en 1891 comisionado con Enrique C. Rébsamen y Abraham Castellanos Coronado para reformar el sistema de enseñanza normal en Oaxaca.
10 Joaquín Sandoval (1857-1917). Abogado y político oaxaqueño, ligado a Rosendo Pineda y Emilio Pimentel. Se desempeñó como juez de primera instancia en Veracruz y como juez de distrito en Puebla. Durante el gobierno de Pimentel (1902-1911) fungió intermitentemente como gobernador interino durante las ausencias de éste y como secretario general del despacho. Fue catedrático del Instituto de Ciencias y Artes de su estado natal, Magistrado del Tribunal Superior de Justicia y diputado al Congreso federal.
11 José Inés Dávila (1874-1919). Abogado y político oaxaqueño, ligado a la oligarquía y al cientificismo locales. De 1902 a 1906 fue oficial mayor del gobierno de Pimentel. De 1907 a 1909, fue diputado local. En 1910 fungió como Secretario de la Comisión Estatal de las Fiestas del Centenario. A la caída de Díaz, apoyó al felicismo local y se opuso al gobierno de Bolaños Cacho. En 1914 fue designado gobernador interino. Impulsor del Soberanismo oaxaqueño, lo que ocasionó un enfrentamiento militar con el constitucionalismo en 1916. Estableció la sede de su gobierno soberanista en Tlaxiaco y posteriormente en Jamiltepec. Fue muerto en una emboscada de las tropas carrancistas.
12 Demetrio Calvo Diputado en la XXVI Legislatura federal, por los distritos V y VI de Oaxaca (Jamiltepec y Silacayoapan).
13 Alejandro Rueda Camacho. Político oaxaqueño. Diputado por Tlaxiaco en la XX Legislatura local (1899-1901). Durante el gobierno soberanista en la entidad propuso que se erigiera un monumento en honor a Porfirio Díaz.
14 Fidencio Hernández. (1870-1915). Abogado y político oaxaqueño. Hijo del gobernador Fidencio Hernández Campos. Estableció un bufete en sociedad con Porfirio Díaz Ortega. Diputado federal por Guerrero en 1902. Apoyó la campaña electoral de Emilio Pimentel en 1910. Jefe político de Ixtlán, Oax., al año siguiente. Tras el cuartelazo de la ciudadela, fue designado secretario particular de Félix Díaz. En 1915 se le nombró general brigadier y quedó al frente de la División del Istmo.
15 Gildardo Gómez. (1869-?). Médico y político oaxaqueño. Regidor del Ayuntamiento capitalino y diputado por Ocotlán de 1907 a 1911. Identificado con el cientificismo local, participó en la reforma educativa emprendida por Emilio Pimentel. En 1910 perteneció al Club Central Reeleccionista de Oaxaca. En 1913 abandonó la entidad por diferencias políticas con el gobernador Miguel Bolaños Cacho.
16 Miguel de Eesesarte. Diputado local en varias ocasiones entre 1903 y 1955, por Cuicatlán, Etla, Juchitán, Jamiltepec, Teposcolula y Telixtlahuaca.
Era natural que ocurriera lo que actualmente ocurre en virtud de los preparativos que el servilismo hace para festejar al general Díaz el primero del entrante diciembre.
Cuando se ha enfriado el cariño del pueblo por sus gobernantes; cuando la admiración y el entusiasmo han desaparecido del pueblo, dejando en su lugar el frío de la decepción, en vano se recurrirá al gastado expediente de pretender dar visos de popularidad a las fiestas con que el servilismo halaga la vanidad de los poderosos.
Desde que la prensa pagada por el Gobierno comenzó a hablar de las fiestas en honor del general Díaz, pudimos comprobar lo que dejamos dicho. En ningún rostro asomó el entusiasmo; ningún corazón palpitó con más violencia; nadie dio muestra de sentir esa alegría sana que se experimenta a la noticia de un suceso conmovedor.
Es que el pueblo mexicano está enfermo de tristeza desde que comprendió su infortunio, y en lugar de sentir gozo por la entrada del nuevo periodo presidencial, siente pena porque eso indica que ya no por cuatro, sino por seis año más, llevará sobre sus hombros el pesado fardo de un gobierno que, en veintisiete años de dominio, ha labrado la ruina de la Nación.
Esto explica claramente este retraimiento del pueblo respecto de las fiestas que se preparan para el primero de Diciembre.
Pero si el pueblo se rehusa a dar brillo a esas fiestas, el elemento servil, por el contrario, está dando muestras de una actividad digna de mejor causa.
Las comisiones nombradas por el servil "Círculo de Amigos del Presidente1" recorren la ciudad en todas direcciones, sin darse un momento de descanso, sin respirar siquiera, presas del malsano entusiasmo que en los hombres sin ideales produce la persecución de un bienestar mediocre, alcanzado a costa de encorvamientos dorsales y de sonrisas odiosas.
Innumerables son ya las molestias que a los particulares han inferido esas comisiones, pues a las personas que no necesitan adular para vivir, les es penoso verse comprometidos a tomar parte en una fiesta por la que sienten disgusto.
Hasta los extranjeros, que por razón de la decidida protección que para ellos tiene el general Díaz, debieran ser los más entusiastas festejadores, se han mostrado hoy fríos, displicentes y poco animados a demostrar una adhesión que tal vez les disgusta.
El pensador más superficial encontrará en el fondo de todos estos detalles una verdad inflexible: el incremento que toma la impopularidad del general Díaz.
En efecto; la impopularidad del general Díaz aumenta de día en día, entre los mexicanos, porque estamos convencidos de que el general Díaz acabará por hundir a la Nación contratando nuevos empréstitos, para poder sostener su gobierno atrayéndose el mercenario sostén de los que medran a su sombra: porque estamos convencidos de que la libertad estará alejada de nosotros, mientras el general Díaz ocupe la Presidencia. Entre los extranjeros la impopularidad ha aumentado desde que han comprendidos que la falta de partidos políticos organizados compromete el porvenir de la Nación, y por consecuencia, el de todos los intereses que hay en el país. A los extranjeros no se les escapa que a la muerte del general Díaz, la ausencia de partidos organizados procurada por el Presidente acarreará graves consecuencias a la República.
¿Podrán sentir entusiasmo los extranjeros al comprender que la falta de partidos políticos organizados es una amenaza sobre sus intereses?
Pero el servilismo no se detiene ante estas reflexiones. El servilismo va a su turbio negocio con los oídos sordos para no oír las imprecaciones; con los ojos cerrados para no ver los gestos de desagrado; atento a su propósito de adquirir un bienestar mezquino a fuerza de torturarse las espaldas continuamente encorvadas.
Una de las colonias extranjeras residentes en la capital, se ha rehusado a exhibir un carro alegórico el primero de diciembre. Otras colonias, han desairado igualmente a las comisiones de aduladores, y otras han aceptado, por mero compromiso, figurar en el número de los que en dicho día probarán que los gobernantes antiliberales sólo pueden escuchar en su obsequio los himnos pedestres de los que tienen por aspiración única poder ostentar debajo del chaleco un estómago de Heliogábalo2.
Podrán los periódicos asalariados hablar hasta aturdir de la pretendida popularidad del general Díaz. Los hechos demuestran que no existe tal popularidad, y que el regocijo público sólo se ha manifestado entre los hombres que quieren conservar los inmerecidos puestos, y entre los que están a caza de un favor, de una dádiva o de una limosna.
El pueblo que nada pide, que vive de su trabajo y no del ejercicio del servilismo, espera el primero de diciembre como el comienzo de una etapa de amarguras y de opresión.
– – – – NOTAS – – – –
1 Círculo de Amigos de Porfirio Díaz. Agrupación política fundada en 1890. Se encargaba de organizar festejos y conmemoraciones con motivos cívicos, así como de promover las campañas reeleccionistas y actos de adhesión al presidente. Sus miembros se reclutaban entre los integrantes de las oligarquías regionales. Alfredo Chavero fungió como presidente, Sebastián Camacho como vicepresidente y Apolinar Castillo, tesorero y primer secretario.
2 Heliogábalo. (205-222). Emperador romano sucesor de Macrino, afamado por su glotonería. Fue asesinado por la guardia pretoriana y su cadáver fue arrojado al Tíber. Le sucedió en el trono Alejandro Severo.
Deberían estar convencidos los que oprimen al pueblo, de que son ineficaces los raptos de violencia cuando hay conciencias honradas que pueden erguirse y caracteres robustos que pueden manifestarse a pesar de la violencia sufrida y del ultraje recibido.
Emilio Pimentel quedó conforme cuando sus empleados, miembros de la "Asociación Juárez" de Oaxaca, lograron superar en votos para que la idea de lanzar una candidatura municipal fuera revocada. Ignoraba Pimentel que los vencidos eran hombres dignos, que si bien salían derrotados en el seno de la "Asociación", no por eso habían de amoldar su criterio al molde servil del que se gastan los funcionarios del Gobierno de Oaxaca.
El elemento independiente de la "Asociación", vencido en el seno de esta sociedad, ha decidido instalar una asociación liberal que haga honor al nombre del Reformador, llevando sus miembros a la práctica los principios que éste supo defender en la heroica época en que nadie se imaginaba que el solio que Juárez supo honrar, sería algún día ocupado por un "científico", por un clerical, por el Gobernador Emilio Pimentel.
Pimentel ha salido chasqueado. Creyó que con la presión que ejerció sobre los miembros de la "Asociación" que viven del presupuesto, la idea de lanzar una candidatura quedaba conjurada.
Próximamente se instalará el club independiente y lanzará su candidatura que se propone sostener a pesar de la oposición de Pimentel.
El Sr. Lic. Heliodoro Díaz Quintas, se ha hecho acreedor al aplauso de sus conciudadanos, así como todas personas que en la "Asociación Juárez" sostuvieron la idea de lanzar la candidatura municipal.
También se ha hecho acreedor a un sincero aplauso por su honrada actitud en este caso, el Sr. Gildardo Gómez, a quien hizo comparecer Emilio Pimentel para imponerle sus órdenes que virilmente supo rechazar el Sr. Gómez.
Nuestros deseos son que triunfen en Oaxaca nuestros correligionarios. Es preciso demostrar a los opresores del pueblo, que todavía hay hombres dispuestos a hacer que se cumpla con la ley.
Emilio Pimentel ha estado al nivel de Bernardo Reyes y siguiendo la perniciosa escuela política del general Díaz, ha querido violentar a los hombres honrados. ¡Pero los oaxaqueños son viriles!
Los que creemos que la democracia será la salvación de nuestra Patria, hemos visto con júbilo el despertar del civismo en el Estado de Coahuila.
A pesar de la política absorbente del general Díaz, que ha puesto todo su empeño en destruir el espíritu público, los patriotas coahuilenses se preparan a luchar en las próximas elecciones a favor del candidato popular Sr. Lic. Frumencio Fuentes1.
Los liberales debemos regocijarnos ante asuntos de esta naturaleza, porque ellos indican que el pueblo al fin se ha convencido de que es preciso luchar, es preciso ejercitar los derechos, es necesario interesarse en los negocios públicos, so pena de seguir arrastrando una existencia de esclavos flagelados por injusticias de los funcionarios.
Si desde que comprendimos que la República había sido engañada, hubiéramos encaminado nuestros esfuerzos a obligar al Gobierno del general Díaz a cumplir las promesas que en 1876 hizo a la Nación, no nos hubiéramos visto reducidos a la categoría de idiotas desprovistos de derechos, ni hubiéramos sido constantemente humillados en nuestra calidad de ciudadanos.
Sin embargo, parece que ha llegado el momento en que los ciudadanos han comprendido que su inacción conducirá a la Patria a la ruina y por eso es por lo que se manifiesta esa saludable reacción cívica contra los gobernantes que oprimen y que a su capricho atropellan la ley.
Miguel Cárdenas ha sido un gobernante funesto por mil conceptos, su administración ha sido un perpetuo desbarajuste y el Estado de Coahuila marcha rápidamente a la ruina empujado por una administración caótica, enmarañada, intrincada, donde tres personalidades gobiernan y complican los asuntos hasta lo imposible.
Esas tres personalidades son: el general Díaz, que en su afán de centralizar la administración pública se mezcla en los asuntos de Coahuila, introduciendo el desorden en la marcha de los negocios; Bernardo Reyes, que con su carácter de protector de Miguel Cárdenas, tiene notable influencia en el Gobierno coahuilense, en el que nada se ejecuta sin el visto bueno del opresor de Nuevo León; y Miguel Cárdenas que sin talento y sin energías imprime un sello de vulgaridad a su gestión administrativa cuando no la hace irritante por las exacciones, los atropellos y el desbarajuste incurable de los negocios públicos.
Contra la reelección de este funesto Gobernador, se prepara la lucha electoral a que nos referimos.
El Estado de Coahuila ha sufrido los gobiernos opresores de Garza Galán2 y de Cárdenas, que sostenidos por el general Díaz, pesaron a su antojo hasta exasperar a los ciudadanos.
En Coahuila, después de la administración corrompida de Garza Galán, cayó como huracán la acción despiadada de Bernardo Reyes que no se duele de las desgracias del pueblo; antes bien, parece que la miseria popular le satisface y le halaga.
Bernardo Reyes ha sido el verdadero Gobernador de Coahuila. Todo acto gubernamental que ha redundado en perjuicio del Estado, ha sido concebido por el cerebro enfermizo de Reyes y ejecutado al pie de la letra por Cárdenas, que más que Gobernador ha sido un dependiente sumiso, obsequioso, leal del desprestigiado Gobernador de Nuevo León.
Las Acordadas han dejado su huella de luto en Coahuila tanto como en Nuevo León. Los dos Estados han sufrido la misma tiranía.
Los propósitos de los ciudadanos honrados de Coahuila no pueden ser más nobles, ni más levantados ni más patrióticos. Luchar contra la tiranía es acción moral, es obra de salud.
Nosotros, que somos entusiastas por todo lo que signifique civismo, enviamos nuestro aplauso a los dignos coahuilenses.
El mejor modo para librar al país de sus malos gobernantes, consiste en ejercitar los derechos que nos otorga la Constitución, ser valerosos, ser patriotas y tener siempre como mira el engrandecimiento de nuestra infortunada Patria que hace veintisiete años arrastra las cadenas del mal gobierno.
– – – – NOTAS – – – –
1 Frumencio Fuentes. Abogado y político coahuilense, ligado al ex gobernador José María Garza Galán. En 1904 fue propuesto por el Club Central de Torreón como candidato a las elecciones estatales de septiembre de 1905, en oposición a Miguel Cárdenas. Posteriormente fue ratificado por la Convención Antirreeleccionista de Clubes Políticos de Coahuila. Retiro su candidatura a última hora a causa de presiones gubernamentales.
2 José María Garza Galán (¿?-1902) Político coahuilense, allegado a la familia Romero Rubio. Gobernó Coahuila de 1885 a 1890, sucediendo a Evaristo Madero. Para alejar del poder a los allegados de éste, realizó reformas electorales y administrativas, con lo que perdió el favor de Bernardo Reyes aunque siguió contando con el apoyo de Díaz para su reelección. Pretender su tercera reelección provocó un levantamiento encabezado por Francisco L. Urquizo, Francisco Z. Treviño y los hermanos Carranza, quienes con el apoyo de Reyes y la venia de Díaz lograron que lo sustituyera José Ma. Múzquiz.
Hay hombres predestinados a hacer sentir su personalidad, y en virtud de esa predestinación, cuando ellos no encaminan sus esfuerzos a robustecer su relieve, parece que la Naturaleza se pone a su servicio para elevarlos, para sostenerlos por encima de todos, aunque clamen los dolores, aunque proteste el Derecho, aunque se indigne la Justicia.
El general Díaz es uno de esos predestinados. Todos sus esfuerzos han tendido a elevarle, a ponerle en las cimas. Todo eso lo ha logrado lesionando derechos, atropellando principios. La mordaza, el calabozo y el gendarme, han desempeñado importantísimo papel en esa obra de encumbramiento.
La Naturaleza también ha estado al servicio del general Díaz. Murieron hombres ilustres como Juárez y como Lerdo. Murieron ciudadanos distinguidos como Iglesias1 y como Escobedo2. En Villa de García, N. L. Se llora la muerte del último hombre que quedaba en Nuevo León, el licenciado Genaro Garza García3, que nunca aceptó servir al Gobierno del general Díaz.
El general Díaz por medio de su instrumento Bernardo Reyes, logró someter a los generales Garza Ayala, Treviño y Naranjo; pero ni los esfuerzos brutales de Reyes ni las insinuaciones del general Díaz, pudieron someter al señor licenciado Genaro Garza García.
Por su carácter independiente, honrado y enérgico, era querido por el pueblo el recto ciudadano señor Garza García.
Decepcionado el pueblo por la sumisión de los generales fronterizos, que tan fácilmente fueron vencidos por la enfermiza energía del gobernador de Nuevo León, todas las esperanzas de los nuevoleoneses estaban cifradas en la irreductible, en la indomable actitud de don Genaro Garza García que jamás se humilló, que jamás imploró en las antesalas de la Presidencia protección de ninguna clase, y que, altivo y viril, devolvía cerradas las cartas que de vez en cuando le enviaba el general Díaz de quien no quería ni oír el nombre.
Este honorable ciudadano falleció a mediados del pasado noviembre, acompañado del justo dolor de los que supieron apreciar sus virtudes cívicas.
He aquí cómo la Naturaleza parece haberse asociado al general Díaz para encumbrarlo.
Muerto el enérgico ciudadano ¿qué contrapeso puede tener en la frontera del Norte la política opresora del Presidente? ¿Podrá esperarse que los ex-púgiles Treviño, Garza Ayala y Naranjo rediman al pueblo cuando han dejado marchitar sus laureles por un hombre que, como Bernardo Reyes, sólo cuenta en su historia hazañas policiacas sin redundancia, sin trascendencia, sin gloria?
Sería preciso para contrarrestar la opresión del Centro y la megalomanía de Bernardo Reyes que las glorias conquistadas en Santa Gertrudis y en Santa Isabel dejaran de ser opacadas por la cenicienta gloriola del funcionario tapatío.
Y eso parece imposible. Los que ofrecieron sus pechos generosos a las balas intervencionistas, no interpondrán su influencia, no harán valer sus nombres para que cese la desventura del pueblo, y seguirán impasibles en su dorada insignificancia acumulando Billetes de Banco, mientras el pueblo gime, como vieron impasibles la hecatombe del 2 de Abril de 1903 4, como soportaron impasibles que el general Díaz los postergara.
La muerte del señor Genaro Garza García constituye una pérdida inmensa. ¿Cómo se librará el pueblo nuevoleonés de la tiranía reyista si el único hombre que había sabido permanecer altivo ante esa tiranía, ha muerto?
La Naturaleza ha venido una vez más en auxilio del general Díaz. Había reducido a la impotencia a los Generales fronterizos; pero quedaba un hombre enérgico, quedaba un carácter irreductible, quedaba el señor licenciado Genaro Garza García.
Sinceramente lamentamos tan grande pérdida.
– – – – NOTAS – – – –
1 José María Iglesias (1823-1891). Jurista y político liberal. Al triunfo del Plan de Ayutla fue ministro de Justicia, Negocios Eclesiásticos e Instrucción Pública. Durante la Intervención francesa acompañó a Juárez en su periplo. Ministro de Hacienda al triunfo de la república. Diputado al Congreso, magistrado de la Suprema Corte y ministro de Gobernación entre 1867 y 1871. Fue presidente de la Suprema Corte en el gobierno de Lerdo. Se opuso a la reelección de éste en 1876 y se exilió en Estados Unidos. Durante su estancia en Nueva York publicó La cuestión presidencial en 1876. Regresó a México, donde murió alejado de la política. Autor de Apuntes para la historia de la guerra entre México y Estados Unidos (1848).
2 Mariano Escobedo (1826-1902). Militar liberal neoleonés. Combatió la invasión norteamericana. Durante la revolución de Ayutla y en la guerra de Tres Años destacó en múltiples batallas; tomó parte en la batalla del 5 de mayo en Puebla. Durante la intervención francesa reorganizó el ejército de Oriente junto con Porfirio Díaz. Su mayor gloria militar fue el sitio de Querétaro, tras el que se obtuvo la captura de Maximiliano. Restaurada la república fue gobernador de San Luis en dos ocasiones. Sirvió a los gobiernos de Juárez y de Lerdo. Ministro de guerra en 1876, combatió la rebelión porfirista y al gobierno emanado de la misma, por lo que fue hecho prisionero. Posteriormente fue diputado al Congreso general.
3 Genaro Garza García (1837-1904). Abogado neoleonés. Partidario del Plan de Tuxtepec, ocupó la gubernatura de su estado natal en: 1877-1879, 1881-1883 y 1885-1887. Su último período no lo concluyó debido a las confrontaciones electorales con la oposición encabezada por Lázaro Garza Ayala. Renunció el mismo año de la elección.
4 Véase supra, Art. 34. “La hecatombe de Monterrey”